Preparatoria Westeros (+16)

35 - Cersei: Cicatrices

Después de terminar de cepillar su cabello miró hacia el reloj que tenía en la mesita de noche, apenas iban a ser las 7:00 pm. Sabía que Robert no regresaría a dormir, no le extrañaba desde hacía diez años.

"Al menos espero que no deje a otra puta californiana preñada" pensó como cada sábado mientras se quitaba las joyas.

-¡NO CLEGANE! ¡EL AMPLIFICADOR VA DEL OTRO LADO!- era la voz de Joffrey intentando dirigir a Gregor. Cersei ni siquiera se molestó en asomarse por el balcón para regañar a su hijo mayor. Ella se limitó a servirse vodka en el vaso de siempre, lo que le gustaba de ese licor era la ausencia de olor y lo efectivo que era para relajarla. Además, si se aburría del sabor, solo bastaba con agregarle cualquier tipo de jugo para volver a acallar las voces.

Alguien tocó la puerta más ella no contestó de inmediato. Volvieron a llamar, ella confirmó de este modo quien estaba del otro lado. No quiso hacerlo esperar.

-Pasa por favor.- dijo la mujer dejando entrar a su reflejo, su hermano Jaime.

Ni bien su amante cerró la puerta cuando ella ya estaba ayudándole a quitarse los pantalones.

-Espera...- dijo él colocando el seguro.

-No puedes culparme, te he extrañado.- Cersei lo besó con ansiedad, él le correspondió. Mientras Jaime se desnudaba notó que la puerta del balcón estaba abierta, Cersei ya se había quitado la bata de seda dejando al descubierto la fina lencería que nunca le dejaría ver a su esposo.

-¿No te preocupa que nos escuchen?- preguntó su hermano.

-Hace demasiado calor, además estoy segura que con la estúpida música de Joffrey nadie notará lo que pasa aquí.- le quitó la ropa interior a Jaime y comenzó a besarle los muslos.

Mientras ella seducía a su hermano siempre recordaba el inicio de sus primeros encuentros, ambos tenían dieciséis. Desde la infancia siempre se habían protegido pero a pesar de que ella sentía algo por su gemelo, no había identificado bien lo que era, al menos así fue hasta que se besaron la primera vez.

-¿Crees que Robert sospeche?- murmuró Jaime. Cersei se detuvo y miró el atractivo rostro de él.

-Siempre me lo preguntas y te digo lo mismo: Si lo sabe no le importa.

Se metió en la cama junto a su hermano, comenzaron a besarse. Jaime desnudó a Cersei, ella sabía bien que muchas actrices famosas e incluso mujeres importantes hubiesen matado por tener al menos una cita con él, mas la única que disfrutaba de dichos privilegios era la señora de Baratheon.

Nadie podía deshacer el nudo que los ataba, había vivido entre la belleza del dinero y la inmundicia que venía con este. Así habían crecido ellos, entre viajes en yate, fiestas lujosas y encerrados en jaulas como animales cuando su padre así lo disponía. Un día Cersei podía usar la ropa más lujosa y al otro ser entregada a uno de los amigos del patriarca Lannister para que dichas prendas fuesen arrancadas.

No estaba segura si Jaime pasaba por lo mismo, ella lo había visto ser arrastrado escaleras arriba y volver casi bañado en sangre. Por suerte, luego de ser tratados así, eran venerados como dioses. Se les vestía con la ropa más fina y los llevaban a los lugares más lujosos donde sus heridas cicatrizarían mientras comían los más exquisitos platillos y les compraban todo lo que pudiesen imaginar.

-¿Te ha dicho algo papá sobre nuestro cumpleaños?- preguntó ella mientras se acurrucaba en los brazos de Jaime.

-Solo sé que quiere que vaya con él a New York lo que me extraña es que no ha mencionado si nos acompañarás.- él acarició el suave cabello de Cersei.- Es mejor así, nuestro cumpleaños siempre es terrible y no quiero que nadie más te lastime.

La mirada de Jaime se dirigió hacia su brazo derecho el cual aún tenía grabado la mano de Robert Baratheon. Cersei cubrió la evidencia con el edredón.

-Podría asesinarlo...- murmuró su hermano.

-Claro, un excelente plan para que termines durmiendo con los peces.- respondió ella con desdén.

-Al menos podría cortarle la mano que te hizo esto.- contestó Jaime.

-Déjalo, un día ya no podrá hacerlo más.- era lo que Cersei siempre se decía cuando alguien la hería, incluso se había vuelto un mantra en su vida. Sin embargo, la respuesta nunca complacía a Jaime.- Mejor follemos.