Tras no mucho tiempo entró a aquella habitación en silencio, acelerado y con una pequeña sonrisa en los labios, el menor de los trillizos. Opal le dirigió lentamente la mirada, abriendo los ojos algo emocionada al notar que se trataba de él. Su hermano se giró al ver la expresión de su amiga, Nathan estaba demasiado ocupado intentando mantener estable a la gemela restante como para alterarse. El chico casi albino se acercó a la mujer con sus mismos tonos, tomando sus manos.
—Encontré a alguien que podría ayudarnos, no es algo seguro...
—Pero es lo único que tenemos. —Ella se sonrió con los ojos cristalizados, abrazó a Liam por un par de segundos y, al alejarse nuevamente de él, sus ojos tenían un brillo distinto que alegraba a los dos muchachos delante de ella—. ¿Qué debo hacer?
—Hay historias, más bien leyendas... sobre una cultura, en medio de un planeta pequeño a unos cientos de años luz. Estas hablan de una piedra que supuestamente fue regalo de su dios y que cada milenio «barre» con todo lo malo para darle más espacio a lo bueno... una gema que se alimenta de la energía del planeta.
Luego le habló del sujeto que le dio tal información, creía que podían confiar en él. A Opal, esto bastaba para serle de consuelo. Decidieron ir con ese sujeto a dicho planeta en cuanto Rose despertara, así estarían seguros de que se encontraba bien. Como si pudiera oír a su hermana, ni bien lo mencionó, Rose comenzó a removerse. Nathan lo destacó con algo de gracia, asegurando que pronto estaría de nuevo con ellos. Como el tiempo que llevaba inconsciente era similar al que pasó Opal en ese mismo estado, él asumió que se encontraría con una misma debilidad que ella al despertar. Al decírselo, la única chica despierta creyó oportuno usar con su hermana esa herramienta suya para darle nuevas energías, pero dudaba de su efectividad. Quizás el hecho de haber sufrido uno de esos ataques antes interfiriera en ello.
Así que, en lo que Rose despertaba, su hermana y dos de los trillizos fueron a prepararse para aquel viaje: estudiando la ruta, tratando de descifrar la distancia exacta para intentar hacer un portal que los apareciera allá, puliendo los últimos detalles con aquel tipo que le pasó la información, todo lo que hiciera falta para asegurarse un éxito, en la medida de lo posible, teniendo en cuenta que se estaban basando en las historias de un primitivo pueblo a mitad del universo.
Una vez más, y como parece ir siempre en lo que va de esta aventura, estaban colgando de un hilo aislado con posibilidades escasas, muy vagas de conseguir su objetivo. Pero, a su vez, y por mal que parecieran ir las cosas momentáneamente, podrían decir que tenían la suerte de su lado. De esta manera lograron entretenerse hasta que despertó Rose, siendo advertidos por ella misma. Cuando abrió los ojos aún recostada en la habitación, su hermana, bastante lejos de ella, sintió como se abría paso dentro de su mente.
—Ya volví, hermana —oyó la luz en lo profundo de sí, como un eco, o un pensamiento. Sus amigos vieron esa expresión en su rostro y no tardaron en comprenderla. Pronto Opal corría hacia el cuarto donde su gemela comenzaba a recomponerse, con el dúo detrás de ella.
Al entrar se encontró con que las advertencias de Nathan eran ciertas: se notaba el deterioro en la imagen que resultó de Rose vuelta a la razón. Caminó entonces hasta la cama, del lado contrario al que se encontraba aquel sujeto de cabello castaño. Se sentó al costado de esta y con ayuda del hombre a su derecha acercaron a la morocha hacia su cuello, de donde pudo beber la misma sangre que corría por sus venas, recuperando parte de su energía perdida. Tras unos segundos, Opal la miró dudosa y bastante aterrada.
—¿Rose?
—Tranquila, ya estoy mejor.
Sonrió levemente para ella, aliviándola. Lo siguiente fue ponerla al tanto de la situación en la que se encontraban, el viaje al que se someterían para buscar la gema que aparentemente habían encontrado. Quién apenas se incorporaba sonrió, algo dolida en el fondo.
—No creo poder aguantar mucho.
—Alguien deberá quedarse con ella, es peligroso dejarla sola —anunció Liam, ofreciéndose a tomar tal responsabilidad. Pero su hermano Nathan le negó la idea, pidiendo que fuera a su expedición.
—Es tu contacto, tu descubrimiento, no te quitaré eso. Yo me quedo.
No insistió, tal vez no se atrevía, tal vez no lo deseara. El caso es que aceptó sin rehusarse a los pedidos de su hermano. Sin esperar mucho más, los tres se pusieron en marcha. El tiempo no era un lujo que pudieran darse. En menos de media hora eran solo ellos, Rose y Nathan, en aquel planeta suyo, del tamaño que podría tener Mercurio, en un sistema solar como el nuestro.
—Mantente quieta, concéntrate en mi voz, trata de no dormir... y todo estará bien.
La chica sonrió y con un ligero ademán aceptó sus condiciones, tratando de cumplirlas lo mejor posible. Aquel tipo se aferraba a la idea de que, al igual que lo logró su hermano con Opal, distraerla con algo más ayudaría a evitar una posible tragedia. Nunca se había imaginado el terminar así: soltando bromas sin gracia para asegurarse de que, a quien alguna vez juró odiar, sonriera, girara los ojos con fastidio o dejara escapar una pequeña risa. Todo intentando que no se quedara dormida, cayendo en un sueño del que no pudiera despertar. ¿Qué lo impulsaba? Creía que la idea de esa rubia alterada desquitándose contra él le traería más problemas de lo que le costaría no dejar a su hermana en manos del destino. ¿Era eso realmente, temor a la reacción de esa chica?, ¿o algo más?
Por otro lado, Opal estaba inquieta, caminaba con cierto nerviosismo a la hora de mover el piso con sus pies, o sus pies con el piso. En eso pensaba para distraerse hasta llegar al encuentro de ese hombre desconocido para ella, el contacto en quien su amigo le impulsaba a confiar. Cuya relación o el motivo de que Liam tuviera tanta fe en él desconocía de manera alarmante. Se consolaba pensando en ello, en todo aquello que los demás pasarían ligeramente por alto en tal situación. Sabía que de otra manera sus miedos la dominarían. En ese caso, y su suerte no lo quisiera, todo el esfuerzo que hubieron puesto en esa supuesta misión terminaría por considerarse malgastado. Derek la nombró desde sus espaldas, sin elevar demasiado la voz, dándole un ligero «toque» sonoro que la obligó a reaccionar. Asintió la rubia al verlos, a él y su hermano, avanzar hasta quedar uno a cada lado de su cuerpo. Caminaban desde entonces los tres en una misma línea, acortando de igual forma la distancia entre ellos y ese hombre cuya identidad era una incógnita para un tercio de ese grupo.
—Cuando lo encontremos, él nos llevará a ese planeta del que te hablé. Por favor, no te preocupes. —El joven de apariencia dulce y comprensiva posó momentáneamente su mano derecha sobre el hombro de la chica, quien esbozó una ligera sonrisa al oírlo, aceptando aquella sugerencia como lo más conveniente para tal situación.
Volvió a centrarse en todo lo ajeno y, a la vez, interno de esa situación. No conocía el lugar donde se hallaban. Algunos kilómetros atrás este había tomado la forma de una ciudad olvidada y empobrecida. Veía con lástima los puestos con sus vendedores refugiados del sol llenos de baratijas poco valiosas. Posó entonces la mirada en el suelo, parecía arena, pero estaba segura de que no lo era. Tenía mayor similitud al aspecto del polvo que se forma entre el pavimento luego de muchos años bajo los rayos constantes de una estrella, más aún si ese lugar tenía cinco. ¿Realmente eran soles? Oyó por ahí que se trataban de grandes lámparas, enormes, que mandó a colocar su rey como castigo por algo que los campesinos debían tener muy en claro, ya que no los escuchó nombrarlo.
—Opal, ¿sigues aquí?
La voz de Derek volvió a sacarla de su mente, haciéndole olvidar por completo el tema de los soles, o lámparas. ¿En qué estaba pensando? Ya no lo recordaba. Asintió. Al reaccionar estaban penetrando en una pequeña carpa, parecida a todas las demás que habían visto en su camino. Pero en esta, el único animal que vio desde su llegada estaba resguardando la entrada. Aquel ser era parecido al de una foto que encontró en el cuaderno su madre: un león, de mayor tamaño y colmillos más largos, pelaje puntiagudo y melena de apariencia rocosa. Se puso en dos patas, superando por mucho la altura que ella o sus compañeros presumían, y les dejó pasar.
ESTÁS LEYENDO
Critical Mistake © #O&R1 // EN AMAZON
Bilim Kurgu¿Qué ventajas trae la eterna juventud? ¿Es tan emocionante como dicen la vida eterna? ¿Hasta qué punto llegaría alguien por un inmenso poder? Cuando posees cables en vez de venas, un chip en lugar de conciencia, y chispas donde habría emociones, l...