Emperador

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¿Sería posible creer en el amor?

La verdad es que Furihata había quedado pensando en que aquel chico que era el futuro emperador olía bastante bien, era un olor que le recordaba a algo salvaje y al mismo tiempo con una frescura y dulzura que le calmaban al mismo tiempo ¿Qué era esa sensación?

Ya la mayoría sabía que era el elegido por Akashi Seijūrō y la verdad muchos de sus anteriores amigos de la aldea no se atrevían a acercarse de nuevo a Furihata, por miedo a que el joven emperador pudiera enfadarse, incluso mandarles a matar. Muchos fueron los padres quienes aunque sentían lástima del pobre chico no iban a dejar que sus hijos se juntaran con el chihuahua, no se arriesgarían a que sus pequeños estuvieran en peligro solo por un joven que en realidad para ellos, solo era uno más y nada más.

Aunque habían dos que no les importaba en realidad eso y que Furihata agradecía totalmente que estuvieran con él animándolo y jugando con él como sus amigos aún.

— ¿Y cómo te está yendo con el emperador Furi? —Pregunto Fukuda que tenía el cabello de color castaño más oscuro que Furihata, era un chihuahua también como Furi pero de orejas grises.

—Él es bastante serio o parece bastante serio a simple vista, me asusta un poco.

— ¿En realidad que te obliga a hacer cosas indebidas? —El otro amigo de Furi, Kawahara, también era un perro pero de orejas gachas y estaba rapado.

El joven Furihata negó tajantemente a sus amigos a la última pregunta aunque sí que estaba asustado que el emperador león le obligara a hacer algo que no quería realmente. Aunque besarlo no le había precisamente desagradado. Su cara volvió a enrojecer tras acordarse de ese beso.

—Akashi-sama es muy respetuoso conmigo.

Aunque de todo esto había algo sí que le preocupaba más que su propio destino o lo que fuera a acontecerle dentro de poco: Su madre parecía llorar todos los días por culpa de lo sucedido, ella trataba de aparentar que nada malo pasaba, sin embargo Kōki notaba cuando su madre creía que estaba dormido lloraba desconsoladamente "¿Por qué entre todos los híbridos habían escogido a su pequeño hijo?" La había escuchado decir casi en susurros.

Un par de hombres entraron a la casa del joven Furihata mientras jugaba con sus amigos y la mujer llamó a su hijo.

Furi ya sabía a qué venían, no le gustaba que vinieran por el de esa manera tan agresiva pero era mejor hacerles caso o si no seguramente harían daño a su madre.

Se despidió de sus amigos y luego de ser transportado y llevado a la enorme casa Akashi lo obligaron prácticamente a darse un baño y ponerse ropa adecuada.

—Tiene el cuerpo bastante bonito este mocoso—Habló uno de los guardias que vigilaba a Furihata para que no huyera.

— ¿Y si lo violamos uno de estos días y lo hacemos desaparecer? Total podemos decir que tuvo un accidente y se murió.

Los hombres se reían, pero Furihata estaba visiblemente aterrado por lo que oía. Una persona que ya conocía entonces entró a paso firme hacia el lugar, era el panda Reo Mibuchi, el sirviente más fiel de Akashi.

— ¿Ya estás listo mocoso? ¡Vístete de una buena vez! ¡Ay no sé qué vio Sei-chan en ti! —Lo olfateo un poco acercándose al cuello—Mmm necesitas algo de perfume —Saco de un cajón bastante bonito una botella de color que puso en el cuello y las axilas del pobre chihuahua que aún estaba algo asustado. El de melena pone su mano en sus hombros mirándole serio.

—Hey chihuahua, necesito que te portes bien, hoy el emperador quiere conocerte ¿Estarás bien?—Lo peina para que esté ordenado y toma luego su mano. — No te separes de mí hasta que estemos frente al emperador Akashi-sama.

—S-si—Furihata no podía dejar de temblar al saber eso, todo esto lo hacía llenarse de un miedo que ni él mismo podía comprender.

Lo llevaron a un salón bastante amplio donde estaba sentado cómodamente Masaomi Akashi quien era el emperador que estaba a cargo en ese instante, no sabía porque pero a Furihata se le hacía que la mirada de ese hombre aunque dura estaba llena de tristeza, lo cual le dio algo de pena, porque ¿Qué sería tan fuerte que haría que un hombre tan fuerte estuviese así? Le gustaría saber.

—No te haré daño Furihata Kōki, no deberías llorar. —Hablo el león quien tenía una enorme melena recogida en una coleta de caballo color castaño pelirrojo.

—L-Lo siento Akashi-sama, no es por eso...

—Furihata-kun fue intimidado por unos soldados querido emperador. —Hablo Reo interrumpiendo lo que el chihuahua iba a decir.

—Encárgate de ellos Reo—Le hizo un gesto con los dedos que el panda entendió que había que cortar ese problema de raíz. —Y quiero que ahora nos dejes a Kōki y a mi solos.

El mencionado se retiró y Masaomi Akashi hizo un gesto que más que una orden de emperador, tenía un deje paternal que hizo que con gusto Furi se acercara a él.

—Eso no es por lo que llorabas ahora ¿Tengo razón?

—Va a pensar que soy un tonto, emperador Akashi-sama.

—Solo dime Masaomi, eres como mi hijo ahora y no eres tonto, sé que no porque mi hijo Seijūrō sabe bien lo que quiere.

—B-bueno Masaomi-sama...es que me dio la impresión de que tiene ojos tristes ¿Cómo un hombre tan fuerte como un león puede haber sido lastimado tan grave?

El hombre abrazó a Furihata acariciando suave su espalda haciendo que el chihuahua entendiera el sentimiento del hombre grande, lo cual le hizo botar grandes lágrimas. Se separó leve y le acarició el cabello.

— Sin poder evitarlo perdí lo que más quería en la vida, eso es lo que lastima a alguien como yo Kōki.

—Eso...no está bien.

—Y recuerda, si algún hombre osa burlarse de ti o lastimarte tienes que decirnos a Seijūrō o a mí, haremos que no vuelvan a hacerte ningún daño.     

Furihata asiente, el emperador le trata casi como si fuera un padre cosa que le gusta mucho, parece un hombre amable a pesar de todo ese aspecto temible que tiene.

—Ve con Seijūrō, debe estar algo desesperado al no verte aún.

—Si Akashi-sama digo, Masaomi-sama.

—Solo Masaomi, Kōki. No necesitas decirme "sama"

El chihuahua hizo una reverencia algo ruborizado debido a su propia estupidez al decir sama en vez de Masaomi pero le daba vergüenza y se fue a donde seguramente Seijūrō lo esperaría.

El emperador derramó una pequeña lágrima sin poderlo evitar, aquel joven repetiría la fatídica historia y moriría. Su hijo Seijūrō repetiría la misma tragedia que con él perdería a lo que más quería en su vida, al amor de su vida por sus propias manos.


Pero esa la ley de los leones.

You are my destinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora