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Cuando llegamos a la capilla, mi madre entró junto a mi doncella dentro. Mi padre y yo nos quedamos unos instantes fuera.

-Eres mi mayor orgullo cariño.

-Lo sé papá. – le besé en la mejilla-

La gaita comenzó a sonar así que nos adentramos en la capilla. Edgar estaba junto a Don Agustín. Llevaba su tartán cuyos color era combinando los cuadros con negro y azul. El tartán de los Hamilton. Antes de entregarme mi padre, me miró y a la vez gritó.

-Mi tesoro, mi rayo de sol se va de este clan – me besó en la mejilla pero antes de marcharse con lágrimas en los ojos, le agarré del brazo y cuando me miró le contesté.

-Tu tesoro, tu rayo de sol siempre tendrá presente a su clan – mi madre empezó a llorar cada vez más fuerte y mi padre se sentó junto a ella.

Don Agustín nos casó rápido, hoy habíamos enterrado a mi hermana y tanto yo como mis padres decidimos una ceremonia corta. Llegó el momento, dije entre mi cuando nos declaró marido y mujer.

Se acercó a mi con esos ojos negros que cada vez más tenían tonos rojizos, ahora entendía por que le llamaban El Diablo. Me acarició la cara con sus nudillos y acercó su boca a la mia. Cerré los ojos y sentí esos labios gruesos y fuertes. Esa sensación de tranquilidad pero a la vez de nervios, esas mariposas, decidieron aparecer.

Terminó el beso cuando sus hombres empezaron a gritar que viva su señor. Me cogió de la mano y salimos de la capilla bajo una lluvia de flores. Todas las mujeres que trabajaban en el castillo nos estaban tirando flores a la salida. Todas con lágrimas en los ojos.

Fuimos caminando en silencio hacia el salón donde se llevaría a cabo una pequeña celebración.

-Veo a tus padres y a todo el mundo más triste por tu boda que por la muerte de tu hermana – me dijo él haciéndome entender que era buen observador.

-Dicen mi señor que no se debe hablar mal de los muertos – le contesté

-Edgar , me llamo Edgar mujer.

-Y yo Elsbeth, señor

Sonrió. Todavía no me conocía y mis padres por lo que veo no le habían hablado mucho de mi carácter, creo que era lo mejor.

Nos sentamos a la mesa mientras mi doncella me quitó el velo.Mis padres estaban llegando en este momento y se sentaron delante de nosotros. Eramos cuatro en esta mesa por lo tanto decidimos ponernos de lado hacia la gente. Lo entendían.

-Steward, mantendré a tu hija sana y salva, si eso es lo que os preocupa.

-Edgar, no es eso lo que me preocupa – contestó mi padre sonriendo por primera vez aquella tarde – me preocupa más vuestra seguridad.

-No entiendo – le habló mi marido desconcertado.

-Ya lo entenderás. Pero si te preocupa por que estamos así, es por que mi pequeña ha sido, es y lo seguirá siendo nuestro mayor orgullo, mio y de mi mujer.

-Sinceramente os veo tristes – volvió a decirle mi marido.

-Cuando llegó a nuestros brazos, mi querida esposa y yo nos prometimos educarla con buenos modales, los mejores. Pero en todo momento supimos lo que no queríamos, una muchacha que solo sepa quejarse y llorar. Exigir y dar órdenes. Y sabes, lo conseguimos – mi padre me miró y sonrió.

-Edgar, nuestra hija no es una tonta damisela, es eso lo que quiere decirte mi marido – esta vez habló mi madre.

-Estoy deseando ver con quien me he casado – sonrió el y me miró.

Hablaron toda la cena, mientras los hombres de mi marido nos pedían besos y nos vitoreaban.

-Voy a salir a tomar el aire un momento- y levantándome de la mesa me acerqué al balcón.

Estuve un rato sola hasta que escuche pasos a mi alrededor y me di la vuelta dispuesta a sacar la daga de la zona del pecho del vestido.

-Elsbeth – Edgar susurró mi nombre – es la hora cariño – me tendió la mano.

Cogí su mano y los dos fuimos de camino hacia las escaleras. Miré por última vez a mis padres antes de llegar a las escaleras y perderlos de vista. Mi madre, al igual que mi padre tenían cara de preocupación y yo sonreí intentando fundirles el valor y el coraje que yo no tenía. Edgar cuando llegamos a las escaleras me cogió en brazos ante los gritos de sus hombres. Parecían salvajes.

Llegamos a nuestra habitación donde estaba Ana esperándonos.

-Ayudad a mi mujer – le dijo Edgar mientras se quitaba la camisa y quedaba su torso al desnudo .

Esta, me ayudó a quitarme el vestido y me dejó el camisón de seda que tenía debajo.

-Pasame la bata – le dije –

-No, así estás bien – contestó mi marido haciéndole una señal con la cabeza a Ana de que debería abandonar la habitación – te han explicado lo que va a pasar aquí ¿?

-Algo, mi madre me dijo que si serías cuidadoso no sufriría mucho – el sonrió –

-Sufrir es inevitable, pero prometo que tendré mucho cuidado – contestó el acercándose a mi.

Me besó, pero notaba presión en su boca, hasta que comprendí lo que quería de mi, quería que abriera la boca. Su lengua me invadió y sus brazos me pegaron a su cuerpo. Conmigo, besándome fue caminando hacia la cama, una vez que mis piernas pegaron con esta, me levantó y con mucho cuidado y delicadeza me tumbó para luego el ponerse encima. Me quitó el camisón y nos tapó con la manta que había encima.

2.Elsbeth- Saga BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora