Capítulo IV: Montañas rusas y unas dichosas cuatro letras

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Sus mejillas están condenadamente ardiendo.

De verdad, si el infierno realmente existia, debía ubicarse en sus cachetes. ¿La razón? Oh, solo es que Myles Mascheronni estaba justo en frente de ella. Había ensayado muchas veces qué haría si eso pasara, pero la realidad es que estaba bastante paralizada viendo sus bonitos ojos.

—¿Ara? —Myles pasó la palma de la mano por su rostro y ésta parpadeó—. ¿Me estás escuchando?

—Sí, claro que sí.

—A ver, ¿qué te estaba diciendo?

Ara pensó por un momento. Fijó la vista en sus tostadas cubiertas con empalagosa mantequilla de maní y el yogurt a medio tomar que le pertenecía a Myles. Fragmentos vinieron por fin a su mente.

—Me decías algo sobre los juegos. —dijo dudosa.

—Correcto —El tono de voz de el chico le provocó a Ara una sensación un tanto incómodamente agradable en el estómago—. Te decía que te vi jugar ayer y quedé impresionado. No sabía que podías jugar tan bien a la pelota, eh.

Alto ahí.

Esos eran halagos... y también un poco de tonteo de parte del chico que le gustaba, ella no era tan inocente como su otro compañero de español como para no detectar la picardía en su sonrisa.

Alto ahí de nuevo.

¿Por qué siquiera estaba pensando en eso otro chico y comparando situaciones cuando tenía al mismísimo Myles enfrente? Tal vez se había vuelto loca.

—Gracias —graznó unos minutos después—, estuve practicando mucho, quiero que la escuela quede bien representada fuera.

—Nosotros también estamos dándolo todo en el básquetbol —Myles tomó de vuelta su yogurt y cada uno de los movimientos que hacía —tan seguro de sí mismo— no pasaban desapercibidos para Ara—. Queremos lo mismo que ustedes. Además de becas.

Ara se quedó pensativa con eso último. No lo había pensado, pero tenia bastante sentido aspirar a obtener una beca por medio del deporte.

—¿Ya estás pensando en la universidad? —Le preguntó y se sintió bastante orgullosa de sí misma por lograr armar una frase coherente al fin.

—Por supuesto —respondió como si fuese algo obvio. La miró a los ojos y Ara tuve que contenerse para no apartar la mirada, tan roja como un tomate—. Hay muchas opciones, todavía me queda tiempo para decidir, pero no me descuidaré. Quiero quedar en alguna universidad grande, con fraternidades y todo ese rollo.

Ara se le quedó mirando mientras él se concentraba en terminar su bebida. ¿En serio esos eran sus planes? La mayoría de los chicos no piensan en la universidad hasta que están frente a la prueba de pre-ingreso, pero este chico estaba pensándolo en su penúltimo año de secundaria

Myles le gustaba. Le gustaba mucho.

—Yo también quiero eso, pero sin la parte de las fraternidades —dijo Ara, acompañando lo siguiente con un tono confidencial—: he escuchado que son bastantes desastrosas.

Myles se rió fuerte. Ara sonrió complacida de haberlo hecho reír.

El grupo de ni tan-tan's que estaban en la mesa contigua intercalaron miradas entre Ara y Myles para después volver a lo suyo, pensando en que el chico popular había cogido una nueva presa.

—Puede que en ese desastre se encuentre la verdadera diversión.

—Quién sabe, tal vez la diversión universitaria se encuentra entre parciales —bromeó Ara y cuando hizo reír nuevamente a Myles, sintió que estaba ascendiendo en una montaña rusa.

¿Si reconoces ese sentimiento? Vas subiendo y subiendo, cada vez más alto y de manera lenta, un grito atorado en tu garganta, sensación de cosquillas en tus pies y estómago mientras la expectación hace mella en ti, preguntándote acerca de si el descenso será algo increíble o espantoso. Así se sentía Ara en ese momento teniendo al chico de sus sueños frente a ella.

Particularmente Ara pensó que era normal disfrutar de todo ese conjunto de sensaciones al estar al frente del chico que te gusta. El chico que parecía no notarte, pero que de un día para el otro decide sentarse frente a ti en el desayuno. Ara es lo bastante inteligente como para sospechar de ese evento, pero el enamoramiento es peligroso. El enamoramiento te ciega. La adrenalina que provoca es adictiva. Y las decepciones son inevitables.

Cuando ella miró más allá del hombro tambaleante por la risa de Myles y observó directamente los ojos del chico al otro extremo del cafetín, supo que algo había hecho mal. No sabía qué, tampoco podía descifrar la enigmática mirada de Joel, pero lo sabía. Sabía que descender de las montañas rusas es peligroso.

Pero enamorarse de alguien equivocado lo es aún más.

(...)

"Querida aritmética: no me servirás en el futuro, ¿para qué debo estudiarte?" xoxo

Ara escribía una y otra vez esa frase en la parte posterior de su cuaderno, deseando que los 20 minutos que restaban pasaran más rápido. Su siguiente clase era Español, pero aún así.

Paró de afincar el lápiz y observó las 4 letras recién escritas en la hoja. Era un nombre, pero el nombre de Myles tiene 5 letras.

Había escrito Joel.

¿Qué demonios?

Apenas era el segundo día del periodo escolar y ya estaba atolondrada.

Pero no, la verdad es que lo que la estaba atolondrando era el hecho de que su «amor platónico» le había hablado esta mañana y la extraña mirada de Joel. Nada cuadraba con nada, estaba peor que los ejercicios puestos en cada uno de los pizarrones delante de ella.

Joel no le parecía nada atractivo y ella no le parecía nada atractiva a él. Myles le parecía muy encantador y ella le parecía muy agradable a él, ¿cuál era el problema?

El problema es que cuando por fin su crush le hace caso, no deja de pensar en otro chico.

Borra furiosa las dichosas cuatro letras, pero la marca de la escritura aún queda como aquella pelusa que intentas quitar de tu abrigo favorito, pero ésta se niega a desaparecer.

El profesor comienza a dictar la asignación, así que Ara se concentra en apuntarla para poder salir pronto e ir a Español a ver a su no-atractivo compañero.

Debía averiguar qué era lo que le estaba sucediendo con él.    

Hasta decir adiós [Joel Pimentel] #HDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora