Capitulo 24
La semana no me resultó diferente al resto, excepto por dos detalles: Matías ya no está en la casa para hacerme compañía en un lugar tan grande como vacío; y Dante se ha estado comportando de un modo extraño. Todo empezó al otro día de que su madre nos encontrara en la sala. Obviamente ya estábamos cada uno sentado en un extremo del sofá, pero nuestras respiraciones agitadas de los movimientos bruscos, los ojos brillantes y el temor que reflejaron nuestras facciones cuando la mujer encendió la luz, nos jugó bastante en contra para hacer creíble la escena. Tengo la teoría de que ella tuvo algo que ver, porque de un día para el otro, Dante ya no vino mas a visitarme a la tienda como solía hacer los días de semana y los mensajes que le mando, suele responderlo con contestaciones cortantes como <Ok>, <Lo siento, estoy ocupado> o simplemente no contesta. Empiezo a creer que su madre me ve como una “amenaza”, eso explicaría su mirada de arpía, o el hecho de que todo ocurriera luego de que ella nos descubriera, sin embargo Vanessa, que es así como se llama, no parece alguien que controlaría a su hijo de veinte años de un modo tan simple. Y eso me es lo que más me asusta. Si esa no es la razón, hay otra más dolorosa. Existe la posibilidad de que en realidad él se haya cansado de esperarme y terminó rindiéndose. Eso me entristece, porque si fuese así, habría perdido a alguien por miedo a perder, sin embargo tampoco me termina de convencer por una simple razón: ese día íbamos a besarnos ¿No se supone que eso le tendría que haber dado más esperanzas?
Es viernes, y ya hace seis días que Dante se evaporó de mi vida. La tiende se encuentra vacía a excepción de un chica que rebusca en la parte de vestidos. Miro el reloj, aun falta una hora para cerrar y al paso que voy, serán los sesenta minutos más largos de mi existencia. La chica finalmente se decide por un vestido rosa pastel y cuando lo paga, desaparece detrás de la puerta acristalada.
Oficialmente me encuentro sola.
Sola en casa, sola en la tienda. La soledad ya se me está asiendo costumbre, por desgracia. En estos momentos me gustaría tener a alguien para que me hiciera compañía, incluso si esa persona fuese la mamá de Dante. Y para que yo prefiera la compañía de “Ojo de arpía”, significa que estar sola realmente me está afectando.
El sonido de las campanillas de la puerta indica que alguien acaba de ingresar.
-¿Miranda?-
Me sorprende ver a la pelirroja para frente a mí. Va vestida con su típica ropa perfectamente bien combinada que resalta cada uno de sus atributos, pero sin llegar a lo exagerado. Parezco una vagabunda a su lado. Además estoy segura de que si intento colocarme la cantidad de maquillaje que ella lleva, quedaría como algo bastante parecido al payaso de “It”, solo que en versión femenina.
Ella pasea el lugar con la mirada hasta que sus ojos verdes chocan con los míos marrones. Sus labios, pintados de un rojo bastante impactante, se curvan en una sonrisa y empieza a caminar hacia mí.
-¡Romi!- dice con clara emoción –No recordaba bien tu horario y creí que no te encontraría-
En la salida de la heladería, fueron varios los temas que incluimos en nuestra conversación y entre ellos estuvieron nuestros empleos. El mío en la tienda de ropa, el suyo en la de cosméticos. Mentiría si dijera que me sorprendió.
-Pues ya ves que si-
Pasamos la próxima hora hablando de trivialidades o con Miranda señalándome vestidos que, según ella, serian prendas que me sentarían muy bien. Sutil forma de decir que mi atuendo es un asco y necesito un cambio. Hacia el final, y con mucha insistencia por parte de la pelirroja, termino comprándome un vestido casual y una blusa, ya que, según ella, no puedo usar todos los días mis camisas a cuadro de algunos talles de más. Tonterías. Eso es porque no conocelo cómodas y frescas que se sienten.
ESTÁS LEYENDO
Tu pasado, mi tormento|✔
ActionUna nueva vida, en la gran ciudad. Un cambio de aires que todos necesitamos alguna vez. Y un destino que nadie puede adivinar. Siempre creí que la monotonía era aburrida y que la acción valía la pena vivirla. Pero todo cambió cuando lo conocí a él. ...