Conversación.

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¿Estaba el amor en el destino de una persona?

Conocía a Furihata lo suficientemente bien en esos dos años que había convivido con él y sabía que aquella forma en que los habían separado de alguna manera le había lastimado aún más de lo que este mismo llegaría a admitir alguna vez.

Estaba seguro que Kōki seguramente le debía de estar odiando de algún modo silencioso, que no diría directamente sino que sus ojos hablarían por él.

Ya habían pasado dos semanas desde su encuentro, ya estaba ansioso de que su padre lo sacara de su maldito encierro para ver a su Omega.

Odiaba a su padre en estos momentos, sin embargo a su vez le agradecía su intervención. Puesto que él también entendía lo que sería meterse con él, embarazarlo.

Estaba dividido, en realidad no quería matar a Kōki, pero el deseo había sido fuerte, tanto así que cuando recobro la conciencia trato de destruir el lugar donde estaba encerrado de una manera salvaje. Era una habitación oscura y de material resistente a sus golpes e intentos de escapar.

Suspiró, quería estar con el Omega desesperadamente, lo había extrañado tanto en esos días. Quería verlo en verdad, le dolía el cuerpo de tanto intentar salir de aquel lugar sin poder tener ningún resultado.

—Kōki...—Araño una vez más con las uñas que ya estaban algo desgastadas de tanto intentarlo en vano.

La puerta se abrió, esperaba que su padre por fin lo liberara ahora que el celo de Kōki debía haberse terminado. Sin embargo el emperador entro y miro a su hijo de una manera algo reprobatoria.

—Supongo que sabes muy bien porque no te deje continuar lo que estabas haciendo con Kōki ¿Verdad? Quiero que tu prometido tenga una vida larga mientras pueda.

Seijūrō lo tenía más que claro, pero haberlos separado de esa manera era hasta casi cruel de su parte. Él se dejó dominar por su lado animal, pero también por el lado de querer demostrarle a su pareja que él no le había escogido simplemente porque sí. Aunque tenía esa idea al principio, entre más llegaba a conocerlo más quería estar a su lado, más difícil se le hacía algo tan sencillo como tomar su mano, pues provocaba tantas emociones que ni él mismo podría comprender.

¿Acaso podía ser amor? Tal vez. Akashi Seijūrō quería pensar en amor, aunque ni él mismo lo sabía.

—Entiendo perfectamente todo. Sin embargo estoy preocupado por Kōki. Él no lo entenderá tan fácilmente, él querrá que mis sentimientos hacia él no son los mismos que él puede estar sintiendo por mí.

—Puedes explicárselo, eres bastante inteligente Seijūrō.

—Tal vez ahora me odia —Bajo la cabeza impotente pues no sabía cómo iba a hacer si ahora que empezaba a comprender sus propios sentimientos Furihata Kōki le rechazaba. Podría obligarlo a mirarle, a contestarle, pero no podría obligar a quererlo.

—Kōki es un buen chico, dudo que en realidad pueda llegar a odiar a nadie. Pero si tengo la impresión que él al igual que tú parece que es de los que pueden llegar a sentir demasiado por alguien.

—Y eso yo lo encontraría un defecto. Querer demasiado a alguien está mal.

—Yo no lo creo así, cuando amas a alguien esa persona te hace sacar una fortaleza donde creías que había debilidad. —Masaomi puso una mirada nostálgica que hizo que Seijūrō comprendiese cuanto su padre debía extrañar a su madre en realidad.

— ¿Por qué debo cumplir una tradición tan sanguinaria padre?—Cuestionó apretando los puños un poco frustrado. — ¿Por qué debería matar a mi compañero?

El león mayor pareció componer su aspecto triste para mostrarse como el emperador que era: firme y serio para que su hijo comprendiera que las leyes deben de acatarse.

—Si no infundimos miedo se rebelaran, las hienas siempre han querido destruirnos, si nos ven débiles...

— ¡Nos ven como unos asesinos! ¡Todo este imperio! ¡¿Qué no te das cuenta?!

—Es la única manera de mantenerse arriba de los demás como los leones debemos estar siempre.

Decidió no responder aquellas últimas palabras, porque sentía un nudo en la garganta y porque seguro sería demasiado grosero para su padre decirle que no estaba de acuerdo con esa absurda manera en que debía mantener ese imperio tan egoísta y cruel.

—Solo quiero saber si podré ver a Kōki normalmente ahora.

—Puedes hacerlo, pero tienes prohibido verlo durante la etapa de celo. Al menos hasta que cumplas 19 años.

—Es demasiado tiempo. —Ahogo un sonido de protesta que casi escapa de sus labios con indignación.

—Ya verás que pasa más rápido de lo que tú crees. Mejor disfruta el tiempo que tienes con él vivo, porque lamentablemente se te hará demasiado corto.

Esas palabras sonaron bastante crueles y tristes. Akashi no quería perder a Furihata, ni cuando fuese emperador ni nunca en su vida. Trataría de hacer algo para impedir que el inevitable destino que se veía venir le arrebatara lo que apreciaba. A aquel dulce chihuahua de ojos almendrados.

Y así fue como termino aquella conversación en un incómodo silencio para padre e hijo.

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Akashi podía percibir la molestia de Furihata, en sus ojos, en cada expresión que intentaba aparentar con una máscara de tranquilidad. Esto era bastante más doloroso de lo que creía, le dolía que Kōki mintiera a través de sus expresiones, que aparentara que todo estaba bien cuando en verdad no lo estaba.

Ese té que estaban tomando ambos, le pareció especialmente frío mientras intentaba ver fijo a los ojos cafés que no le querían mirar.

—Kōki ¿Quieres un poco de pastel de chocolate? Lo pedí especialmente porque sé que te gusta.

—No, no es necesario—Dijo mostrando una sonrisa que llevaba un dolor que Seijūrō podía captar perfectamente.

El león se acercó a él y Furi instintivamente pensó que este lo atacaría, pero en cambio sintió un abrazo que lo descolocó completamente.

— ¿Qué? ¿Qué pasa?—Preguntó con temor a que sus emociones explotaran en ese momento.

—Deja de fingir Kōki, sé que estás dolido. Pero no fue mi culpa, yo sí quería estar contigo.

Furi se quería soltar molesto, no quería creer en sus palabras, no quería ser envuelto en promesas falsas. Después de todo solo era un títere del emperador, un juguete que desecharía cuando se cansara de jugar y abusar de él.

—Entonces ¿Por qué no se quedó?—Su voz se quebró sin poder evitarlo.

—Mi padre lo impidió. Si te embarazo Kōki estarás condenado a morir cuando sea emperador.

—Pasará de todos modos ¿Qué importa?

Entonces algo molesto el león le sostiene del rostro para que le vea fijamente.

—Ya te lo dije Kōki, no dejaré que mueras. Vivirás conmigo para siempre.

— ¿Y cómo lo hará emperador?—Botó una lágrima que había estado conteniendo. El león la tomó suave con un dedo y la beso así como la mejilla de Kōki con amor y delicadeza.

—Lo que sea con tal de impedir tal situación. Tú no estarás condenado, porque yo te protegeré.

La lluvia empezó a caer violentamente desde el exterior, pero en ese momento Furihata no lo notó porque se había abrazado al emperador para sentir su calor.


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