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Mi padre se retiró también y nos dejó a Edgar y a mi solos. El estaba de pie junto a la ventana y yo seguía sentada en mi sitio.

-Que vamos a hacer Edgar?

-Tienes que aceptar – me dijo sin mirarme – no te puedes negar a ninguna orden del Rey y más tu, que eres la heredera del clan Steward, eres como un laird más.

-Y tu que harás? No me acompañarás?

-Si, pero yo no seré Rey, no en pleno derecho.

-No te entiendo – y era cierto, no entendía nada.

-Al nombrarte a ti heredera del trono, y más adelante Reina, yo seré el marido de la Reina, el Rey consorte. – se arrodilló delante mia – Elsbeth, yo no podré tomar decisiones, podré aconsejarte pero siempre en la intimidad.

-Pero podrás tener algún cargo en el que me puedas ayudar no?

-No hablemos ahora de eso Elsbeth, aunque el Rey diga que está débil de salud yo lo veo bastante bien, asi que no te preocupes. Por ahora solo serás La Princesa. – me besó y se marchó del comedor.

Yo me quedé hasta bien entrada la tarde organizando la cena y hablando con la cocinera, hasta que decidí subir arriba a cambiarme. Edgar estaba ahí junto a nuestra niña jugando con ella.

-Mandé a varios hombres a mis tierras ya que yo no puedo marcharme y esta noche mi madre vendrá también a cenar, asi traerán a Victoria también.

-Me parece bien – le dije ya que no podía prohibirle la entrada a su madre y menos en un día así

Edgar me ayudó a vestirme con un vestido blanco sin mangas. Me puse un pequeño colgante con un corazón y una vez que nos avisaron que la cena ya estaba lista, bajamos al comedor. En la entrada de casa nos esperaban El Rey y mi padre y todos entramos a la vez.

Mi suegra ya estaba en la mesa, los hombres del Rey, las familias que quisieron acompañarnos hoy y los hombres de mi padre ya estaban bromeando sentados en las mesas del gran comedor. Las chicas comenzaron a servirnos la bebida y más tarde la cena.

-Ha tomado ya una decisión?

-Pero lo que me ha dicho era una pregunta o una afirmación? – el rey comenzó a reir mientras todos me miraban con estupefacción

-Steward, mi sobrina tiene el carácter de su abuela, que por cierto está deseando conocerte. Y no, no era una afirmación quería – siguió – era una orden.

-Pues entonces Majestad, tiene delante a su heredera.

El comenzó a aplaudir contento mientras en la sala se hacia un silencio impresionante. Todos miraban hacia nuestra mesa , hasta el más borracho había dejado de beber para observar. El Rey me tendió la mano que yo decidí coger y ponerme en pie, nos pusimos delante de la mesa para que todos vieran, aunque no se el que.

-Hoy es una noche para festejar – comenzó a hablar – festejar que alguien vuelve al sitio que pertenece, que vuestros lairds y nuestras queridas tierras por las que tanto hemos luchado y tantos hombres hemos perdido, tendrán a alguien que mañana les gobierne. Hoy también quiero festejar que por fin me he reencontrado con parte de mi familia y sobre todo que he conocido a mi sobrina. Señores – miró a todas las mesas inclinando la cabeza – os presento a mi heredera al trono, a nuestra Princesa Lady Steward Hamilton.

Todos en las mesas se miraban unos a otros y los entendía perfectamente. Cuando me contaron todo lo que ahora sabía, mi cara era la misma. El silencio siguió, lo sé por que solo se escuchaban los pasos de mi padre y de Edgar que se ponían delante mia y del Rey.

-Yo – mi padre se arrodilló – me vuelvo a arrodillar ante ti querida hija, y ya no es para reconocerte como la heredera del clan Steward, tu clan, sino para reconocer a la Princesa y aceptar que el día de mañana, estaré bajo tu mando yo y todos mis hombres.

-Papá – cuando se levantó, los que se arrodillaron fueron los hombres de mi padre – te quiero papá – le abracé .

-Yo – esta vez se arrodillo mi marido – me arrodillo ante ti, mi mujer, para reconocerte junto a todos mis hombres como Princesa y futura Reina de las Highlands.

Su discurso no fue tan romántico pero me daba igual, tal y como dijo el Rey, dos de los clanes más fuertes de Escocia me habían reconocido como Princesa. El camino parecía ahora más fácil.

-Y yo, Laird Hamilton, como mi marido que es, le pido que me acompañe, que el día que encima de mi cabeza pongan una corona, esté a mi lado, gobernando junto a mi.

Sus hombres empezaron a gritar. El se levantó y miró al Rey, como pidiendo permiso.

-Eso ya lo sabes Hamilton – me dio la impresión de que se entendían con la mirada – nunca aceptarán a una mujer sola en el trono, aunque seas Rey Consorte por que no eres el heredero, tu deberás estar siempre a su lado.

Después de gritar Larga vida al Rey, Larga vida a la Princesa, todos seguimos cenando. Mi suegra estaba más relajada ahora y parecía que quería acercarse a mi, aunque bien sabía que no se lo permitiría.

Después de la cena, varios hombres empezaron a cantar y a tocar canciones. La gente comenzó a dispersarse por el salón, unos hablando, otros bailando y otros se marcharon.

-Me permite un baile Princesa? – me preguntó el Rey y yo acepté – veo que eres feliz aquí, asi que siento haber estropeado toda tu vida, pero tu país te necesita.

-No ha estropeado nada Majestad, ahora estaré más tranquila por que se que Edgar ya no se marchará tan fácilmente a una guerra, por que se que no se preocupará por ningún ladron de caminos y que no volverá herido, no con cualquier batalla.

-Se ve que os quereís. Durante mi matrimonio también fui muy feliz, aunque siempre hubo una sombra, un vacio entre nosotros y me alegra que vosotros no paseis por lo mismo.

-No le entiendo.

-Fuimos muy felices juntos y aún echo mucho de menos a mi mujer. Me demostró el amor más sincero y más puro cuando me permitió buscarme una amante y tener hijos, y si, tengo una hija que decidió meterse a monja.Pero aunque ella no me exigió explicaciones, y algunas veces jugaba con la niña, ese dolor que su rostro reflejaba cuando nadie la veía,el dolor de una mujer cuyos brazos están vaciós, cuyo vientre no da vida. Ese era el vacio que había entre nosotros.

-No era culpa suya.

-Lo se, y nunca la culpe, acepté que la vida era asi y que lo más importante de todo era ella, que a mi lado estaba la mujer que quería. Por eso siempre intentaba estar todo lo posible con ella, y todos los días cenábamos y desayunábamos juntos y solos, y los viernes nos marchábamos de picnic. Intentabamos poner nuestro matrimonio por encima de algunos compromisos y ese es el mejor consejo que te voy a dar. Si podeís posponer una reunión, fiesta o visita para sacar momentos para vosotros hacedlo, por que esa es la única manera de que el amor sobreviva.

-Gracias – le dije cuando el baile terminó.

-Las gracias te las tengo que dar yo a ti – me dijo mientras se inclinaba y me besaba la mano.

-Majestad – le llamo Edgar – me permite bailar con la Princesa.

-Si hijo, baila con tu mujer.

2.Elsbeth- Saga BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora