Capítulo 38

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No puedo creer que mi primer beso haya sido así.

Cuando estuve demasiado cerca de Dante, tenía una sensación de impaciencia en todo el cuerpo y los segundos parecían durar una eternidad, sin embargo, con Nicolás no pudo ser así, porque el simplemente me besó, sin darme voto ni reclamo; tiempo ni reacción. En cuanto sus labios se pegaron a los míos, una niebla se apoderó de mi mente, dejándome desorientada por unos segundos. Su contacto era lento y suave, incluso me atrevo a decir que placentero, pero lo que me molestó es que me lo haya robado.

Mi primer beso.

Apenas pude conectar mi mente con mi cuerpo, me arme de fuerza y valor para colocar mis manos en su pecho y empujarlo lejos de mí. Luego simplemente lo miré, él me miró a mí y pude distinguir unas notas de disculpa en sus ojos grises, pero no le grité, no me detuve a reclamarle nada, solo negué con la cabeza y volví a correr escaleras abajo.

Él no me siguió. No sé si eso me alivió o aterró, pero él no estaba ahí cuando voltee a ver atrás desde la puerta del edificio.

El aire del atardecer me golpeó con fuerzas cuando salí al exterior y recién entonces me di cuenta que no tenía abrigo. Pasé mis manos por mis brazos, en busca de crear algo de calor y luego empecé a caminar hacia mi casa. En el camino, mientras mis pasos hacían eco en el silencio de la noche, no pude dejar de pensar en ese beso ni un solo instante. Ya sea para odiarlo o analizarlo.

Ese contacto tuvo varias características que lo identificaron: fue inesperado, efímero, dulce, delicado y lo más importante, el primero en mi vida. No voy a decir que fue mágico ni que me hizo sentir “mariposas en el estomago”, pero lo que no puedo negar, es que revolucionó bastante mi mente y ocupó gran parte de mis pensamientos.

En cuanto llegué a mi casa, tomé un baño tibio y dejé que el agua se lleve los recuerdos del día, la sensación de su cercanía, de sus manos en mi cintura, de sus labios sobre los míos… cuando terminé, no es que ya había reiniciado mi mente, pero su recuerdo ya no pesaba tanto, solo tenía la fatiga propia de un largo día y mi cuerpo me pedía a gritos por unas horas de sueño.

Justo cuando estaba por hacerlo, recibí un mensaje de Desconocido 2, uno de los números que Nicolás había escrito en la carta de despedida. El corazón me empezó a latir a un ritmo anormal, a la espera de unas palabras como un<Lo siento, lo de hoy fue un error>, pero cuando abrí el mensaje, me encontré con algo inesperado.

<“Hola, Romina, soy Sebastián, lamento lo de hoy, sé que actué como un idiota, pero quiero que sepas que todo fue por tu bien”>

Lo releí varias veces, intentando encontrar el error, pero no había ninguno. Decía exactamente lo que había creído leer ¿Por mi bien? Sí, claro.

Luego de esa noche particular y un despertar agonizante, es que ahora me encuentro detrás del mostrador, fingiendo mi mejor sonrisa e intentando que no se me note que dormí apenas cuatro horas, ya que, entre una cosa y la otra, me terminé acostando a la una y media de la mañana y hubo otra hora y media dando vueltas en la cama, haciendo que con cada segundo se me complicara mas dormirme. La oscuridad es la peor enemiga para los que no quieren pensar demasiado. Esta mañana, a pesar de haberme dormido tarde, me desperté más temprano de lo usual, quedando en “Modo zombi” para el resto del día.

Vanessa, mi jefa, me ha estado vigilando más de lo normal en estas últimas semanas y sé que espera mi menor error para poder despedirme. La verdad es que quiero odiarla por meterle ideas en la cabeza a Dante y pensar que puede manejar su vida, pero al mismo tiempo, la comprendo.

Parece ser alguien de la “alta sociedad”. Su casa, forma de vestir y manera de actuar, dejan a la vista su refinamiento y es entendible que no quiera ver a su hijo junto a una chica de lo más común y llana, cuando Dante tiene la apariencia para encontrar a alguien mil veces mejor que yo.

Tu pasado, mi tormento|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora