Conoce a Kim, la mercenaria más buscada, temida y odiada por diferentes razas. Ella es un imán para los problemas, pero no se abstiene de lanzarse de lleno en ellos y disfrutar cada momento. Irritantemente desinteresada para unos, absolutamente desp...
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POV Blaz
Pasé horas entrenando en el sótano, las palabras de Kim se habían instalado en mi mente y habían despertado una nueva determinación, ella confiaba ciegamente, y me hacía sentir culpable, había muchas cosas que desconocía y aun así me ha dado un lugar a su lado. Quería protegerla ahora más que nunca. Podía ver en ella una lucha silenciosa, hoy pude notarlo más que otras veces, pequeñas cosas de las que quizás para otros pasen desapercibidas, pero lo estoy notando, hay algo... algo detrás de esa sonrisa que no estoy seguro de querer ver. Sabía que no era el único tratando de ser fuerte, cada quien carga con sus demonios. Pero a diferencia de mí, ella seguía peleando, por mi parte me encuentro estancado en el momento que maté a mi Maestro. Estoy encerrado en mi mente con voces que rasgan mi alma. Si no hago algo, aquellas voces me devorarán, debía luchar y debía ganar.
Me dediqué a entrenar mi magia, al menos la que podía utilizar. Era lo único que podía hacer por el momento. Necesitaba avanzar de alguna forma. Hice una reserva de energía porque estaba seguro que la utilizaría pronto y seguí entrenando mi resistencia respecto a la magia rodeándome, la acumulaba en mi mano y luego la soltaba. Una y otra vez hice lo mismo y a medida que lo hacía era capaz de reunir un poco más. Pensaba en Kim mientras entrenaba, porque necesitaba una razón y ella se ha vuelto en una muy valiosa. Ya no estaba solo, la tenia a ella y no la perdería por lo que, debía hacerme más fuerte para así poder pelear a su lado.
No tenía noción del tiempo trascurrido, pero en un momento el hechicero Mirt se asomó y me informó que saldría, dije que lo acompañaría, pero se negó y me instó a que continuara con mi entrenamiento. Obedecí y me enfoqué en reunir energía ahora con mis dos manos. Mantener tanta energía era exhaustivo, y coordinarla en ambas manos aún más, pero iba mejorando con cada intento. Respiré profundo y solté el aire lentamente, tratando de relajar mi cuerpo y encontrar la calma tal y como me había enseñado Mirt en estos últimos días. Percibí la energía rodeándome, era como sentir una leve briza y yo era capaz de tomarla entre mis manos. Pero no era suficiente. Quería mi propia magia, la cual se encontraba tan alejada que ya casi no podía sentirla.
El solo pensamiento de que aquella chispa de magia desapareciera por completo me puso enfermo. Quería aferrarme a ella, volverla a sentir, pero estaba aterrado. La energía que había acumulado en mis manos estalló por mi falta de concentración, dispersándose en una onda que sacudió el cuarto, derribando algunas cosas a su paso. Me puse de pie con torpeza y maldije mi descuido.
Comencé a ordenar lo que había derribado, tomé un maniquí de entrenamiento poniéndolo de pie en una esquina junto con otros y me percaté de que la puerta que llevaba al otro sótano se había abierto. Me dirigí hacia allí para cerrarla, pero me detuve con la mano en la perilla oxidada. Kim me había dicho de no entrar, pero la curiosidad de ver lo que el hechicero Mirt guardaba dentro me ganó. Él no se hallaba en la casa por lo que este era el momento indicado para hacerlo y debía aprovechar. No era un niño y ya había pasado por varias cosas así que estaba listo para lo que sea.