TRAGEDIA

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Ha pasado un mes en el que Germán y yo salíamos cada 2 noches, que eran los días que no le tocaba guardia en el hospital, a veces solo tomábamos café y otros días íbamos a su departamento a ver películas o series. Nos la pasamos muy bien, siempre escuchaba mis anécdotas y los de mi familia, no salía huyendo. Me contaba cosas de sus tías que eran casi o peores que las cosas que yo le contaba.

Germán era detallista, siempre llegaba a casa del señor Alexander con una rosa. Me escribía poemas o me daba algunas cosas que anotó durante su turno, hubo una vez que no nos vimos en tres días seguidos, tuvo que cubrir esos turnos y dormía en el hospital. Insistí en no vernos para que descansara, pero él insistió. Fui a su departamento y mientras veíamos la serie que nos gustaba, él se quedó dormido. No me molesté y quite la serie, en mi teléfono busqué tutoriales para hacer algo de cenar. Me sorprendí a mi misma cuando después de dos horas de arduo trabajo, el espagueti que preparé supiera muy bien. Lave los trastos que ensucié y busqué más a fondo en el refrigerador, tenía helado y comencé a comer, él se despertó, estaba desconcertado, se levantó y me miró sorprendido.

— Me dijiste que no sabías cocinar. — Me quitó mi cuchara y comió helado.

—¿Cómo sabes que cociné? — Le pregunté.

— Huele delicioso. — Besó mi frente, se talló los ojos y se lavó las manos para servir y cenar juntos. 

Se disculpó por haberse quedado dormido, le dije que no me molestaba, que entendía su profesión y que siempre sería así. Me preguntó de nuevo dónde había estado todos esos años.

Los siguientes días Germán me enseñó a Cocinar, no éramos los más expertos chefs, más de una vez incendiamos el aceite del sartén. Primero nos asustamos y le echabamos un trapo mojado encima, después nos reíamos como locos con alivio. Nuestra comida quedaba un poco quemada por culpa mía, pero aún así nos lo comiamos.

~~~

Entré al comedor, las niñas y el señor Alexander ya estaban desayunando. 

—¡Levanten la mano las mujeres que están enamoradas! — Levanté la mano y las niñas rieron.

—¡Levanten la mano las hombres que morirán solos y amargados! — Andrés imitó mi tono de voz y con mala cara alzó la mano. — No me gusta este juego.— Suspiró y comenzó a servir el desayuno en mi plato.

—No, Andrés. No voy a desayunar, no tengo hambre.— Tomé la jarra de jugo y me serví en un vaso.

—¿¡Qué!? — Todos dejaron su desayuno de lado y me miraron sorprendidos.

—¡Lo sé! Yo también estoy muy sorprendida. Pero es que estoy muy feliz. — Me senté en mi lugar. — De verdad, parece que me hubiera poseído algún espíritu maligno

Todos rieron, menos el señor Alexander el cual siguió desayunando.

—Su madre llamó. — Dijo antes de meterse otro bocado a la boca.

—¿Lo llamó a usted? — Le pregunté al señor Alexander. 

—Me ha estado llamando constantemente, sólo que Paula siempre le dice que estoy ocupado. — Admitió.

—¿Para qué? — Pregunté sirviéndome más jugo.

—Para implorarme que la acompañe a la boda de su prima Luz. — Dejo de comer y me miró. — Le dije que era imposible porque lo más seguro es que llevara a Germán. — Escupí el jugo de vuelta al vaso y me quedé sin aire.

—¿Cuándo le dijo eso? — Logré decir.

—¡Valeria Lira! — Se escuchó mi madre azotar la puerta de la entrada. 

Mi bella niñera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora