Prólogo.

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     Les presento a Opal y Rose, aunque esos no fuesen realmente sus nombres. Dos mujeres de rostro idéntico pero distinto carácter. Un par de seres cuya mayor diferencia era el color de cabello y las ropas que solían usar. Una morocha y su hermana, albina. Por eso al verlas llegabas, por un momento, a ignorar la similitud física entre ellas.

     Es posible encontrarlas en cualquier sitio, pero donde pasan la mayor parte de su tiempo es en aquel castillo, inmenso, completo para ellas dos solas. No confundan su procedencia, no estamos hablando de princesas, aun cuando su padre haya sido el heredero de aquellas tierras.

¿Quiénes son, entonces, estas gemelas?

     La respuesta, podría ser, los seres más peligrosos que alguna vez habitaron este universo. Es difícil de creer, teniendo en cuenta su dulce apariencia, su inocente mirar, o la bella melodía que podían crear sus voces. Mas dicen que no se debe juzgar un libro por su portada, les recomiendo no hacerlo con ellas tampoco. Creadas con el único propósito de infundir el caos en su pueblo, traídas a lo que llaman vida por un vil dictador quien solo deseaba poder y estaba dispuesto a lo que fuera por conseguirlo. No se sorprendan si notan miedo en la mirada de aquellos que oyen su nombre, pues las gemelas se han hecho respetar a lo largo de la historia. Y, hablando de historias, la suya comienza mucho tiempo atrás. Miles de años, incluso, antes de que naciera el ser humano. Antes de que ese planeta o su estrella fueran más que polvo y gases, en otro extremo alejado del universo. Y, particularmente esta historia, transcurre ya pasados cientos de años en su existencia, años que no se reflejaban en sus rostros infinitamente jóvenes.

     En ese planeta, pequeño como Mercurio, tibio como La Tierra, iluminado por una estrella como la de ese sistema, vivían las dos. Su enorme castillo rodeado por un inmenso bosque era un lugar, por así decirse, turístico. Llegaban normalmente a su hogar decenas de visitantes con la intención de verlas, acceder a sus conocimientos, sus experiencias, o tan solo gozar de un breve hospedaje en aquella vivienda suya. Sin embargo, ¿qué era lo que atraía tanto a los seres de toda su galaxia y lejanas? Ni su enorme biblioteca, con todo ejemplar que Opal pudo rescatar de sus viajes, ni los pequeños jardines que en cada balcón habitaban. Ni los restos de una cultura milenaria o la belleza de aquel planeta desolado. Se corría la voz, en forma de leyenda, de que ellas eran tan poderosas como peligrosas, y que por un buen trato podían otorgar lo que su corazón desease al valiente que las enfrentara. En ese caso suena más tentador, pero es algo inexacto. Cierto era que poseían habilidades increíbles, obtenidas a lo largo del tiempo, pero se exageraba la magnitud a medida que pasaba el dato.

     Aquellas dos solían pasar sus días recorriendo el bosque, ese tan grande que ni desde el punto más alto del castillo ubicado en el centro exacto de este podía verse su final, como el océano. Normal era que al atravesarlo se encontraran con algún viajero curioso que, tras ser interrogado, saqueado y humillado, terminaba cediendo ante el hambre voraz de tal dúo. Ni una gota de su sangre se les escapaba, y ese era solo el destino de los afortunados ya que podía haber cosas peores. Con el rostro de la humana que las concibió lograban embelesar a mil y un pobres diablos haciéndoles caer ante sus encantos, siendo engañados ante la inofensiva imagen que poseían. Y aquel que intentaba aprovecharse conocía un destino peor que la muerte rápida. Habrán sido tantos los insensatos que se les enamoraron y sufrieron de su tortura, además de un corazón roto.

     Durante aquellos años, Opal y Rose se encontraban en la cima, su mejor momento: conseguían, a medida que cazaban, grandes habilidades y se volvían muy poderosas. Y, aun cuando a muchos sorprenda, no fue su avaricia lo que las condujo al principio de su descenso. ¿Alguna vez oyeron decir que no es posible meter el mar en un vaso? Suena lógico, mas no para ellas que intentaron llenar sus limitados cuerpos de poder robado. Posiblemente lo entiendan más adelante, pero se trata, en resumen, de su «magia». Habían sido diseñadas para robarla de la sangre que bebieran de sus víctimas, llenando hasta el último centímetro de sus cuerpos con todo tipo de capacidades. Por eso, cuando sus cables y su piel, sus extremidades, el metal dentro de ellas y la parte orgánica de estos seres se vio repleto, no fue más que cuestión de tiempo para que sucediera la catástrofe.

     La primera falla, el temor de perder lo único que realmente les importaba, el principio de su posible final.

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