Capítulo XIII: Confusiones sabor a helado

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Junio, 2014

1 semana después

Araulee 

Arrastré mi mochila hasta el casillero después de una clase de gimnasia que me dejó exhausta. Estaba en la semana repleta de exámenes y aunque pensé que practicando el deporte que me encantaba me sentiría mejor, fue todo lo contrario. Abrí el casillero metiendo dentro libros que no usaría y sacando el de historia, que prácticamente vería todo el resto de la tarde y la noche, puesto que el examen estaba propuesto para el día siguiente. Gemí viendo con horror el grueso libro y noté la presencia de alguien más en el pasillo.

—Hey, bonita, ¿por qué no me esperaste?

Me giré hacia la figura y suspiré. Myles se acercó todavía con el uniforme deportivo y besó mi frente.

—Estoy tan cansada, sólo quiero ir a casa y dormir hasta las vacaciones de verano —Me quejé sobre su pecho.

—¿No te está yendo bien en los exámenes? —preguntó mirándome con el ceño fruncido. Lo miré a los ojos buscando algo en mi interior, una chispa de emoción o algo parecido, pero no había nada. Me parecía increíble que hace sólo unos meses atrás hubiese dado todo por estar así con Myles, pero ahora que lo estaba no era capaz de reaccionar, era como si la llama se hubiese apagado al acercarnos.

—No como quisiera —respondí al fin girándome para cerrar el candadito del locker. Hice el amago de recuperar mi mochila del piso, pero él se adelantó y mientras se la colocaba en el hombro, empezamos a caminar hacia las afueras del instituto —. Ni siquiera voy a preguntarte cómo vas tú, la profesora de Física no ha parado de hablar de tu diez en su examen. Te felicito.

Él pareció un poco incómodo.

—Bueno, sí —Rodeó mi cintura y bajamos los escalones del estacionamiento—. He tenido que esforzarme el doble este periodo por lo de la beca, ya sabes.

Asentí, pero mi atención se había desviado hacia una camioneta negra que se me hacia muy familiar. Era la de la madre de Joel. Iba a dar algunos pasos hacia ella para saludar mientras Myles buscaba las llaves de su vehículo, pero me detuve en seco cuando vi a Joel caminar junto a una de las compañeras de teatro muy sonrientes.

Observé cómo ella enroscó su brazo con el de él y una sensación muy parecida a las arcadas me azotó. La señora Patricia los saludó desde el lado del piloto y Joel le abrió la puerta de atrás antes de subirse detrás de ella. No miró en mi dirección ni una vez y como una tonta me quedé observando cómo se alejaban de los terrenos del instituto. Parpadee y volví con Myles, quien me estaba mirando desde antes con la puerta del coche abierta. Le devolví la mirada, pero no dijimos nada. Me subí al asiento del copiloto y él puso música.

—¿Quieres que vayamos por un helado o te llevo directo a casa? —inquirió rato después. Me sentí triste y agotada, pero el helado era buena compañía en esas situaciones, así que cuando llegamos a la heladería más cercana, ordené la barquilla más grande que tenían.

Myles se sentó frente a mí con su vaso de helado de menta y chocolate.

—¿Myles?

—¿Mmmh? —Levantó la mirada de su helado y observó mi rostro esperando que siguiera hablando.

Le sonreí.

—Cuando te acercaste a mí, ¿qué sentías? ¿qué te hizo decidir que... estuviéramos juntos?

Él se enderezó en su asiento y pensó por unos minutos.

—Bueno, me sentí evidentemente atraído —dijo. Luché contra un sonrojo—, te veía en mis clases de inglés y en el gimnasio, pero me parecías tan... lejana, siempre estabas como en tu propia burbuja. No pensaba que yo podría gustarte.

Arquee una ceja, pero él siguió hablando:

—Entonces una vez te pillé observándome de reojo, así que me atreví a jugármela. Y aquí estamos.

—Pero no me pediste formalmente que fuéramos novios, ¿por qué?

Se encogió de hombros.

—No creí que hiciera falta hacerlo —respondió con sinceridad. Cogí una servilleta para limpiar mis dedos manchados por el caramelo derretido, pero él me tomó la barbilla para mirarme a los ojos—. ¿Eso es lo que te está molestando? Si quieres puedo hacerlo ahora. Me subo a la mesa y hago una épica y romántica propuesta, ¿qué te parece?

Abrí los ojos alarmada, pero entonces él re rió; así que me calmé.

—No te burles de mí —Le reproché, pero siguió riéndose. Tenía una hermosa manera de hacerlo, de hecho podía sentir un leve cosquilleo en mi estómago, pero de todas maneras, siempre llegaba al mismo punto: me acordaba de lo que la risa de Joel me provocaba, que era ésta misma sensación elevada al cuadrado.

Me enojé conmigo misma, porque no era capaz de estar con uno sin compararlo con el otro. Debía parar de hacer eso pues ninguno de los dos chicos se lo merecía. Ni siquiera yo merecía estar haciéndome esto a mí misma, debía decidir de una vez por todas. Aunque, después de todo, había hecho ya mi elección. Estaba ahí con Myles, mientras Joel estaba con esa chica, Samantha. Ahora sería ella quien lo acompañaría a casa y a los paseos familiares. ¿Qué mas daba? Debía seguir adelante.

Así que lo siguiente que hice ni siquiera lo pensé dos veces, simplemente me dejé llevar y me incliné sobre la mesa para besar a Myles cortando todo rastro de su risa. Me devolvió el beso al instante y bloquee mi cerebro para dejar de pensar en alguien que no era para mí, pero no lo logré.

El helado se derritió en mis dedos y deseaba poder derretirme en Myles también, pero ya no era así. Algo había cambiado en mi corazón y ese algo tenía un nombre de cuatro letras y una sonrisa con la que podría lograr lo que se propusiera.

Hasta decir adiós [Joel Pimentel] #HDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora