ROLES

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—No se vayan a echar para atrás. — Advertí.

—Por supuesto que no. — Hugo había llegado para desayunar.

Hoy las niñas pidieron que no las despertaramos, así que desayunamos mientras repasamos el plan.

—Pues nosotros no. — Andrés se encogió de hombros. — Pero ellas…

—Ellas van a entrar al juego, créanme. Pensaran que puede beneficiarse de esto. Pero al final entenderán perfectamente que no pueden andar así por la vida, sin agradecer las cosas. — Todos asentían ante mi lógica.

—Nada de favoritismos o agradecimientos, debemos de ser crueles y despiadados. — Hugo miraba al señor Alexander.

—Claro que no, será divertido. — El señor Alexander parecía divertido. —¿Listos? — Todos asintieron. — Bien… ¡Michelle, Adela! — El señor Alexander les llamó.

Se escucharon pasos apresurados.

—¿Qué pasó, papá? — Adela entró al comedor y casi de inmediato Michelle detrás de ella.

—Oigan. — Comencé yo. — Lo que pasa es que su padre tiene otro proyecto y necesita ayuda del lado creativo.

—¿Creativo? — Me preguntaron.

— Sí, es para una nueva serie donde el mundo es gobernado por los niños y los grandes son los hijos y él quisiera ver si ustedes pudieran ayudarlo en eso.

—Sí. — El señor Alexander me interrumpió. — Mirar si las situaciones o momentos servirían para una buena producción.

—¿Y que tenemos que hacer? — Michelle parecía no entender.

—Fácil, estaremos todo el fin de semana en cambio de roles, ustedes serán los adultos y nosotros los niños.— Les explicó el señor Alexander.

—Es como un juego. — Expliqué.

—Más que un juego, es un experimento de psicología. Todo para ayudar a su padre. — Hugo presionó.

—Que tontería. — Michelle se reía. — Es nuestro día de descanso, ¿Podrían dejarnos en paz? — Salió del comedor.

—Cualquier otro día con mucho gusto. — Adela fue detrás de Michelle

—Es increíble. — Hugo parecía muy sorprendido.

—En mi día de descanso también les preparo de comer. — Andrés parecía molesto.

—Debemos pensar en otra cosa.— El señor Alexander parecía analizarlo.



Después de tener una lluvia de ideas y de analizar qué no podíamos meter cosa de narcos o de gases lacrimógenos, terminamos en la sala hartos de nuestras ideas absurdas.

—Aceptamos. — Michelle y Adela estaban en la sala aceptando mi idea principal.

—¿De verdad? — Preguntamos todos al mismo tiempo.

—Luego no se vayan a arrepentir. — El señor Alexander les advirtió.

—Claro que no, somos mujeres de palabra. La pregunta es si ustedes no se van a arrepentir. — Adela estaba muy decidida.

—Nosotros, nunca. —Andres les respondió con la misma seguridad.

—¡Oye! — Hugo le reclamó a Andrés. —No hables por todos… Nosotros, nunca. —Hugo repitió imitando a Andrés y comencé a reír.

—¿Entonces?

—Desde este momento ustedes son las adultas, podría decirse que las madres y nosotros los niños, sus hijos. — El señor Alexander aclaró.

Mi bella niñera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora