EL DEPARTAMENTO

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Laura me dijo que el departamento era muy lindo... y lo era.

Laura me dijo que el departamento estaba en una buena zona... y lo estaba.

También me dijo que era pequeño... y sí que lo era.

Era un apartamento demasiado reducido, teníamos solo una habitación, una sola cama. Por lo demás no me preocupo, puedo traerme toda la comida que desgraciadamente Andrés tiene que tirar después de almacenarla dos días.

El departamento olía a humedad, tenía una ventana que estaba tapada con tablas de madera, pero tenía hombres muy guapos, nos habíamos topado con tres al estarnos mudando.

Ahora atrozmente nos dimos cuenta que en este edificio viven puros hombres gay.

Ahora intentaré decirlo sin llorar.

—¡Laura Olivos Peña! — Le di una mirada asesina. — ¿Cómo se te ocurre rentar un departamento rodeado de gays?

—¿Eres homofobica o algo así?  — Preguntó.

—¡No! Pero tú prometiste un departamento lleno de hombres.

—¡Y son hombres! — Me aclaró.

—¡Pero gays! ¡No quiero un amigo, Lau! ¡Quiero un esposo!

Me llevé las manos a la cabeza ¿Qué rayos había hecho? Había cambiado una mansión y un mayordomo por Lau y su departamento con húmedad.

Nos pasamos todo el día acomodando, fue gentil el señor Alexander al cambiarme el día de descanso para que pudiera mudarme hoy mismo. Por fin esto comenzaba a verse como un hogar.

Comimos la comida que Andrés me dió y terminamos desechas en la cama.

Cuando pude despertarme, me di cuenta que ya era muy tarde, eran las 5 de la mañana, y mi entrada es las 7. No me daba tiempo ni para cambiarme, me hacía exactamente una hora con cuarenta y cinco minutos, tenía que tomar dos autobuses y un taxi.

Debía de irme ahora.

No recordaba que viajar en autobús un largo tiempo se volvía molesto y más si vas en pijama.

Estaba llegando justo a tiempo, solo por tres minutos de retraso pero ¿Quién los cuenta?

—8:03 AM, señorita Valeria. Llega tarde. — El señor Alexander señalaba el reloj de su mano.

—Me encanta ser una mujer independiente. — Cantaba con gran emoción, me senté en mi lugar para desayunar y las niñas me veían con una sonrisa en la cara. También estaba Paula.

— ¿Quién está más loco? — Preguntó el señor Alexander. — ¿Una mujer que toma dos autobuses y un taxi en pijama o el hombre que le paga para cuidar a sus hijas?

—La verdad es relativa, señor. — Andrés me servía el desayuno.

—Val, debe ser increíble tener tu propia casa y no ser solo una arrimada. — Paula se levantó de su asiento y salió.

—¡Pues como si tú fueras rubia natural! — Me burlé.

—Val, estoy tan celosa. — Michelle admitió. —¿Qué se siente ser independiente?

—¡Fabuloso! — Mentí.

—¿Hay muchos hombres?

—¡Puf! — Exageré. —Hay muchísimos, salen de todas partes. — El señor Alexander azotó los cubiertos. —Y díganme. — Era mi turno de averiguar. — ¿Cómo les ha ido aquí sin mi? — Seguí desayunando.

— ¡Perfectamente! — El señor Alexander exageraba su sonrisa. —Todo bajo control. Para ser exacto todo el día de ayer se nos fue como agua, hicimos nuestra tarea, ordenamos nuestras habitaciones, jugamos. — Hablaba de lo más común.

—Claro y después el señor llegó a casa de la productora. — Andrés me servía más café.

—Andrés ¿Por qué no cierras las ventanas? — El señor Alexander le ordenó a Andrés. — Tu bono de Navidad podría irse volando. — Lo amenazó.

—¡No puede ser! — Adela se puso de pie. — Papá, necesito el dinero que te pedí ayer. —Adela fue al lado del señor Alexander.

—¿Para qué? —Le preguntó el señor Alexander mientras sacaba su billetera.

—Ya te había dicho que era para pagar el taller que hoy nos darán en la escuela. —Me quedé mirando cómo el señor Alexander le daba el dinero a Adela asintiendo, le había dado muchos billetes.

—Buena suerte en la escuela, hija. — Adela salió corriendo.

—Papi, aprovechando. —Michelle se limpió los labios y se puso de pie. — necesito dinero para mi almuerzo, hoy me quedaré hasta tarde en la escuela.

—Claro, toma, cariño. —El señor Alexander le dió varios billetes más a Michelle. Michelle tomó el dinero y salió corriendo. —¿Lo ve, señorita Valeria? Todo lo tengo bajo control aquí. Puedo arreglármelas con mis hijas sin usted.

—Aja… — Dije burlona, tomé mi café y antes de darle un trago le comenté al señor Alexander. — ¿Sabía que hoy es sábado? — Él comenzó a ahogarse con su desayuno.

~~~


El día es pesado, debo de estar con las niñas todo el día. Ya no puedo esconderme en mi habitación porque ya no tengo una.

Al final del día, debo de recoger las muñecas y las pinturas de Adela, los zapatos y maquillaje de Michelle.

Debo de viajar a más 7 de la noche hasta mi casa, tomando un taxi y dos autobuses. Llegó a mi casa aproximadamente a las 9.

Parece que Lau hizo una reunión, hay muchos chicos, al parecer invitó a los vecinos y se ve que trajeron a sus parejas. Hay puros hombres en mi departamento, debería de emocionarme pero solo me engañaría a mi misma.

—¡Lau! — Le grité acercándome a ella, estaba hablando con dos hombres.

—¡Val! — Me sonrió emocionada. —¿No es genial? ¡Es sábado en la noche y nuestro departamento está lleno de hombres!

—¡Homosexuales, Lau! — No podía con tanto estrés, vengo cansada, solo quiero dormír.

—Yo podría cambiarlos. — Mi abuela se acercó a saludarme. —Vengo de cambiar a dos, al mismo tiempo. —Se acomodó la ropa.

— Hola, abuela. — Le di un beso en la mejilla, venía sudorosa. — Lau… — Me acerqué a ella. — No te había agradecido por rentar el departamento a una cuadra del asilo de mi abuelita. — Traté de no golpearla.

—No hay de que, sabía que te encantaría. — Lau me abrazó.

¿Por qué seguía siendo su amiga?

Ya recordé que le debo mucho dinero.

La pellizqué. Ella se alejó de mi y comenzó a presentarme a todos.

No podía ser tan malo, alguno debía de saber hacer manicure y yo ya necesito uno.

Mi bella niñera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora