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Capítulo XX

     Por fin, después de mucho tiempo buscando, ambas gemelas tenían sus gemas. Una de ellas era la base de sus poderes, las volvía estables, dándoles mayor control sobre sí mismas y sus habilidades; la otra los extendía, aumentando su capacidad. Cada una, para las dos, representaba las etapas más importantes de sus extensas vidas, correspondiendo su piedra base a la primera: su inicio, y la de capacidad extra a su contemporaneidad. El bien y el mal, ambos latentes en el interior tanto de una como de otra, nada más que sus acciones reflejaban el cómo ellas mismas se querían considerar.

     Volvieron a su hogar. Se dirigieron al templo. Opal iba con un nudo en la garganta, acababa de ver un planeta entero volverse polvo por su culpa y no podía quitarse el rostro de aquella niña de la mente. Rose intentaba animarla, cuando estuvieron dentro de ese templo al que correspondían tantos años de dolor en el pasado, lo notaron diferente. No había cambios visibles, nada era del todo distinto, tal vez las que habían cambiado eran ellas.

     Repitieron el mismo procedimiento que con una de ellas tiempo atrás, su hermana posó la mano sana sobre aquella vitrina, haciendo aparecer un lugar donde ubicar ambos ópalos. Al entrar cada uno en donde correspondían, un mecanismo pareció activarse. La pared totalmente blanca donde habían colocado todas las gemas descendió, volviéndose una con el suelo. Momentos después surgió del mismo sitio una pequeña máquina, similar a una cámara, que les enseñó una imagen holográfica tamaño real. Las dos observaban atónitas lo que ocurría, más aún cuando reconocieron en ese espectro la silueta de su madre. El holograma comenzó a hablar, sonriente, contagiando alegría, pureza y bondad. Cada una de las hermanas se mantuvo atenta a lo que decía.

—Yin, Yang, hijas mías —dijo en primer lugar, revolviéndoles el estómago a las dos, llevándolas a esa antigua época—. Como sé que jamás las llegaré a ver, pretendo hacer un video en el que ustedes puedan hacerlo al menos. Ya conozco el plan de Davhet. Estaré enamorada, mas no soy ilusa. Entiendo muy bien que su nacimiento acarreará mi muerte, que al principio él las usará como un arma para vengarse, pero entiendo también que no ve el potencial de lo que hace. Serán seres increíblemente poderosos, seres que traerán equilibrio a nuestro universo, por eso tienen esos nombres. En mi mundo, el que aún no ha nacido, eso representan: luz y oscuridad, noche y día, armonía entre las fuerzas opuestas más grandes.

—Eso explica muchas cosas, Yin —mencionó Rose con algo de gracia, su hermana frunció ligeramente el ceño sin despegar los ojos de la ilusión que reflejaba a esa hermosa mujer. La oscuridad dominante en ese lugar permitía que la luz surgida de esa imagen relumbrara sobre sus rostros, dándoles un ligero color azulado.

—Les contaré algo, anteanoche tuve una visión, parecía simplemente un sueño, pero estoy segura, por razones desconocidas de que es totalmente verídico. Las vi a ustedes, sus cuerpos robóticos inertes, mi partida, pero también vi algo más. Mejor dicho, lo sentí. Eran dos esencias, creí que femeninas, invisibles pero presentes, observando la escena. Sufrían, pero no podían dejar de mirar. Por algo que no comprendo, siento que podrían ser ustedes, no estoy segura de cómo, solamente lo pude sentir. Desperté con la sensación de que sabía algo nuevo, y una de esas cosas es que sus aventuras serán increíbles, vivirán cosas impensadas, conocerán más que la mayoría. Así como sé también que habrá una batalla eterna en su interior, el mal y el bien luchando por dominarlas, pero serán fuertes, podrán soportarlo... Una última cosa: Yang, cuida a tu hermana, soñé también que será inestable y necesitará un empujoncito para ayudarse a sí misma. Yin, que tu maldición no te impida vivir felizmente, y mantén a tu gemela con los pies sobre la tierra, le será útil algo de razón.

     Luego se oyó la voz de su creador desde sus espaldas, por lo que esa mujer se despidió apresuradamente, cortándose la imagen. Tanto Opal como Rose se observaron entre sí, sintiendo tal vez cómo un capítulo en su vida terminaba, sintieron unos momentos de paz. Se sintieron vivas, más que nunca. Tras regalarse un par de sonrisas volvieron con el resto del equipo a contar lo que había sucedido, dando un posible cierre a la aventura más interesante que habían tenido hasta entonces.

     Pasaron algunas horas, se habían separado y, al caer la noche, compartían de formas diferentes un rato de tranquilidad. Rose y Nathan habían vuelto al acantilado, sentándose los dos como en otra ocasión lo habían hecho. Los dos mayores creyeron realmente necesario algo de tiempo a solas, tal vez para procesar todo lo que había ocurrido hasta entonces. Por otro lado, Opal, Derek y Liam compartían unas bebidas sentados sobre el techo del castillo, en una de las partes más bajas del mismo.

—Esto fue... wow —dijo tras un rato de silencio el menor de los hermanos presentes, sentado a la derecha de su amiga y a la izquierda del restante—. Realmente no creí que todo esto fuera a acabar en algún momento.

—No lo siento así del todo, creo que aún hay algo, una pieza faltante.

—Deree, cariño, concédele esto al menos, todos estamos agotados y nos vendría bien descansar un poco de tanto ajetreo.

—Hablemos de algo más, ¿sí? ¿Entienden que Rose y Nathan están solos, técnicamente del otro lado del planeta, y no parecían querer matarse?

—No sé si seré la única, pero creí notar algo de química entre ellos.

     A Derek se le escapó una ligera risa, luego ella también se unió, incluso Liam contenía las ganas de reír. No era ilógico, habían pasado muchas cosas y, supuestamente, del odio al amor hay solo un paso. Pero les era casi inimaginable la idea de ese dúo unido, tras tantos años de rivalidad.

—Habrá que ver lo que ocurre, yo creo que se ven lindos.

     Y, como si la hubiese oído, su hermana se estremeció. Quien nada más observaba el firmamento desvió hacia ella la mirada, Rose se excusó diciendo que se trataba nada más de un escalofrío, a él pareció convencerle.