Llegaron pasadas de las 7 de la tarde. Ambos entraron a la enorme casa entre risas y chistes. Sin duda habían congeniado de manera especial. Sus almas se recocían, pero sus mentes aún se bloqueaban el recuerdo del amor que apenas pudo vivir hace dos años.
-Miren quién llegó -HaeChan los recibió divertido. Los menores le sonrieron al chico y le platicaron acerca de su día fuera.
Todos se reunieron en la mesa para compartir la cena y hablar acerca de trivialidades de familia. Aunque para ninguno pasaron desapercibidas las miradas que se daban Anh y Jaemin.
Mientras comían el postre, preparado por Danielle y HaYun, Anh escuchaba cómo su hermano contaba acerca del nuevo proyecto que estaba realizando con su mejor amigo; Mark. Estaba orgullosa de cómo se desenvolvía como arquitecto, aunque un escalofrío le recorrió la columna vertebral de forma horrible. Frunció el ceño con angustia y miró hacia atrás de ella, mirando las escaleras que se alzaban hasta el segundo piso, ahora oscuro.
Parpadeó confundida y asustada y regresó la mirada a su hermano, que seguía haciendo ademanes con las manos mientras explicaba cómo haría que la casa funcionara con solamente luz solar.
Eso había sido raro. Raro y familiar.
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-Hasta mañana, duerme bien- se despidió HaeChan, besándole la frente y caminando a su habitación. Anh le sonrió a su hermano pero su mirada fue a parar a Jaemin que subía por las escaleras. Él sintió su mirada y le sonrió amigable para acercarse a ella.
-¿Ya vas a dormir?- preguntó él, Anh asintió tímida, Jaemin la miró dudoso pero alzó su mano y le acarició la mejilla con ternura. Anh cerró los ojos y suspiró con algo indescriptible recorriendo su cuerpo.
Su alma gritaba en regocijo y felicidad ante ese toque. Toda ella entró en un trance de paz.
-La pasé muy bien contigo hoy- murmuró él, como si temiera que su voz rompiera aquella hermosa aura que se había creado. Por inercia; Anh restregó suavemente su mejilla en la mano de Jaemin, haciéndole acelerar el corazón.
-Yo igual- susurró ella, su voz apenas saliendo en un hilo dulce. Él tragó saliva y retiró su mano de su mejilla, dejándola fría y ausente.
-Hasta mañana, AhnRim -le susurró una vez se acercó a su oído. El dulce sonido de su voz la hizo cerrar los ojos y anhelar que su voz le susurra toda la vida. Para cuando abrió los ojos Jaemin ya caminaba lejos de ella, hacia la habitación de su hermano. Ella dio la vuelta y caminó a la suya, volteó hacia la izquierda, donde Jaemin abría la puerta y entraba. Anh sonrió tontamente y se adentró a su habitación.
Una vez dentro; suspiró. Jaemin era el chico más hermoso y lindo que había visto nunca, además de caballeroso y gracioso.
¿Le estaba gustando?
Cubrió su boca para reír tonta y feliz. Nunca había experimentado tal emoción, aquella adrenalina y aquél calorcito rico que se le drenaba por las venas y todo su sistema.
Caminó hacia su cama y se tapó hasta las mejillas, que seguían rojas y cerró los ojos, rezando para que Jaemin apareciera en sus sueños.
Caminó por el sendero de tierra suelta, su mirada perdida parecía estar sin vida, su cuerpo pesaba como el infierno.