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Jeno se encontraba en el patio trasero de la casa de Mark preparando la ouija y los demás elementos para lo que vendría en la siguiente hora. Debían esperar al momento justo en que el sol y la luna esten en partes iguales en el cielo, justo al amanecer. Todavía quedaba algo de tiempo antes de que eso ocurriera, si embargo, Jeno prendió las velas.

Donghyuck aún estaba dentro de la casa, junto con Mark. El menor decía lo mucho que necesitaba darle una última recorrida a la casa, ya que sería la última vez que la vería en mucho tiempo.

Mientras recorríamos uno de los pasillos de la planta baja, Hyuck se paró en seco frente a un cuadro de los abuelos de Mark. Suspiró.

— Algun día, tu serás como ellos.  — dijo con cierto deje de nostalgia.  — cuando llegue ese momento, regresa a visitarme. No antes,  — señaló el cuadro  — sólo así.

Mark lo miró extrañado, pero aún así, sin preguntar, asintió.

— Quiero que sepas que siempre estaré contigo. En tu corazón. Y no quiero que me olvides, jamás. Pero necesito que continúes con tu vida.  Que conozcas a alguien más y pasen el resto de sus vidas juntos, felices. Quiero que seas feliz, sin mi. Porque si tú eres feliz entonces yo lo seré.

— Lo prometo, prometo ser feliz por ti.

— No por mi, por ambos. Se feliz por ambos, vive por ambos. Experimenta todo eso que yo no tuve la oportunidad de experimentar.

Entonces Donghyuck besó a Mark, dando por finalizada la promesa, pero también entregándole su corazón, y Mark, su alma. El menor pasó sus dedos por el oscuro cabello del otro y sintieron en sus pechos como ambas almas se fundían con la otra, en un silencioso juramento que prometía trascender la muerte. Y cuando se separaron, ya no eran dos entes distintos, sino dos almas unidas, en planos separados.

Por el pasillo se asomó Jeno, sin aviso previo, diciendo que el amanecer se encontraba cerca.

Los tres salieron hacia donde se encontraba la ouija, la cual yacía encerrada en un círculo de velas, que a su vez, estaba encerrado por un círculo de sal.

Jeno le explicó a Mark que lo único que debería hacer él era sostener el libro, que Donghyuck tenía entre brazos, fuera del círculo de sal, sin importar qué.

Hyuck fue ubicado, según las sugerencias del libro, dentro del círculo de velas  y Jeno, un poco alejado, dentro del círculo de sal. Mark quien se encontraba fuera comenzaba a dudar de lo que Jeno estuviera a punto de hacer.

Las nubes del cielo sobre ellos comenzaban a arremolinarse, con ciertos relámpagos en ellas, que causaban ciertos escalofríos.

— Mark, ahora necesito que sostengas el libro para mí, en la página que está marcada. Y por nada del mundo, dejes que el libro entre aquí.

Finalmente Jeno comenzó a recitar las palabras en el libro, las cuales estaban en latín. Había practicado todo ello semanas antes, pero aún así necesitaba leerlo. Necesitaba asegurarse de que iba a funcionar.

— Ab in caelo et in terra. et requiem sempiternam petit placerat eleuare suum  — recitó Jeno, y seguido un rayo cayó en el árbol más cercano a ellos, provocando que Mark de caiga y la página del libro se pierda.

— ¡¿Y ahora qué hago?! ¡¿qué página era?!  — gritó Mark desesperado, intentando que sus palabras se oyeran a pesar de que el viento quisiera llevárselas.

—¡Ya no importa, ahora mantente a ti y al libro lejos de aquí!  — dijo Jeno, indicándole que se resguarde en el porche de la casa.

— ¡¿Qué está pasando?!  — Esa vez fue la voz de Hyuck, a quien sólo miró a los ojos, mientras lloraba. Lo que de alguna forma logró tranquilizar al menor.

Peto vos Dominus de tenebris ad commutationem pro anima mea in quo innocentes

Entonces el cielo sobre ellos prendió en llamas, y los rayos caían cada vez más cerca.

facias tuo iudicio quid sentiatis aptissimum

Y uno cayó sobre Hyuck, las velas se apagaron.
El viento, tan fuerte que parecía de un tornado, intentaba llevarse con él a Mark, o a el libro, no lo sabía. Quizá el objetivo eran ambos, aunque Mark, sosteniéndose de una viga de la casa, lo impidió.

domne in tenebris, offer hoc accipere et mecum in loco isto puniendi animam pauperis. Y ya sea en el cielo o en la tierra, entregaré mi alma a cambio.

El último rayo cayó justo sobre Jeno, entre el humo el cuerpo de Donghyuck se vio evaporado, dejando el rastro de una última mueca de satisfacción en su rostro, al fin libre.

Mark quiso acercarse hacia donde aún se encontraba Jeno, siendo consumido por un fuego tan intenso que en su núcleo se veía azul, pero al mayor lo detuvo una sonrisa, una sonrisa en la cara de Jeno, que indirectamente le decía todo estará bien. Pero el contraste con sus gritos de dolor lo desalentaban un poco. Pero no podía hacer mucho desde ese lado, el fuego consumía con rapidez el cuerpo del menor y las cenizas en el suelo eran cada ves más abundantes. No era fuego común, eran las llamas del infierno.

Finalmente oyó a Jeno recitar unas últimas palabras gracias por ser mi amigo. Y acto seguido caer, y en el mismo momento en el que su cuerpo tocó el suelo, ya era nada. El cielo estaba finalmente despejado.

Por otro lado, a Mark le tocó recoger las cenizas.




Fin.

유령; ghost • markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora