Capítulo XX: Platónicos color cereza

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Joel

—¿La estás pasando bien? —El gritito de Sam estuvo cerca de hacerme sobresaltar y logró que despegara la vista de la alberca, hasta ahora, desocupada. Todos se dedicaban a charlar y bailotear alrededor de ella, pero nadie se había atrevido a zambullirse. Todavía.

—Oh, sí, claro —respondí con un tono de voz monótono—. Está un poco aburrido aquí, pero puedo lidiar con eso.

Ella frunció los labios y pareció pensar por unos segundos.

—Vamos a bailar —ofreció y la seguí a través de la puerta de vidrio corrediza, atravesamos la cocina donde un pequeño grupo de chicos estaba arremolinado alrededor de una barra improvisada de donde obtuve un vaso de agua.

Al llegar a la pista de baile iluminada sólo por pequeños focos de luz neón, Samantha colocó mis manos en su cintura y mentiría si el gesto no me hizo sentir incómodo. Por lo tanto, apenas se distrajo, las quité de allí.

La música era extremadamente movida y hacía retumbar las paredes, ella rió encantada coreando una de las canciones y me fijé de nuevo en su sonrisa. Era muy bonita, llena de vida, pero me quedaba esperando sentir el cosquilleo extraño que me provocaba la risa relajada de Araulee. No obstante, no llegaba. Nada de nada.

Perdí la cuenta de cuántas canciones bailamos, pero llegamos a un punto donde Sam apartó el cabello de su nuca y empezó a abanicarse, mientras yo tenia un rastro de sudor en la sien. Sin embargo, por fin la estaba pasando de diez.

—Tengo que ir al baño —Me gritó por encima del ruido y asentí para indicarle que la había oído. Dio media vuelta después de guiñarme un ojo y se dirigió escaleras arriba. Ella era amiga de Avan, así que supuse que él le había indicado antes dónde estaba el cuarto de baño.

Me fijé entre el gentío buscando dónde se encontraba la puerta principal y cuando la encontré al fondo, caminé en esa dirección con la intención de salir a tomar un poco de aire fresco. Estaba cerca de mi meta cuando me pareció escuchar una voz conocida que coreaba la canción actual a gritos. Me moví en mi lugar intentando seguir la voz, hasta que la vi. Me costó reconocer que era ella por dos razones: no vestía de manera habitual y estaba tan suelta que se veía absolutamente... hermosa.

Siempre había pensado que, dado el caso de que alguna chica me gustara lo suficiente, iría por ella. Y eso hice, sin dudarlo, sin recordar el mal episodio que me hizo pasar horas atrás en el restaurante, me dirigí a través de la gente completamente hechizado, mirándola bailar con energía. Quería hablar con ella, quería decirle que me gustaba cómo se veía esa noche y deseaba verla así siempre.

—Ara —Le llamé, pero continuó de espalda a mí, señal de que no me oía.

La sostuve por la cintura para que me mirara, pero sus siguientes movimientos bruscos me dejaron de piedra. Enganchó sus brazos detrás de mi cuello y... me besó.

Sí, Ara me besó moviendo sus labios fríos sobre los míos de manera frenética y jugueteó por un segundo con un mechón de mi nuca, acción que me hizo apretar su cintura de manera inconsciente. Estaba como en una nube. Sus labios tenían algún tipo de sabor frutal que no pude distinguir porque tan rápido como había unido nuestros labios, los separó. 

Conectó mis ojos con los suyos reconociéndome y lamenté cuando caminó hacia atrás tanto como pudo, mirándome con espanto.

—Joel... —Mi nombre en sus labios se escuchó extraño, una sensación agridulce me embargó.

Yo estaba en shock. Completamente perplejo. Las personas que se encontraban bailando crearon algún tipo de trencito humano y pasaron por medio de ambos, agitándose alegremente y ajenos a lo que acababa de ocurrir. Cuando el trencito desapareció a través de la puerta principal, Ara ya no estaba frente a mí. Se había ido, huyendo asustada.

Y no puedo negar que mi corazón se rompió un poco.

Era más que obvio que me había besado por error. Mi primer beso había sido así, tan poco planificado, tan simple y explosivo a la vez. Toqué mis labios para comprobar que el hormigueo era real y aun en la oscuridad del living pude notar el resto de labial rojo que quedó en mis dedos. Un beso con sabor a... mora, cereza y decepción.

—Aquí estás —Sam jadeó llegando junto a mí—. Estuve buscándote donde quedamos, pero ya no estabas; pensé que te habías ido sin decirme.

Imitó un puchero, pero mi humor había desmejorado bastante. Tenía unas inmensas ganas de irme.

—De hecho sí, ya me voy —Saqué el celular de mi bolsillo delantero, tecleando con dedos temblorosos un mensaje breve para mamá.

—¿Qué? ¿Tan temprano? —Se quejó, aún con la mueca en su cara.

—Lo siento —dije encogiéndome de hombros. No iba a retroceder. 

Ella suspiró con resignación recibí la respuesta de mamá y Sam me acompañó hacia el lugar donde se encontraban los autos estacionados. Había algunos chicos con cigarrillos en las manos apoyados con aire despreocupado en los capós de algunos coches. Mientras ella chequeaba el coche de su madre en busca de una chaqueta, reconocí el de Myles. Ara y él habían venido juntos, claro que sí.

Cuando Sam volvió con su chaqueta puesta, caminamos a la reja al lado del portón de seguridad para salir. Samantha estiró su vestido color chicle antes de sentarse en la acera. Hasta entonces, pude notar el vaso de plástico que la acompañaba. Ella me pilló mirándolo y se rió entre dientes.

—El padre de Avan cerró la barra para no servir más alcohol, solo agua —comentó mientras yo me sentaba junto a ella—. Dijo que dos horas de cocteles era más que suficiente.

—De todas maneras, no debiste probarlo, viniste conduciendo —Le dije con suavidad, a pesar de que sí era una reprimenda. Ya bastante problema era que la dejaran manejar un coche sin haber cumplido siquiera los dieciséis.

—No te preocupes, le dije a mi amiga Emma para quedarme con ella —respondí removiendo el hielo del vaso con su dedo índice—. Aceptó. Su madre vendrá a recogernos pronto.

Asentí. Me tranquilizó saberlo.

—Joel... —susurró y apreté los puños por el flashback tan fresco que me atrapó.

—¿Sí? —Giré mi cabeza para mirarla, pero su vista estaba fija en la calle.

—¿Algunas vez te ha gustado alguien que no es para ti?

Carraspee. No esperaba esa pregunta, pero era peligrosamente cerca de la realidad que estaba viviendo, así que me costó responder.

—Sí —dije sin titubear—. Claro que sí.

Asintió como si ya lo supiera.

—Es doloroso, ¿verdad? —Estiró un poco sus piernas y las puntas de su cabello oscuro rozaron sus muslos—. Tener la certeza de que la única persona a la que quieres, no la puedas tener.

Y que lo digas, pensé.

Vimos cómo la camioneta de mamá dobló la esquina, así que me puse de pie y le tendí la mano para ayudarla a hacer lo mismo.

—Eres una chica muy guapa e inteligente, Sam, estoy seguro de que pronto llegará tu chico ideal —dije con una pequeña sonrisa de aliento.

Ella me miró a los ojos y respondió a mi sonrisa con aire melancólico. Levantó su mano derecha y limpió mis labios, haciendo que mi corazón se acelerara por segunda vez esa noche, pero por motivos diferentes.

Me mostró un rastro de labial color cereza.

—Lo mismo digo, Joel. Buenas noches.

Samantha entró de nuevo y yo me subí a la camioneta, sin tener una idea clara de qué rayos pasaba en esa noche y de lo que había tratado de decirme Sam.

Hasta decir adiós [Joel Pimentel] #HDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora