Capítulo Veintitrés

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Insane me obligó a caminar en dirección contraria por la carretera. Ya había perdido de vista el coche de mamá y nos habíamos adentrado en el bosque.

Mi cabeza se giraba cada dos por tres a todos los lados. Tenía miedo por si nos atacaban en algún momento. Veía el rostro de Jeffrey en cualquier parte: en la oscuridad, detrás de los árboles... incluso cuando cerraba los ojos, su mirada enfermiza se clavaba en mí, me miraba como un depredador hambriendo mira a un pequeño animal indefenso... no era capaz de estar tranquila.

—Insane, ¿por qué tengo que ir yo?— pregunté, en un tono muy bajo. Él no me respondió, solo siguió caminando —No voy a poder hacer nada. Seguramente me vuelvan a capturar y...

—No lo harán— me interrumpió, con voz gélida y enfadada.

—¿Cómo estas tan seguro de ello?— volví a preguntar, frunciendo el ceño. Estaba convencida de que mi salud y mi vida no le importaban lo más mínimo, él solo quería encontrar la estrella. Y con ella, a Zalgo.

—Porque ya tienen lo único que querían de ti— respondió, señalando la herida, todavía por cicatrizar, de mi estómago —. La estrella muerta es una posesión muy preciada para Zalgo—me comenzó a explicar —. Es la fuente de su poder junto a la vela negra. Sin embargo, todo ese poder puede reducirse a cenizas si uno de estos dos componentes le falta— hizo una pausa que me resultó extremadamente larga, como si se estuviera preparando para decirme algo terrible —... y puede ser peor si uno de sus mayores enemigos la encuentra.

—¿Eso significa que... puede ser el fin para Zalgo...?— quise alejar aquellos pensamientos de mi cabeza por alguna razón. Quería que Insane me confirmara que a Zalgo no le pasaría nada, que todo estaría bien, que no sucedería nada malo.

—No solo para Zalgo, ya te lo he dicho antes: si Zago muere, todas sus criaturas también— su respuesta me heló la sangre e hizo que dejara de caminar. Ahogué un gemido ante sus palabras y sentí que mi corazón se paralizaba unos breves segundos antes de volver a escuchar su voz sacarme del trance —Ya hemos llegado.

Sentí que un sudor frío me bajaba por las sienes y por la espalda, empapando la parte de atrás de mi camiseta. Tragué saliva y me aferré a mí misma con las uñas, como si pudiera crear una especie de escudo fantástico o una capa de invisibilidad que pudiera protegerme. Deseaba algo con lo que poder luchar, algo con lo que defenderme. Pero no tenía nada. En ese momento me sentí completamente desnuda e indefensa, expuesta al peligro.

—Insane, yo no...

—Quédate aquí— me dijo.

—¿Qué?— mis ojos se abrieron como platos ante su orden.

—He dicho que te quedes aquí— sus ojos negros me miraron con frialdad —Y espera a que Zalgo salga de la casa— me quedé callada —En cuanto salga. Quiero que os vayáis lo más rápido posible de aquí y sin mirar atrás.

Me quedé con la boca abierta ante la orden de Insane. Por lo que había escuchado, era, por así decirlo, el hijo de Zalgo, así que supuse que era algo normal que se pusiera a sí mismo en peligro para salvarle. Sin embargo, yo no quería quedarme sola en medio del bosque, en plena noche y sin nada con lo que defenderme.

—Pero yo...

—Cállate y haz lo que te digo— me interrumpió, de forma tajante —. Ahí— dijo, de forma pausada y señalando el sitio en el que me encontraba. Yo no me atreví a contestar ante sus ojos fríos y dominantes. Solo me quedé petrificada y recta mientras él se colaba, sin hacer nada de ruido, por una ventana.

 
 
Estuve alrededor de una hora sin moverme de donde Insane me dijo que me quedara. Me dolían las rodillas y los talones y estaba muerta de miedo. Por si no fuera poco, la temperatura del bosque parecía totalmente independiente de la del exterior. Aunque estuviéramos en verano, sentía un frío terrible.

Un estruendo muy fuerte desde el interior de la casa hizo que me sobresaltara.

Sentí una enorme descarga de adrenalina, que me recorrió todo el cuerpo en cuestión de segundos.

«No creo que por acercarme unos segundos suceda nada— me dije a mí misma para autoconvencerme —volveré a mi puesto en seguida...»

Me moví de la manera más lenta y cuidadosa que pude para no hacer ruido al pisar la hierba. Retiré las ramas de los árboles para que no entorpecieran mi camino y seguí el mismo recorrido que Insane hasta la ventana por la que había entrado. Era la única ventana que no estaba rota. No había luz en el interior y, como era de noche, me era imposible ver lo que había dentro.

Pegué la frente al cristal para ver algo, pero solo conseguí apreciar la madera vieja de una pequeña parte del suelo del pasillo. Sin embargo, pude percibir un movimiento rápido en la oscuridad por unos cortos segundos.

Parpadeé muchas veces, intentando analizar mentalmente lo que acababa de ver.

¿Acaso habían visto a Insane? ¿Le habían hecho algo?

La ansiedad y el miedo no me dejaban pensar con claridad, y los pensamientos negativos empezaban a nublar mi mente. Incluso me planteé la opción de salir corriendo y salir del bosque. 

Quise acercarme otra vez a la ventana para ver mejor, pero decidí retroceder un paso por si me veían.

Un crujido hizo que me detuviera. Y un grito desgarrador hizo que me diera la vuelta.

Vi fuego rojo en el interior de la casa. En menos de lo que dura un parpadeo, la ventana explotó. La madera de la pared salió dispara en todas direcciones junto a pedazos de cristal, y yo fui arrastrada con ella hasta que caí al suelo boca abajo.

Sentí presión en la herida de mi estómago y un constante pitido en mis oídos. Tenía la sensación de que mis pulmones no podían coger más aire, que la cabeza me explotaría. Escuchaba mi propia respiración entrecortada y agitada, mi cuerpo temblaba como nunca y no era capaz de levantarme del suelo, porque ni mis brazos ni mis piernas tenían fuerzas.

Un gruñido de bestia me puso tensa. Me tragué el sabor a sangre que tenía en la boca y se me cortó la respiración.

Segundos después, escuché un gruñido justo detrás de mí, y pasos fuertes que empezaron a acercarse.

INMORTAL |Zalgo y tú|© FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora