Celo

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¿Qué era sentir amor?


No se había atrevido a mirar a Akashi de frente los días subsiguientes de ese encuentro. Es que era tan vergonzoso ¿Cómo podía haberse tocado solo con el olor que emitía las ropas de Akashi? Lo peor es que era más frecuente entre más veces el león le entregaba parte de su ropa ¿Acaso este sabía lo que Furihata hacía cuando las olía en privado en su habitación?

Esa noche en particular el joven Seijūrō le había indicado que hoy el chihuahua se quedaría en casa de los Akashi. Furihata tenía que aceptar aunque todo el lugar olía al pelirrojo y sin querer sus manos debajo de las mantas estaban queriendo tocar su leve erección. Kōki tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad y pensar en otra cosa para no tocarse como estaba tentado a hacerlo. Estaba asustado de que el león le dijera que era un pervertido y ser rechazado por este o peor, tal vez lo sacrificarían.

Trato de dormir, pero era casi imposible, el calor del cuerpo le hacía despertarse y moverse de un lado para el otro. Suspiro un poco frustrado, ni siquiera dormía al lado de Akashi (Masaomi lo había prohibido a pesar de las protestas de su hijo) y ya tenía esos deseos sucios con solo olerlo.

No sabía qué es lo que Seijūrō su pareja pensaba, a veces le daba la impresión de que no estaba en absoluto interesado en su persona y en otras incluso creía ver algo de celos, pero no estaba seguro.

Después de unas espantosas semanas había vuelto a ser el mismo. O al menos eso había creído, no eran un deseo tan fuerte que había sentido a pesar de que el aroma de Seijūrō seguía pareciéndole uno de los mejores olores que había percibido su nariz.

A Furihata le gustaba ver al león, observarlo. Ver como se esmeraba en tocar instrumentos y como jugaba, aunque no entendiera bien de qué se trataba aquel juego le gustaba esa cara concentrada, ese gesto y esos ojos tan hermosos fijos en esas piezas, aunque cuando le miraban directamente a la cara no podía evitar esconder un poco el rostro con calor.
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Así pasaron dos años, hasta que ocurrió algo un día en especial.

Furihata se dirigía a casa tranquilamente y empezó a sentirse con mucho calor en las mejillas ese día mientras traía una de las ropas de Akashi mientras era escoltado a su hogar mientras otros híbridos le miraban al pasar, algunos con envidia otros con lastimaba del chihuahua que cada vez sentía la cara más caliente. Trato de esconderse en su habitación apenas si entró, sabía que era ese calor tan conocido de años atrás, pero esta vez que su cuerpo estaba más desarrollado era mucho más potente al punto que no podría contenerse y lo sabía. Su erección estaba erguida cuando sintió un poco de alivio cuando su mano empezó a acariciarla, aunque ahora sentía una fuerte necesidad. Empezó a mover las caderas casi instintivamente buscando algo que no encontraba.

—Seijūrō...—Jadeo un poco sin dejar de tocarse en ningún momento, ni de moverse, solo se tocó cerca de su agujero que estaba algo sensible y arqueo la espalda un poco, estaba tentado a meterse un dedo en aquella cavidad. Se acercó una almohada y la mordió fuertemente con sus dientes caninos. Esto estaba mal de tantas formas, era un perro sucio y pervertido.

Realmente quería que Akashi lo tomara como su Omega, sentir la virilidad ajena haciéndolo suyo como debería ser. Suspiró mientras imaginaba esas manos que habían tocado el violín tocarle, esos dientes que vio morder tofu morderle a él y marcarle, sentir sus labios por toda su piel.

Acabó sintiéndose momentáneamente bien, pero sabía que ese extraño deseo continuaría en su piel y no lo dejaría en paz seguramente por unas semanas más. Su madre solo toco la puerta para dejarle una nota diciéndole dónde le había dejado la cena y que iba estar fuera unos días. Parecía que la mujer sabía el proceso que estaba pasando Kōki: El verdadero celo.

Al día siguiente pretendió estar enfermo para que los hombres de Akashi no se lo llevaran, sin embargo un rato después alguien llegó.

—Kōki, abre la puerta. Quiero cuidarte.

—No, eso no debería hacerlo usted. —Teniendo a Akashi tan cerca sentía que enloquecería, había sentido unas ganas locas de abrazar al león y tocarlo, su cola de chihuahua se movía ansiosa y sus piernas flaqueaban—Lo contagiaré, váyase por favor.

—No lo volveré a repetir, haz lo que te dije.

Furi sabía que no podía desobedecerlo así que le abrió sintiendo que el aroma esta vez sin el impedimento de la puerta lo haría desmayar, sin embargo el león parecía no inmutarse, lo cual le frustro internamente.

Seijūrō acaricio las mejillas rojas y Kōki sintió encenderse aún más en ese momento.

—No estas enfermo, estas en celo—Antes de que el chihuahua dijera nada fue tomado en brazos para ser colocado en la cama.

— ¿Celo? ...—Sentir el olor del león y hasta húmedo se había sentido en cierta parte baja de su cuerpo.

Akashi lo observo un poco y sin decirle nada empezó a tocar suavemente con sus dedos la piel de Furihata, era un toque sencillo, pero a Furihata le hacía volver loco.

—Hazme... yo quiero...—Su colita se movía rápido y su entrepierna latía, quería sentirlo más.

—Yo también quiero...—Se lamió un dedo para luego introducirlo en la cavidad ajena haciendo gemir a Kōki fuertemente y mover sus caderas en busca de algo más grande incluso apretando el lugar del dedo. —Pero no debemos—Le introdujo otro dedo moviéndolo haciendo que su pareja gimiera con algo de pudor, pero disfrutando de aquellos dedos intrusos en su cuerpo.

Haciendo un ruido frustrado a pesar de lo bien que se sentía Furi, se separó de aquellos blancos y largos dedos en su trasero y lo miro serio.

— ¿A Seijūrō no le gusto? ¿Solo me escogiste porque no tenías otra opción? Dímelo. —Odiaba estar en esa posición tan vulnerable para el león, odiaba ser siempre el débil.

—No digas tonterías, no sé porqué piensas esas cosas tan absurdas como esa.

— ¡Yo quiero que mi Alfa sienta las mismas ganas que yo y parece que solo te doy asco!

Entonces fue que Kōki se encontraba tumbado al piso con Seijūrō encima de él sosteniéndolo de las muñecas.

—Bien, entonces no me voy a contener: Hoy serás mío Kōki.


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