Entraron Opal y los hermanos al castillo, deseando un momento de paz. Rose se quedó fuera alimentando al ave gigante. Por un lado, Liam y Nathan dieron una vuelta cuya intención era ponerse al tanto con todo lo ocurrido en ambos lados de la historia. Mientras que en la sala principal se encontraban Derek y la gemela «buena», ella le contaba lo exaltada y nerviosa que se hallaba en ese momento. Temía no saber dónde buscar sus gemas, sufrir otro ataque o que Rose sea controlada de alguna manera por el poder de esas piedras. Además, estaba ansiosa. Nunca, en todo el tiempo que llevaban con ello, desde el primer día en que perdió la consciencia, se había sentido tan viva.
—Debo admitir que es... divertido. Llevaba tantos años en este pequeño planeta... Lo conozco de punta a punta, y ya había olvidado lo que era viajar a través del universo.
Soltó un pequeño y breve suspiro, sonriendo ligeramente de lado. Él, que no estuvo diciendo demasiado, le devolvió la sonrisa. Simple, sin mostrar los dientes y con los ojos entreabiertos. Opal sintió, por primera vez, algo extraño al verlo. Bajó la mirada, echándose hacia atrás algunos mechones de cabello y acomodándolos detrás de su oreja. Al rozar sus propios cabellos blancuzcos con la parte incorrecta de la mano, sintió un terrible ardor en donde la perla le quemó. Derek lo notó y sin decir nada, como hasta entonces, se levantó. Ella estuvo unos minutos observando con cierta incomodidad la palma de su mano, tratando de asimilar la posibilidad de tener también una cicatriz a pesar de su amplia y veloz capacidad de sanarse a sí misma. Luego de un rato pensando en ello, su amigo regresó.
—Extiéndela.
—¿Para qué...?
—Solo hazlo.
Esa voz tan tranquila y por momentos autoritaria la convenció. Él volvió a sentarse a su lado, viéndola de frente. Al extender Opal su mano, Derek la sujetó delicadamente por la muñeca y sacó de sus espaldas unas vendas enrolladas. Con cuidado de no irritar la herida se dedicó a cubrirla. La chica nada más lo miraba. Cuando ya estuvo totalmente vendada, rodeó su muñeca con algunos centímetros restantes de esa tela para luego sujetar su extremo, así no pudiera salirse tan fácilmente. Luego, también desde atrás de sí, extrajo un guante negro sin dedos y con detalles en cuero que le colocó sobre las vendas. Opal levantó la mirada, ese chico aún se lo estaba ajustando, por lo que no la veía a los ojos. Fue entonces cuando desde el que sería un patio trasero alcanzaron a oír la voz de Nathan, quien les pedía ir hacia allá, y luego la de Rose, enfatizando en la posible urgencia de que lo hicieran pronto.
—Listo, ¿vamos?
—Sí... claro.
En ese momento Derek levantó la mirada, si ella no lo conociera bien diría que le guiñó un ojo, pero no le dio tiempo a planteárselo ya que se puso velozmente en pie. Imitó el gesto, siguiéndolo hacia la parte trasera de aquel castillo, encontrándose con el resto de su equipo admirando una gran construcción, aunque no tanto como la que existía desde antes. El asombro fue evidente en los recién llegados. Su estructura era similar a la de un quiosco de los que pueden verse en algunos parques o plazas. Sus columnas blancas con cierta semejanza a las griegas estaban lo suficientemente espaciadas entre sí para darle una forma ovalada a la estructura, tenía un pequeño es-calón que terminaba en el piso de madera oscura que contrastaba perfectamente con los pilares y el techo de la estructura. En el centro del mismo había un simple sofá colgante como para dos personas en el que Liam estaba sentado, parecía hecho de acero y era de un negro metálico precioso, a cada lado de los pilares se veían macetas de arcilla con bellas y coloridas plantas en flor.
—Estaba con Nathan, hablando alegremente de la vida —comenzó Liam, con una sonrisa bastante animada mientras se balanceaba en el aire—. Y cuando llegó Rose, esta cosa apareció.
—Literalmente salió de la tierra —acotó su hermano mayor.
—Que extraño, y eso que vivo con una cosa extraña.
Opal se ganó un reclamo de su hermana, entre risas comenzó a acercarse a ese misterioso sitio. Entró en él a paso lento, admirando con cierta incertidumbre cada detalle del que se percataba. Desde los diseños en las barandillas que unían cada soporte con su contiguo, hasta las vetas más claras en la madera del suelo. Finalmente fue a sentarse junto a Liam mientras los demás la observaban en silencio. Pero al hacerlo, el sillón comenzó a balancearse a un compás distinto del que antes tenía. Ninguno de los dos lo movía ni corría viento en absoluto. El resto vio cómo lentamente desaparecían frente a sus ojos, dejando de un momento a otro el asiento vacío.
—¿Qué acaba de pasar?
—Ni idea... —Rose y Nathan, respectivamente, se vieron entre sí. Derek se acercó un poco más a ese misterioso quiosco, supuestamente mágico, tratando de descubrir algo que explicara lo que acababan de ver.
Mientras tanto, ambos personajes de tonos claros aparecieron en una habitación completamente blanca, donde apenas podía verse el comienzo de las paredes y el final del suelo. Su forma podía asemejarse a la de un barco: con un muro bajo y recto justo detrás del asiento en el que aparecieron, y una larga plataforma que lo separaba de otra pared semicircular más alta. Justo frente a esta última se podía ver lo que asemejaba ser una vitrina, aunque, en realidad, parecía ser nada más que un muro separado del resto que a lo ancho resultaba estar separado por la misma distancia de ambos bordes a cada lado del suelo. Decidieron acercarse, pero al llegar a una determinada distancia de aquella pared paralela a la curvada, Liam ya no pudo avanzar. Un campo invisible se lo impedía, pero Opal siguió sin problemas. Volteó para mirar a su acompañante, él se encogió de hombros incitándola a seguir, por lo que ella obedeció. Rodeó la pared individual, notando que estaba unida nada más al suelo, y que en altura era igual a ella. Posó la mano sana sobre su superficie. Un leve fulgor surgió antes de que en la vitrina aparecieran dos huecos poco menores que la palma de sus manos. Tenían forma de óvalo en vertical y debajo de cada uno había pequeñas inscripciones en su lengua natal. Sobre ambas, como título, estaba escrito su nombre en la escritura del mismo idioma.
—¿Será para que ponga mis gemas?
—Es posible, ¿qué es lo que dice?
—Bueno, aquí... —señaló la parte superior, cuyas letras eran más grandes y legibles. La caligrafía podría decirse que estaba en cursiva— diría algo así como «Princesa Opal», ya sabes, mi creador era el rey de este lugar.
—Claro, ¿y debajo?
—En la derecha dice «base», en la izquierda pone «extra».
—Y eso apareció cuando lo tocaste, además de que solo tú pudiste pasar y que llegamos aquí cuando te sentaste en el banco ese.
—Sí, y este de por sí salió de la nada al llegar Rose. Creo que debería traerla.
—Primero hay que descubrir cómo saldremos de aquí...
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Science-Fiction¿Qué ventajas trae la eterna juventud? ¿Es tan emocionante como dicen la vida eterna? ¿Hasta qué punto llegaría alguien por un inmenso poder? Cuando posees cables en vez de venas, un chip en lugar de conciencia, y chispas donde habría emociones, l...