El sonido de alguien llamando en la puerta principal, interrumpe mi momento de lectura. Dejo el libro sobre la mesa ratona y me levanto del sofá en el que llevo recostada menos de cinco minutos. Al parecer hoy no es el mejor día para leer. Con los pies aun descalzos, camino hacia la puerta, mientras me acomodo un poco la coleta para que no se note tanto que estaba acostada, y finalmente abro. En cuanto mis ojos se posan en la persona que se encuentra frente a mí, cualquier rastro de fatiga desaparece.Sus ojos siguen igual de mieles y su cabello rubio está algo más largo de lo que lo recordaba. Su altura me sigue resultando imponente y su camiseta ajustada deja a la vista sus músculos levemente trabajados, que se hacen más notorios debido al esfuerzo que emplea en levantar la caja que trae entre sus manos. Y sus labios… Sigue igual que hace dos semanas atrás.
-Dante- susurro, aun tratando de creer que realmente no se trata de un sueño.
-Romina, yo…-
Y su voz…
Sus palabras quedan suspendidas en el aire, como si no encontrar el valor suficiente para terminar la frase.
-¿Tu…?- insisto para que continúe y él hace un asentimiento con la cabeza. Aun estoy enfadada por habernos ignorado en estas dos últimas semanas a Lucas y a mi, pero no puedo negar que también me siento ansiosa por escuchar su explicación y envolverlo en un abrazo. La verdad es que lo extrañé demasiado. La verdad es que ya me había acostumbrado a él y que me deje en el momento que mas sola me sentía, no hizo más que aumentar el peso de su ausencia.
-Yo…, solo voy a decir que lo siento, Romina. Estos no fueron mis mejores días y no quise arrastrarte conmigo-confiesa con la mirada clavada en la caja que trae en sus manos. Luego, lentamente, sus ojos mieles empiezan a subir hasta encontrarse con mis marrones. Puedo ver temor en ellos, sé que espera mi rechazo o una respuesta brusca, pero la verdad es que me encuentro más dolida que enfadada.
-¿Por qué me mientes?- pregunto con la voz quebrada –Pensé que, si algún día te volvías a presentar frente a esta puerta, iba a ser para hablarme con la verdad, pero veo que me equivoqué-
Dante me mira confundido y por un momento parece desesperado, incluso asustado.
-¿De qué hablas? ¿Por qué dices que estoy mintiendo?- puedo ver inseguridad en sus palabras. Sé que teme que realmente haya descubierto algo malo en él y eso solo me asegura que realmente me está ocultando algo.
Mis dedos se ajustan al pomo de la puerta, mientras la idea de cerrársela en la cara se abre paso dentro de las posibles opciones para no verlo más, pero me obligo a no hacerlo. Primero quiero entender que es lo que pretende.
-Hablé con tu mamá, Dante, ella me contó que estabas muy bien, en ningún momento hizo mención de tus días malos. De eso hablo-
El entendimiento parece cruzar su rostro y espero atenta a su respuesta. Quiero creer que el no me lo afirmará.
-¿De verdad le has creído? Estas dos últimas semanas fueron fatales para mí, no he dormido nada y odié nuestro distanciamiento, pero era necesario- sus palabras se oyen sinceras y unas terribles ganas de abrazarlo me atacan, pero no lo hago. Quiero escuchar todo lo que tenga para decir –Pero mi mamá te odia, en realidad lo que no soporta es vernos juntos, ella cree que tu…-
-Ella cree que no soy lo suficientemente buena para ti- término por él y veo que asiente.
-Ella espera que esté con alguien más…estirada. Alguien que tenga una buena posición económica, alguien que…
-Entiendo, alguien que se parezca a ella, que sea femenina, educada, alguien digna de admirar, no una infortunada que trabaja en una tienda y de un futuro incierto, pues bien, ve a buscarla por ahí, en esta casa solo pierde tu tiempo- el dolor me asalta sin piedad, pero me obligo a no demostrarlo y sin darle la oportunidad a que me vea llorar, cierro la puerta. Inmediatamente se oye un golpe del otro lado, seguido por otro y otro.
ESTÁS LEYENDO
Tu pasado, mi tormento|✔
AcciónUna nueva vida, en la gran ciudad. Un cambio de aires que todos necesitamos alguna vez. Y un destino que nadie puede adivinar. Siempre creí que la monotonía era aburrida y que la acción valía la pena vivirla. Pero todo cambió cuando lo conocí a él. ...