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No era la primera vez que Donghyuck se escabullía fuera de su casa durante la noche, pero sí sería la última.

Su madre estaba en un rincón, detrás del sofá. Tenía un ojo morado y su nariz sangraba. Ahora mismo ella se encontraba inconsciente, en medio de una montonera de vidrios y porcelana rota de los adornos que se encontraban en la casa. Donghyuck rogaba por que no se se haya roto alguna costilla luego de que su padre la agarra del cuello y la lanzara por los aires cuando esta intentó evitar que su padre lo golpeara.

El alarido de dolor que esta había pegado cuando cayó y su cabeza impactó con el suelo, era algo que el pelirrojo no podría olvidar nunca.

Lamentablemente su madre no podía salvarlo en estas situaciones.

El hombre sobre él, a quien alguna vez había llamado "papá", quien lo había cuidado cuando fue bebé, quien lo ayudó a dar sus primeros pasos y aplaudió de pie con alegría cuando su pequeño ganó el 3er puesto en la feria de artes, ese hombre que tanto lo había amado, ahora era quien pretendía terminar con su vida.

Sus grandes manos alrededor de su pequeño cuello, dejando marcas que posiblemente nunca se borrarían, asfixiándolo casi hasta la muerte.

Donghyuck intentaba apartarlo. Sus manos ejercían cuanta fuerza pudieran hacia su padre, con sus piernas lanzaba golpes al aire, rogando por lo menos poder golpearlo una vez, mientras que su cara se volvía roja, sus venas se hacían visibles y sin darse cuenta, lloraba.

Su padre miraba sin expresión alguna como él intentaba obtener aunque sea una gota de aire, como aún, al borde de desmayarse, con la vista nublada y los oídos tapados, intentaba rogarle que de detuviera.

Las extremidades del chico daban movimientos erráticos, se contraían y dolían, como mil agujas clavándose en su piel a cada segundo.

Y se fué.

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Era una fría madrugada de sábado en el abrumador octubre. El chico se encontraba sólo y deprimido.

Luego de desmayarse, sólo recordaba haberse despertado en su habitación, con los gritos de su madre de fondo, y una frase que conocía de memoria resonando en sus oídos. "Eres mi mayor error."

Tenía la ropa un tanto rota y marcas rojas en su cuello; su hermosa piel dorada había perdido todo su encanto y ahora estaba pálida, casi como la leche, con labios ensangrentados y oscuras ojeras que contrastaban, dándole un aspecto aún más melancólico.

Tomó sus zapatillas, algo de ropa decente y dinero, se lavó la cara y salió de su casa, con cuidado de no hacer el más mínimo ruido al cerrar la puerta y disculpándose en su interior por no poder ayudar a su madre, y cuando estuvo afuera, cerró los ojos y se largó a llorar mientras corría lo más lejos posible, sin mirar atrás. En varias ocaciones tropezó, trastabilló y siguió.

El frío helado de la madrugada calaba en sus huesos y lo hacía temblar. Paró en mitad de la calle y secó sus lagrimas, miró al cielo y susurró "Prometiste que nos iríamos juntos..."

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Si le preguntaran a Mark cuando fue que se dio cuenta de que su vida había dado un giro de 180°, él diría que en el momento justo en el que Donghyuck enredó sus manos en su cabello, al mismo tiempo en que sentía sus lagrimas caer por sus mejillas.

유령; ghost • markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora