EPÍLOGO

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- Abuelo, ¿estás seguro de que puedes quedarte aquí solo? Papá me matará si te pasa algo... - dijo la joven en un tono bastante preocupado. Habían escapado ambos de la casa a petición de su abuelo, quién desde hacía semanas había estado rogándole a su padre que lo trajera aquí, quién nunca había accedido.

Su abuelo era un hombre viejo, sabio, pero viejo de todos modos. A sus largos 88 años, aún se movía con bastante facilidad, y se mantenía lúcido; o por lo menos hasta hacía unas semanas cuando empezó a despertarse durante las noches pidiendo que lo lleven con alguien a quién llamaba "Hyuck".

Hacia dos años que su abuelo vivía en su casa, ya que todos creían que a su avanzada edad era lo mejor que podían hacer, pero su padre quería que lo pusieran en un asilo, ya que rara vez había gente en la casa durante el día y tenían miedo de que le pase algo; entonces a Yeojin se le ocurrió que antes de que lo pusieran en ese lugar, y ya no pueda salir, debería llevarlo a ver a ese tal Hyuck.

- Estaré bien, linda, puedes dejarme aquí. Ve a tomar un helado, o hacer alguna de esas cosas que les gusta hacer a los chicos de ahora... - dijo Mark, incitando a que lo dejaran solo.

- Esta bien, llámame si necesitas algo, iiré estacionar el auto por aquí cerca.

Y con eso se fue, dejándolo solo frente a la famosa casa Lee.

Habían pasado 70 años desde la última vez que Mark Lee estuvo la ciudad en la que pasó su último año de secundaria.

Terminado su último año y habiéndose graduado, Mark y su madre volvieron a mudarse. Su madre consiguió un mejor trabajo y él comenzó la universidad, donde conoció a una maravillosa mujer que lo hizo feliz durante 50 años de su vida, y le dio dos hijos, que amaba con toda su alma. Su vida fue buena, disfrutó todo lo que pudo, y aprendió de cada error. Pero nunca dejó de pensar en ellos.

Luego de la muerte de Jeno, Mark no podía vivir en ese lugar sabiendo que su amigo, había muerto ahí.

Vendieron la casa y muchas personas quisieron conservarla después de eso, pero los dueños nunca duraban, hasta que por fin quedó abandonada. Pero extrañamente aún conservaba eso tan característico de ella, aquella aura pulcra, y misteriosa.

Lee Jeno había muerto en el patio de esa casa. su cuerpo reducido a cenizas y su alma quedando atrapada en la ouija, habían sido el fin de todo. O eso creía Mark, quién había enterrado la ouija, en el patio de la casa. Y cuanto más se acercaba, más oía las risas de dos adolescentes que se encontraban escondidas entre los árboles del patio trasero de esta. Ese hoyo en el suelo que tan bien recordaba a pesar de su edad, se encontraba con la tierra removida, y la ouija, afuera. Desde un rincón, Mark observó como ambas chicas hablaban de forma entretenida con su viejo amigo que se encontraba delante de ellas. Le causó felicidad, y nostalgia, volver a ver a Jeno luego de tanto tiempo. Y creía, era la primera vez que veía a Jeno tan feliz, tan radiante, tan irónicamente libre.

Se dio cuenta de que Jeno lo había reconocido, así que alzó una mano en el aire en forma de saludo, y le ofreció una sonrisa, que el menor le devolvió. Sintió cómo lagrimas se formaban en sus ojos y se dio la media vuelta, sabiendo que era la última vez que lo vería.

Entró a la casa y sintió la leve escencia a limón impregnada en la madera sobre en sus pies, tenue, pero aún perceptible.

Los cuadros y muebles del último dueño que habían sido olvidados estaban cubiertos de mantas blancas, que a su vez estaban cubiertas de polvo. Las finas cortinas que solían ser blancas ahora eran de un tono sepia, y pintaban la casa, con ayuda del sol que aún quedaba sobre el cielo, de un dorado intenso.

Intentó subir las escaleras, que ahora parecían infinitas, para llegar a su antigua habitación. Mientras caminaba por los pasillos paseaba su mano sobre la pared tanteando las imperfecciones en esta, y creía reconocer cada una.

Una vez en la habitación, se sentó en la cama y recorrió con la mirada cada esquina. Sabia que si cerraba los ojos, aún la podía ver tal y como fue antes, cuando él vivía ahí. Fue entonces que un perfume familiar lo sacó de su ensueño.

- Estás aquí, en serio lo estás. Viniste. - susurró.

- En realidad, tu viniste a mí, porque yo te llamé. Tú estás aquí. - dijo una voz detrás de él. Mark se volteó, y lo vio a los ojos.

- Sigues igual de joven que la ultima vez que te vi. - rió.

-me gustaría poder decir lo mismo de ti... -dijo Hyuck con una mueca. - dejame arreglarlo.

Hyuck acercó su rostro al de Mark, y cerrando los ojos soplo sobre él con delicadeza. Del cuerpo de Mark se desprendió una fina capa de ceniza que brillaba como polvo de hadas. Mark miró a su reflejo en la ventana, y reconoció a su yo de 18 años ahí mismo.

- Ahí estás, eres mi Makku de siempre.

- Te he extrañado tanto, no te das una idea. -pasó una mano por el pelo rojizo del menor.

- Se lo que es, la eternidad sin ti luce vacía, sin sentido - dijo imitando la acción del otro.

- Perdoname por haberte hecho esperar me durante tanto tiempo.

- Estabas viviendo tu vida, estabas ocupado siendo feliz, creando una familia. No creas que no lo vi. Estuve en cada momento, a tu lado, compartiendo tu felicidad como si fuera mía.

- Entonces sabes de ella... -Dijo con vergüenza, al saber que él sabía sobre su esposa.

- Nos encontramos aquí arriba cuando falleció, es una mujer estupenda. Me alegra que la hayas elegido.

- La quise mucho, aún lo hago. Pero nunca volví a amar a alguien de la forma en la que te amé a ti. De la forma en la que te amo.

- He esperado mucho tiempo para poder hacer esto, pero si lo hago, ya no podrás volver.

- Viví mi vida, fui feliz, y lo soy en este momento. Mis horas aquí han acabado, y finalmente, podré ir contigo.

Hyuck soltó una lágrima y tomó el rostro de Mark entre sus manos. Acarició su mejilla con delicadeza, era incluso más suave de lo que nunca imaginó. Lo estaba haciendo, al fin lo podía sentir. Y lo sentiría con él hasta el fin de los tiempos.

Entonces, con una sonrisa, Donghyuck posó sus labios en los de Mark, lo besó hasta que el tiempo casi se le terminó. Entonces, tomo las manos de Mark y lo guió hasta la puerta, de donde salía una luz blanca casi cegadora. Y sin dudarlo un segundo, ambos la cruzaron.

Yeojin encontró a su abuelo ese mismo día, una hora después sobre esa misma cama, muerto. Pero no había signos que que haya sufrido, más bien parecía estar dormido. Pacífico, tranquilo, se había ido en paz, tal vez incluso feliz, pensaba la joven.

Los forenses dictaminaron que había sido una muerte natural, Mark lee a sus 88 años estaba tan viejo que su cuerpo dejó de soportarlo, su corazón se detuvo y simplemente cayó en un sueño eterno del que jamás despertaría.

Pero Jeno, quién había estado observando todo desde el patio, pudo ver por la ventana, que la verdadera razón había sido Hyuck, quien finalmente había llegado a reclamar el alma del amor de su vida, para pasar la eternidad juntos, tal y como ambos habían soñado.

유령; ghost • markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora