Capítulo XVI

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     Liam dio unos pasos hacia atrás, tratando de ver en su totalidad aquel panorama, Opal se colocó a su lado, viendo en la misma dirección. No se divisaba un posible final en la pared semicircular, poco a poco su blanco color se dispersaba y tomaba los de una noche estrellada. A cada extremo de tal estructura acababa el suelo, continuando en una caída al vacío. El piso seguía varios metros alejándose de la vitrina y finalizaba en una especie de sofá, también del todo blanco, detrás estaba aquel muro más pequeño que dejaba ver perfectamente el cielo y las estrellas. Parecía que estuvieran en una plataforma no mucho mayor a lo visible, suspendida en el medio del espacio. Ya rendido, tras varios minutos de observar todo lo posible, él se volvió a sentar. Del otro lado, quienes pensaban en cómo devolver a sus amigos, trataban de reconstruir la escena. Derek tomó el lugar de su hermano y Rose, el de la suya. Pronto la hamaca comenzó nuevamente a moverse. Pero, esta vez, únicamente desapareció ella. Cuando reaccionó se hallaba junto al chico que simplemente se había ido con Opal momentos atrás. Él la veía, al igual que la de blancos cabellos.

—¿Rose? —Su gemela se acercó al verla, ella analizaba sorprendida el nuevo ambiente donde se encontraba.

—¿Dónde estamos...?

—No lo sé, ¿tienes las gemas contigo?

     La rubia parecía exaltada, Liam comprendió que trataba de descubrir cómo funcionaba dicho lugar. Rose asintió, poniéndose en pie cuando Opal lo pidió. Las dos se acercaron nuevamente a la vitrina, como fue de esperarse ambas pudieron hacerlo sin problemas. Quien ya llevaba un poco más de tiempo allí, volvió a repetir el proceso de algún rato antes, haciendo aparecer nuevamente «su placa». Al verlo, la morocha dejó escapar una acotada e irónica risa.

—Hace mucho no te hacías llamar así, querida.

—Espera, ¿qué dice entonces? —preguntó el muchacho desde la distancia que tenía permitida.

—Su nombre, claro. —Ella sonrió—. ¿En serio creías que realmente nos llamábamos «Opal» y «Rose»?

—Ya, cierra la boca y pon tu mano ahí.

     La recién llegada miró nuevamente en dirección a las inscripciones, dejando a Liam con la duda y a Opal con mala cara por unos instantes. Al posar su mano derecha, a diferencia de su gemela, no solo esa pared cambió, sino todo el lugar que los rodeaba. Ahora se notaban en la pared principal distintas inscripciones, frases, palabras sueltas, todas en un tono negro intenso que contrastaba con su previa blancura. Y, en el centro, dos manos pequeñas y delicadas. Ellas se miraron entre sí comprendiendo al instante dónde se encontraban, dejando en sus gargantas un nudo y una sensación demasiado amarga.

—Bueno, sigamos... —mencionó la mayor, al menos por unos segundos, tras notar la incomodidad de su acompañante.

     Entonces se enfocó en los huecos que tenía su placa: dos circulares, más pequeños que las posibles gemas de Opal. Elevó con lentitud su otro brazo, donde las perlas giraban al rededor una de otra, y les indicó acercarse a los espacios que les correspondían. Los dos restantes se limitaban a observar. La perla blanca se posicionó donde, en su lengua paterna, decía «base», y la segunda en donde ponía «extra». Al estar las dos en su sitio, ambas cavidades se cerraron, resguardando su contenido.

—Ahora toca buscar tus gemas, hermana.

—Eso parece.

     Se les escapó una pequeña sonrisa a ambas, haciéndoles olvidar la incomodidad que les generó previamente aquel sitio. Y bastó simplemente que las gemas se acomodaran en sus huecos correspondientes para que ambas creyeran entender perfectamente a qué hacían referencia, tanto con el significado de las piedras en su mundo como por el color que presumían. Hubo unos instantes en los que nada más se quedaron en sus lugares, mirándose mutuamente, hasta que Liam las hizo reaccionar.

—Chicas... ¿cómo salimos de aquí?

     Silencio absoluto. Ambas clavaron la vista sobre ese chico. Luego, Rose miró a Opal, quien solía encargarse de la parte lógica en sus trabajos. La rubia creyó oportuno repetir lo que hicieron la primera vez, pidiendo a Liam ir primero. Él obedeció, dudando que el resultado fuera a ser otro respecto al de minutos antes. Pero cuando volvió a sentarse en el blanco sillón, desapareció. Esa chica estuvo al borde de saltar por la emoción. Su hipótesis era cierta: ambas debían estar ahí para que alguien pudiera salir. Del otro lado, en casa de las gemelas, Derek y Nathan se encontraban con que su hermano regresaba. Y a este, momentos después, le siguieron las dueñas del planeta que pisaban. Después se enfocaron en contarles sobre ese extraño lugar, uno donde Opal y Rose habían pasado momentos bastante intensos cuando aún reinaba su creador. Luego se percataron, ¿tenían alguna idea de dónde buscar las gemas de Opal?, la respuesta era que no. Mientras lo mencionaban entre varios del grupo, Rose meditaba en silencio.

—¿Me crearían si les digo que tal vez lo sé?

—¿Vas en serio? —Nathan la miró, con una ceja alzada y ciertas sospechas, respondiendo su pregunta indirectamente.

     Ella se encogió de hombros, tal vez fuera por el poder de las perlas, pero creía tener una imagen de dónde hallar las pertenecientes a su hermana. En algún planeta, sabido varias veces mayor al suyo con simplemente mirarlo, y en cuyos anillos parecía haber habitantes. De un tono amarillento o hasta marrón, cerca del cual se veían otros tantos planetas vecinos, girando todos en torno a una gigante de tipo K. No había muchas cerca, pero nadie dijo que debía estarlo. La visión de Rose los confundía. Tenía la imagen aparente de dónde se hallaban esas piedras, veía una estrella, varios otros planetas, pero aún no tenía ni idea de dónde se podían encontrar todos esos elementos.

—Podemos viajar cerca de las Gigantes Naranjas más próximas, si ningún sistema planetario se parece al que mencionas, buscamos algo de ayuda...

—Es buena idea, ¿pero estás dispuesta a ello? —preguntó Liam, mirando a la chica de cabellos albinos.

—Creo que no tengo alternativa.

     Varios le dieron la razón, ya se encontraban al tanto de lo que podía pasar estando sin ellas y no estaban del todo seguros de cuánto tiempo les quedaba. Además, tampoco sabían a ciencia cierta si esas gemas eran realmente la cura, solamente les quedaba ver la lenta mejora de Rose y apostar por ello. Tras pedir al ave descomunal que cuidara la casa y darle para que coma la pata de algún animal que nadie sabe de dónde sacó, la gemela a cargo de su cuidado indicó que se pusieran en marcha. Derek iba refunfuñando por el tan corto período que tuvieron para tomarse un descanso, a Opal daba gracia y, con ella, también a los demás.

Critical Mistake © #O&R1 // EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora