Capítulo XVIII

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     Cuando su hermana reaccionó Rose la abrazó con fuerza, más que emocionada. La rubia no terminaba de comprender, correspondiendo tímidamente al gesto de su gemela, cuando su mirada se cruzó con la de los trillizos. Al verlos, la expresión en sus rostros, lo pudo entender. Entonces Opal le agradeció por lo bajo, con la intención de que solo ella pudiera escucharla.

—Ya sé a dónde ir, hermanita, y esta vez es seguro.

—Bien, cuéntanos. —Sonreía delicadamente, tras un ligero movimiento de su cuello y señalar con tal ademán a los chicos. Ellos se acercaron nuevamente, todos tratando de oír a Rose. La sonrisa no se le borraba del rostro, enmarcado por un par de mechones oscuros.

—Volví a ver esa imagen: el planeta, la estrella. Pero se alejó, dejándome ver más. —Con las manos gesticulaba a medida que cada palabra salía de su boca, enfatizando en ellas—. Se alejaba más y más hasta que pude ver una galaxia de las más comunes, pero en su centro había... ¡Un agujero negro!

     Opal la miró fijamente a los ojos, dejando verse el asombro e incredulidad que la invadía. Con una simple pregunta intentó confirmar lo que Rose decía. «¿Estás segura?», puesto que realmente le era difícil de creer. La chica restante reafirmó sus palabras, uno de los trillizos dirigió la vista hacia sus hermanos, quienes las miraban a ellas.

—¿Alguien me explica?

—Bueno, Derekito —comenzó quien más emocionada estaba, dándole cierto tono cómico a tal apodo recién inventado—. Pasa que en todo lo que conocemos, ella y yo al menos, de nuestro universo... solo existe un agujero de gusano como el que vi, de tal tamaño y al que rodea toda una galaxia, por lo que no puede encontrarse en otro lugar.

—Pero no me cierra, ¿cerca de uno de esos «hoyos» no debería atraerlo su gravedad?

—Nath tiene razón, nena. —Opal se incorporó, ya con más control sobre su cuerpo apenas recuperado, le acomodó con delicadeza uno de esos mechones sueltos a su igual.

—Pasa que está, como dije, en el centro de la galaxia. Ese planeta se encuentra a unos miles de años luz, por lo que no parecía estar siendo absorbido.

—En todo caso tendremos que ir con cuidado.

     Y, tras completar aquella frase, Liam se incorporó. Luego sus hermanos, seguidos por las gemelas. Aun cuando siguieran nuevamente la pista ciega de una visión repentina, creían con algo de lejana certeza en la palabra de Rose. Uno de los trillizos creó un nuevo portal que los sacó de esa parada suya para llevarlos a una especie de cápsula elíptica que flotaba en la atmósfera del planeta, lo que podrían llamar una nave espacial, usada hasta entonces para recorrer pausadamente una zona reducida. Esa máquina les permitía viajar distancias mucho mayores a las que los muchachos podían aspirar con sus habilidades, dando algo así como un salto espacial luego de que la mayor de las chicas ingresara unas coordenadas a su computadora. Dicha máquina había sido construida por Davhet, cuya función original era la de ayudarlo a conquistar distintos mundos una vez que tuviese el de ellos bajo su control. En solo un par de segundos podía llegar a donde las naves convencionales tardarían varios meses, siempre y cuando se conociera su destino.

     Como entonces tenían una idea más real de a dónde querían ir, el salto fue más que necesario. De otra forma podrían tardar varios meses, quizás varios años, en llegar a su próxima parada. Mas, al final, sería poco más que una pérdida de tiempo, como dirigirse directo hacia un inminente suicidio. Por ello usaban la nave de su padre, cuyas dueñas no recordaban el momento o lugar cuando y donde la encontraron, aunque había algo que sí sabían con certeza: era la primera vez que les era así de útil. Opal se encontraba sentada a un costado, sobre un amplio sofá que ocupaba todo el largo de esa pared, observando el espacio moverse a grandes velocidades a través de un ventanal casi tan grande como su asiento. Se la notaba cansada y distraída, su hermana se le acomodó al lado, viéndola de frente. Ella no la miró sino hasta que rozó ligeramente sus dedos con los propios.

—¿Qué te inquieta? —Opal negó con un breve movimiento de su cabeza, bajando al mismo tiempo la mirada.

—Este viaje... no es que desconfíe de ti, hermana, solo que... a medida que lo pienso, todo suena más...

—Loco —la interrumpió, sujetando entonces la mano que hasta ese momento no se atrevía a sujetar—. Pero debes creerme, se sintió tan real como te siento a ti, ahora.

     Su gemela le dirigió unos segundos la mirada, asintiendo de manera casi imperceptible y volviendo un instante después a observar el universo. Pasó una buena cantidad de minutos hasta que creyeron llegar a su destino. Una galaxia increíblemente luminosa, cuyo movimiento era más que evidente por lo que, supusieron, la gravedad era cada vez más alta a medida que se acercaban al centro, y que aun en sus zonas más alejadas, la presión que habría sobre sus hombros sería mucho mayor a la que estaban acostumbrados. Y, en el medio de todo aquello, un agujero de gusano, de proporciones inimaginables. Solo se acercaron hasta una distancia que consideraron segura, no querían terminar dentro de ese hoyo negro. Les tomó menos tiempo del que esperaban el encontrar una estrella como la que buscaban en la zona que se permitían recorrer. Al adentrarse más hacia la Gigante Naranja, vieron a Rose abalanzarse sobre la ventana y, a la vez, sobre su hermana. El resto la observó, sorprendidos en cierto modo por su reacción. Opal se quejaba de la mujer que tenía encima.

—¡Ahí está, eso es lo que vi! —Señaló un planeta enorme, cientos de veces mayor al tamaño de su hogar, de tonalidades entre amarillas y marrones, con bellos anillos a su alrededor. Su hermana logró quitársela de encima, dirigiendo la mirada hacia donde ella señalaba, al igual que sus amigos, quitándoles algún suspiro ante el asombro que les provocó encontrarse con una imagen exacta de lo que Rose había descrito tiempo atrás. Ya casi no les quedaban dudas.

Critical Mistake © #O&R1 // EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora