Capítulo XXX: Ella

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2015

Araulee

El mes de enero fue oscuro.

No precisamente por el clima, sino por la llamada que recibí el día siete. Joel estaba deshecho, roto y lloraba a mares. Me recordó a un niño.

Su abuelito no estaba. Se había ido.

Me quedé absolutamente perpleja ante la inesperada noticia, siendo capaz de sólo ser consciente del peso del teléfono en mi mano. Nunca encuentras las palabras correctas para decir ante esta situación, pero se sentía incluso peor no poder decir nada considerando que se trataba de él.

Fueron días terribles empezando por el sentido funeral. Nunca antes había ido a uno y me dio escalofrío lo terrible que era.

En cuanto lo vi, lo abracé con fuerza.

—Oh, Dios, Joel —gemí empezando a llorar—. Lo siento tanto, tanto, tanto.

Él asintió incapaz de decir nada más. Dos círculos morados estaban debajo de sus tristes ojos.

El dolor quemaba, calaba muy profundo.

Después de ese día no lo vi durante un tiempo.

Lo llamé, pero no estaba dispuesto a hablar con nadie y lo entendí, a pesar de que deseaba acompañarlo en su dolor.

Sin embargo, semanas después, lo vi en la escuela otra vez. No pude expresar lo mucho que me alegró verlo de nuevo. Parecía ser el mismo Joel de siempre, aunque sabía que no era así. Cantaba en voz baja a menudo y sabía que eso debía de lastimarlo y hacerlo sanar al mismo tiempo. Él cantaba por y para su abuelo.

Fui despacio con él. No lo presioné y me limité a ayudarlo a ponerse al día con la clase en la que compartíamos. Eso era justamente lo que estábamos haciendo en ese instante en el que rememoraba todo lo que había pasado en este oscuro mes. Nunca me había agradado enero, que al ser el primer mes del año, lo consideraba aburrido. Ahora después de esto empezaba a odiarlo.

Joel detuvo su escritura para sacarle punta al lápiz y parpadee en su dirección.

—¿Qué pasa? —inquirió mirándome por encima de sus pestañas.

—Oh, nada —carraspee—. Es solo que me estaba acordando que pronto celebraremos el día de San Valentín... como en dos semanas.

—Ajá —dijo y retomó la tarea.

Tomé el depósito del sacapuntas girándolo entre mis dedos y continué hablando.

—Así que, por supuesto habrán actividades en las que participar —dije y él me miró de nuevo. Una de sus cejas arqueadas—. Y bueno, me preguntaba si participarías en alguna.

Joel no respondió enseguida. Se limitó a pasear la mirada por el salón vacío y a mover de un lado al otro el lápiz de su mano.

Finalmente, suspiró antes de hablar.

—No lo sé... —susurró—. Supongo que sí. He estado buscando la manera de ocuparme de varias cosas al mismo tiempo, pero la verdad es que esa festividad no me atrae demasiado.

—¿Mucho rosa? —bromee para aligerar mi decepción. De todas formas, ¿por qué de pronto me sentía así?

—Me gusta el rosa, así que no —admitió escribiendo garabatos en los costados de su cuaderno azul eléctrico—. Es sólo que a pesar de que también es el día de la amistad, básicamente las parejas acaparan todo y es... incómodo, considerando que he sido soltero toda mi vida.

Hasta decir adiós [Joel Pimentel] #HDA1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora