Capítulo 6

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A pesar de la situación de mierda en la que el viejo me había puesto, fui capaz de dormir realmente bien y soñar cosas realmente entretenidas, que me dejaron jadeando. Dios, no tengo consciencia, ¿verdad? Sin embargo, una vez que desperté ya no pude evitar pensar en el sello y en todo lo demás. Hacía tiempo que no disfrutaba de un momento de reflexión tendida en la cama. Más que nada, porque no poseía una cama. En mi antiguo y fugaz departamento, del cual fui echada cruelmente, no tenía nada parecido a una cama cómoda. Y las pocas veces que estuve en una, era cuando intentaba no morirme, por lo que no diría que lo disfruté exactamente. Y sí, lo estaba disfrutando ahora. Acomodar ideas y pensamientos profundos, más allá de la causa, era algo que valoraba.

Permanecí haciendo ovillo un tiempo más, hasta que la luz que se había estado colando por las cortinas de la ventana, comenzó a desvanecerse. Decidí levantarme, había estado pensando en la propuesta del viejo y tenía razón. Él solo intentaba ayudarme a controlar la mierda en mí y yo actué como una idiota. Debía disculparme.

Antes de enfrentar el día... o más bien la noche, me di un baño reparador. Me vestí con mi ropa habitual de mercenaria patea traseros y dejé mi antigua habitación atrás.

En la sala, el viejo Mirt tenía sus manos brillantes en el tórax de Blaz. Sonreí y me dejé caer en el sillón en frente de donde ellos se encontraban.

—Mirt, por favor, trata de no convertir al chico en un sapo —dije sonriendo aún más a la expresión de terror en el rostro de Blaz. No se había convertido en un sapo, pero el color de su rostro había cambiado a un verde pálido.

—¿E-Eso es posible? —preguntó Blaz perturbado y ahora mirando al viejo y a sus manos con desconfianza.

—No exactamente —dijo Mirt, observándome detenidamente. Yo asentí a su pregunta silenciosa e hice redondeles con la palma de mi mano a la altura de mi corazón, para que supiera que sentía toda la mierda que había salido de mi boca esta mañana. Él sonrió y se centró en lo que estaba diciéndole al pequeño Blaz—. Soy un hechicero, solo puedo hacer una ilusión que te cambie y debe ser acorde a tu tamaño. El cambiar totalmente a una persona es trabajo de los magos, pero solo te daría los rasgos de un sapo, algo así como un sapo humanoide.

Blaz tragó, evidentemente no le agradaba esa idea.

—La magia que utilizan es aterradora, ustedes lo son —murmuró.

—Viejo, acaba de llamarte aterrador —reí y él también. La única vez que creí que él era aterrador fue cuando me dio una charla sobre sexo, sip, realmente lo hizo... o más bien intentó hacerlo, puesto que fui yo quien terminó dándole algunos concejos. Tenía dieciséis años, sabía cómo se hacían los bebés y muchas otras cosas entretenidas. Aun así, fue algo aterrador. Pensando en ello, tendré que sentarme con Blaz y tener esa charla. Será divertido.

Mientras el viejo continuaba restaurando la energía de Blaz decidí hacerme un café, aún no había ingerido nada sólido por lo que el ansia revolvía mis tripas junto con el hambre. Podía sentirla ahora más que nunca, pero era como sentirla a lo lejos. Era soportable, como bien había dicho Mirt. Pero también era inquietante, no por el hecho de que está allí y puedo sentirla moviéndose, sino porque está allí y puedo liberarla con una simple palabra mágica. Pero bien, hecho eso a un lado, debo centrarme en la situación en cuestión. El entrenamiento de Blaz llevará tiempo, pero me enfocaré en ello y desde allí avanzaremos. Solo espero que la mierda de los vampiros mágicos no explote aún, más de lo que ya ha hecho.

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