Capítulo XIX

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     Bajaron hacia ese planeta rocoso, la gravedad por poco no era tan fuerte como lo habían imaginado, así que les fue bastante complicado acostumbrarse al peso de sus cuerpos. Debieron ponerse en marcha, Opal tenía breves colapsos cada cierto tiempo, lo que preocupaba a su gemela. Buscaban algún pueblo, ciudad, civilización, cualquier sitio donde hubiese algo de gente, al menos una persona que pudiese decirles algo sobre la gema que necesitaban. Tardaron más aún en cruzarse con alguien, entonces una pequeña niña les salió al paso buscando una especie de pelota que se le había escapado. Al detenerse, atrapar su juguete y voltear para volver por donde vino, notó esos cinco pares de ojos sobre su pequeño cuerpecito, los analizó unos segundos, poniendo especial atención en Opal. Dejó caer la pelota, sin desprender la mirada de esa mujer, y se acercó algunos pasos más hacia ella. Dijo, luego, con una voz chillona e infantil, una pequeña frase que dejó con los ojos bien abiertos a ambas hermanas.

—¿Qué dijo? —preguntó Liam, la morocha les dirigió la mirada antes de reaccionar. Opal se arrodilló, quedando a la altura de la niña.

—Que se parece a su madre —su hermana respondió a la más pequeña en esa misma lengua, quitándole una bella y casi invisible sonrisa. Los trillizos volvieron la vista hacia Rose—. Le hizo una broma, algo como «mejor, distinto sería parecerme a tu padre».

     A Nathan se le escapó una pequeña risa, al oírlo, sus hermanos optaron por ahogar una propia. Totalmente ajenas a ellos, ambas niñas mantenían una breve conversación. Tras un rato, Opal logró sacarle algo de información a la pequeña. Finalmente y sin saber los demás cómo o por qué, la mujer de blancos cabellos los dejó caer libremente sobre sus hombros, desarmando el moño que traía normalmente y entregando a la niña esa cinta con la que solía atarlo. Ella rió, una risa aguda y melodiosa, para luego irse. Opal se puso de pie, giró hacia sus amigos mientras se acomodaba el fleco que le cubría en parte los ojos, y les regaló una sonrisa como la que antes llevaba la habitante de aquel planeta.

—Te queda bien, nena —mencionó su hermana entre ligeras risas—. Por lo visto ya sabes dónde ir.

—Claro, síganme, hay que subir una montaña... Bueno, no, un volcán.

     No supieron si fue la sonrisa en su rostro o la naturalidad con que lo dijo, pero la frase tuvo otro impacto sobre quienes la oían. A Rose se le escapó una risa que interrumpió velozmente cubriéndose la boca, su hermana también rió. Los trillizos las veían algo confundidos, ¿acaso no sabían lo que era un volcán? ¿Qué les daba tanta risa?

     Al rato ya iban todos ellos camino a ese monte enorme que en cualquier momento podía explotar acabando con más que sus esperanzas. E igualmente, las gemelas caminaban decididas, bastante animadas, hacia la cima de aquel volcán. Por momentos sus amigos no las comprendían, creyendo que había grandes fallas en su sentido del peligro y que sobrevaloraban sus habilidades, restándole importancia al estado degenerativo que momentáneamente poseían. La realidad era que sí, Rose siempre había sido así de impulsiva y a Opal, por alguna razón, la animó notablemente esa conversación con aquella niña. Entonces realmente parecía no importarles las posibles consecuencias durante esa parte del viaje, lanzándose a lo que les estuviese esperando. A lo largo del camino se encontraron, por fin, con varios poblados, en los que la gente literalmente pasaba por alto su presencia. Tal vez los veían, saludaban y seguían con lo suyo, demostrando la poca importancia que para ellos tenían los extranjeros. Creyeron entonces que solían llegar muchos visitantes de otros sitios a ese planeta, por ello no les era raro verlos.

     Los muchachos, además, no podían crear un portal para llevarlos a su destino, dado a que nunca habían estado antes ahí y, si lo intentaban, podían terminar en un río de lava, así que les tocó caminar todo el sendero. Aunque por momentos Rose le jugaba alguna que otra carrera a Derek, manteniendo entretenido al resto durante un rato al menos. Tardaron, pero finalmente lograron llegar al punto más alto del volcán, divisando en el centro de su «boca» un pedestal como en el que se encontraba la perla negra. A diferencia de que, en esta ocasión, la piedra era visiblemente blanca. El cielo había estado cubierto por algunas nubes desde que llegaron, por lo que la luz de su estrella era cubierta por alguna de ellas cada cierto tiempo. La que entonces cubría esa esfera naranja se apartó, dejando que pequeños haces de luz se filtraran hacia ellos. Al ser la piedra alcanzada por uno de estos, comenzó a reflejar hermosos colores. Nathan identificó la gema como un ópalo, Liam mencionó con gracia lo oportuno de ponerle tal apodo. Tras unas breves risas tocó pensar en cómo llegar a ella.

—Intenta hacer que venga a ti, tal vez actúe como las mías.

—Pero primero la tocaste, no sé si funcione de esta manera.

—No creo que haya muchas más alternativas —comentó Derek, a lo que debieron darle razón.

     Entonces la chica cedió, acercándose al borde de aquel acantilado lleno de lava. A tal distancia del pedestal, el ópalo comenzó a brillar, todo indicaba que funcionaba igual que las piedras ya conocidas. Ella observó su mano derecha, vendada y con el guante de cuero en ella, luego observó la izquierda, sana, decidiendo elevarla en lugar de la otra. Al hacerlo, la piedra se sacudió en su lugar antes de acercarse velozmente a ella, llegando a su mano. Luego, al igual que en el templo, comenzó a temblar la tierra. Desde dentro del volcán surgió otra piedra, un ópalo estrella, aproximándose hacia su contraparte más clara. Entonces el suelo pasó a temblar más fuerte, cosa que antes no había pasado. Los demás se le acercaron, pudiendo ver como toda la lava del volcán se enfriaba precipitadamente, convirtiéndose en piedra.

—Creo que mejor nos vamos —mencionó Rose, el resto accedió sin pensarlo demasiado, apartándose a medida que el terremoto empeoraba. Tras unos momentos, hasta el mismo monte temblaba furiosamente, el grupo comprendió que estaba por hacer erupción, pero al estar tapado probablemente explotaría. Por ello y con la ayuda de un portal, volvieron a su nave, justo a tiempo para ver cómo el planeta entero se fragmentaba, comenzado a destruirse. Entendieron, algo tarde tal vez, que no había sido solo un volcán el que quedó obstruido.

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