NIÑERA CORRECTA

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Me pasé toda la tarde de compras y después encerrada en mi habitación cociendo, no había encontrado el tocado y tuve que improvisar.

Además que este nuevo atuendo no combinaba para nada con mi maquillaje así que tuve que usar colores más claros para que no me viera como una mujerzuela disfrazada, debía de creerme mi papel y hacer que los demás también se lo creyeran.

Andrés ya me había avisado para bajar a cenar, bajé diez minutos tarde. Al acercarme pude escuchar la conversación que tenía Paula con la madre del señor Alexander, hablan de que faltaba algo en el comedor que lo hacía todo más lindo y cómodo.

Cuando entré, el señor Alexander volteó a verme y la comida que llevaba en su cubierto calló a su plato, no me quitaba la mirada y no podía cerrar la boca de la impresión. Yo por mi lado no me detuve, tomé el plato que estaba en la mesa, donde debería estar sentada y fui a servirme comida del carrito de Andrés.

—Perdón por la tardanza — Hice una sutil reverencia. — No vendían el disfraz con el tocado y tuve que hacerlo yo misma… — Tenía puesto un uniforme, vestido azul, delantal blanco. — Lo hice con una cortina. — Sonreí levemente.

—Señorita Valeria… — El señor Alexander pudo expresar. — Luce como… — Parecía no encontrar la palabra exacta.

—Una niñera. —Completó su madre.

Las niñas, la madre del señor Alexander, Paula y hasta Andrés estaban muy impresionados.

— Exacto — El señor Alexander no podía creerlo.

— No quiero interrumpir, lo siento. Solo tomaré mi comida, para poder ir a comer a la cocina. — Informé. — Ahí es mi lugar. — Traté de que no sonará tan triste, así como lo sentía.

— Por favor, señorita Valeria. — Tragó saliva. — Siéntese aquí con nosotros. — Señaló mi asiento el señor Alexander.

— No, no. — Caminaba hacia la puerta. — Las niñeras deben comer en la cocina.

—¿Qué pasó aquí? — Paula nos daba una sonrisa gigantesca — ¿He muerto y me he ido al cielo?

—No tendríamos tanta suerte. — Andrés sonrió de lado.

Salí lentamente hacia la cocina. Me detuve a probar la salsa, a la salsa de Andrés siempre le falta sal.

En todo ese momento de decidir si entrar por la sal o no, los escuchaba hablar.

— ¡Wow, señora Maldonado! ¡Ha hecho un gran trabajo con Val! — Paula alababa a la madre del señor Alexander.

—Eso no es nada, tuve a un Chihuahua que me daba más problemas. — Las dos comenzaron a reírse.

— Madre ¿Estás comparando a la señorita Valeria con un perro? — El señor Alexander parecía confundido.

—¡Claro que no! El perro sí tenía pedigree. — Cuando la madre del señor Alexander remató, Paula comenzó a reír.

Yo entré al comedor.

—Lo siento, solo quiero un poco de sal.— Tomé el salero y puse un poco en mi comida. — Listo, dejó el salero en la mesa — Lo hice. — con la familia, en el comedor, dónde debe de estar. — Sonreí falsamente y Paula seguía sonriente. — Tienes algo en el diente. — Le señale su boca, pero solo lo hice para molestar.

Paula cerró la boca y comenzó a buscarse con su lengua.

Comí en la cocina, con Coco. La madre del señor Alexander no deja que Coco ande por la casa como está acostumbrado. Pero cuando come puede subir a mi cabeza.

Mi bella niñera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora