Capítulo XIV: Conversaciones de frente

919 105 27
                                    

Junio, 19.

Araulee

El jueves en la tarde después de llegar a casa de la escuela mi teléfono no dejaba de sonar. Barajeé la idea de apagarlo, pero hubiese sido demasiado obvia. Miré el nombre en el identificador de llamada y mordí mi labio, indecisa. Moría por atender y hablar un rato con él, pero no podía. La distracción perfecta llegó cuando el timbre sonó, así que tiré el aparato en el sofá y atendí. Todos los colores se me fueron del rostro al ver a Joel parado allí, con el celular en la oreja. Intercambió una mirada entre mi teléfono vibrando insistentemente en el sofá y mi cara. Colgó y soltó un suspiro.

—¿Por qué has estado evitándome? —preguntó mirándome directamente a los ojos. Tragué nerviosa, incómoda, todo al mismo tiempo y traté de no sentirme culpable al ver sus mirada dolida.

—¿De qué hablas? —comenté haciéndome la loca.

Él resoplo.

—Ya estamos grandes para esto, Araulee —dijo. Abrí los ojos indignada por oírlo decir mi nombre completo—. Si tienes un problema con alguien, no lo evites. Habla frente a frente para aclarar las cosas, porque de ninguna manera huyendo de mí en la escuela como si me tratara de una enfermedad contagiosa ayuda para nada.

Sin atender a sus palabras di media vuelta hacia la sala dejando la puerta abierta. Él pasó y la cerró detrás de sí, así que no tuve más remedio que enfrentarlo.

—Pensé que estabas tratando de pasar tiempo con más personas, no quería entrometerme —solté con los brazos cruzados en señal de defensa.

Frunció el ceño.

—¿A qué te refieres? O a quiénes, en todo caso.

—A Samantha —respondí entre dientes.

¿Recuerdan a esa chica morena que lo acompañaba en el estacionamiento, del grupo de teatro? Pues esa misma, la diferencia es que ahora parecía una garrapata: en el gimnasio, en los casilleros, en el teatro, en el patio, en el comedor, en todas partes ella se encontraba con él y por más que traté de hacer como si ella o estuviera ahí, terminé por alejarme, porque de alguna manera, su presencia tan cercana a Joel me hacía sentir... enferma.

—¿Qué pasa con ella? Sabes que está en la obra, interpreta a uno de nuestros personajes y hemos estado ensayando mucho ésta ultima semana —Su gesto desconcertado me hacía bajar mis defensas y no me gustaba—, porque por si se te ha olvidado, en dos días se presenta la obra.

Me encogí de hombros y me senté en el sofá. La verdad estaba a punto de admitir que toda mi actitud estaba siendo inmadura, comparada a la postura de Joel tan seria, transparente y genuina.

—Dime exactamente qué te molesta, Ara, no puedo adivinarlo por mí mismo —susurró sentándose a mi lado. Suspiré después de un rato y lo miré a la cara.

—Te odio, Joel Pimentel —solté y sus cejas se dispararon hacía arriba en un gesto de sorpresa que se me antojó adorable, así que no pude evitar sonreír—. Odio que seas tan sincero siempre, que no le temas a dar explicaciones y aclarar algo. No deberías ser así.

—¿Por qué? Sólo no quiero perderte como amiga —dijo como un niño de escuela, como ese primer mejor amigo que hiciste en el patio durante el recreo y con el que compartías la merienda.

—Bueno, yo pensé que ella era ahora tu amiga.

Puso los ojos en blanco y me reí, porque sí, era una tozuda.

—¿En serio, Ara? Durante estos días pensé que había hecho algo mal como para que te alejaras de mí y en realidad estabas celosa.

—¿Celosa? —Casi me ahogo en medio de la pronunciación de esa palabra—. No estaba celosa, sino preocupada.

—Sí, claro —dijo con un falso asentimiento de acuerdo y le golpee en el hombro—. Bueno, ¿qué tal si vamos a comer algo? Algo dulce.

Examiné la pinta que llevaba que consistía en pantalones deportivos y una camiseta desgastada y decidí que era mejor cambiarme, pero lo siguiente que dijo me dejó de piedra:

—Estás perfecta así, vámonos antes de que te arrepientas.

¿Cómo no quererlo?

(...)

Pasear a pie junto a Joel era una experiencia nueva.

Caminábamos dejando atrás las calles de la urbanización en la que vivía platicando de vez en cuando sobre algún detalle de los pequeños locales que había, pero la mayoría del tiempo estábamos en silencio y, lo novedoso es que no era incómodo, no hacia falta esforzarse en llenarlo porque era agradable simplemente disfrutar de la compañía.

Él decidió que nos detuviéramos en una panadería pequeña y pidió panes con rellenos empalagosos y una limonada para mí, mientras él se decantó por una botella de agua. Sabía desde de tantos meses de conocerlo que esa definitivamente era su bebida favorita.

—Voy a aumentar cinco kilos con esto —Me quejé, pero no tenía fuerza de voluntad para negarme a comer nada de lo que estaba sobre la mesa en el exterior del local.

Joel se sentó a mi lado y soltó una pequeña risa.

—Todas las mujeres dicen eso cuando salen con chicos.

La palabra "cita" me hizo sonrojar.

—¿Cómo lo sabes? ¿Has tenido muchas citas?

—No, pero acerté, ¿verdad?

Tuve que reírme. Sentía un cosquilleo agradable en mi panza y en las puntas de mis pies que quisiera que siempre me acompañara, así que miré su perfil a mi lado derecho para comprobar qué era lo que lo provocaba.

Me encantaba ver cómo se veían sus pestañas y la forma perfecta de su nariz desde ángulo. Llevaba un gorro de lana azul oscuro, pero sabía que debajo de este se ocultaban sus risos oscuros. Sintió el peso de mi mirada y se giró para verme a la cara con los cachetes abultados pro la comida. Si me pidieran describirlo en una palabra sería: adorable.

La siguiente pregunta ni siquiera la pensé:

—Joel, ¿por qué nunca has tenido novia?

El terminó de engullir y se encogió de hombros con desdén. Podía ver en sus facciones que no se esperaba esa pregunta, pero necesitaba saber con una creciente urgencia la respuesta.

—No lo sé —reconoció mientras miraba el pan con dulce de leche en sus manos—. Supongo que nunca me he interesado lo suficiente.

—Quizás no has conocido todavía a la persona indicada —tanteé con aire pensativo. Él dejó la comida para observarme con interés—. Ya sabes, esa que definitivamente hará que se te despierten las ganas de tener pareja.

Durante unos minutos, ninguno dijo nada.

—De acuerdo, creo que sí he conocido a alguien —murmuró y giré de golpe para verlo. ¿Qué?

—¿Qué? —dije en voz alta mi pensamiento. Joel se removió incómodo en su puesto, parecía sopesar lo que sea que fuera a decir a continuación.

—Pues... eso —Miró a la calle frente a nosotros, el sol menguando y dándole paso a la noche, pero justo antes de hablar conectó nuestros ojos —. Solo que esa chica no es para mí, sino para alguien más.

El corazón me latía tan rápido que temía que dejara de hacerlo en cualquier momento. Lo miré con el asombro grabado en mi rostro, podía sentirlo, podía verme a mí misma tratando de procesar lo que me acababa de decir. Algo me decía que estaba hablando de mí y el malestar se instaló en mi organismo.

—Oh... pero estoy segura de que en cualquier otro momento podrás toparte con alguien más y ésa vez sí se dará. Eres un chico increíble, Joel —añadí con un nudo en mi garganta.

Él respiró profundamente antes de continuar comiendo.

—Lo sé, pero no será lo mismo —dijo—, ella fue la primera chica que llamó de verdad mi atención, así que simplemente se quedará ahí conmigo, así yo no esté con ella. ¿Lo entiendes, no? Es como que así estés con alguien más, no paras de pensar en ese otro ser.

Me le quedé mirando fijamente, muda. ¿Que si loentendía? Lo vivía cada día de mi vida, pero era muy poco valiente como paracambiar eso. 

Hasta decir adiós [Joel Pimentel] #HDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora