1. Pasado revivido.

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Alex se tambalea en su sitio. De hecho, hasta yo siento que me voy a desmayar.

¿Melanie?

Adriana se separa de un atónito Alex y me mira con una gran sonrisa, ignorando que veníamos de la mano hace unos pocos instantes. Es como me lo temía. Alex es la persona a la que vino a buscar, el tan proclamado amor de su vida. Pero nunca me esperé que la razón de eso fuera que ella era Melanie.

¿Pero cómo era posible? Siento que no la conozco en absoluto.

—Blair, te presento al amor de mi vida. ¡Es él! ¡Del que tanto te hablé!

—Adriana...

—Yo...—Alex farfulla, agachando la mirada—no soy el amor de tu vida.

Aparta a Adriana de un movimiento brusco. Ella se queda atónita, como si no se esperara eso en absoluto. Mira a Alex como si la hubiera herido profundamente, pero esa mirada solo me da repudio. Si ella es Melanie, le causó mucho más daño a Alex del que él le causó a ella. Un daño tan grande que no se puede ni imaginar.

—Pe-Pero tú te llamas Adriana...—murmuro, algo aturdida.

Adriana me mira avergonzada y junta sus manos tras de ella.

—Lo siento. Cambié mi nombre hace años.

¡¿Qué?!

—Fue por los negocios turbios de mi padre. Es una historia que... no me gusta recordar.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

—Estabas pasando por un momento duro—murmura, avergonzada—. No quería molestarte con mis problemas.

Sus palabras no me hacen sentir mejor. Pensar que la persona por la que Alex sufrió tanto tiempo era una persona que yo conocía. El mundo es un pañuelo. Pero se supone que Melanie había muerto aquella noche en el incendio. ¿Cómo sobrevivió? ¿Qué fue lo que pasó?

De repente Alex comienza a caminar, dejándonos a ambas atrás.

— ¡Alex, espérame!

Adriana corre hasta alcanzarlo y lo agarra del brazo, pero Alex se la quita de encima con brusquedad. Y al ver su cara me doy cuenta de que no veía esa cara en él desde que estuvo encerrado en su depresión. Esa cara de rabia, como esperando que cualquiera pueda lastimarlo.

— ¡Déjame en paz! ¡Tú y yo no somos nada! ¿Entiendes? ¡Nada!

— ¡¿Pero qué dices?! —le pregunta Adriana, indignada— ¡¿Acaso ya te olvidaste que íbamos a casarnos?! ¡¿Te olvidaste de Lara?!

— ¡No la menciones!

¿Lara?

—Igual... la perdí. Lo siento mucho—murmura ella con voz quebrada. Al oír eso, él parece romperse a la misma vez que ella.

Debía ser su hija. La hija que se supone que perdió cuando Melanie murió. La futura dueña de la tiara que Alex guardaba en su habitación cuando vivía encerrado.

¿Por qué? ¿Por qué tiene que decirle todas estas cosas así de golpe? ¿No puede ser más sensible?

Alex parece a punto de desesperarse. Me acerco a él y me meto en medio de ambos. Si Adriana es Melanie, Alex no debe estar cerca de ella. Aun puedo recordar todo el daño que su simple recuerdo le causaba. No me puedo imaginar el daño que debe estarle causando verla en persona. Se supone que estaba muerta. Ver que está viva y que piensa que las cosas siguen bien es algo más allá de la comprensión de cualquiera.

Corazón de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora