23. Malas intenciones.

821 88 49
                                    


Observo el piso pasar mientras trato de no vomitar. Sí que le gusta cargarme como un saco de papas. Descuelgo los brazos y mi vista se pierde entre las líneas de las baldosas, que cada vez se vuelven más borrosas. Si no me suelta voy a vomitar, pero por otro lado sería una gran idea. Claro, vomitarle a tu novio sería la mejor escena de celos del mundo. ¡¿Pero por qué tuvo que invitarla?!

Cierro los ojos mientras me tira contra el colchón de alguna cama de alguna habitación.

—Vamos, viólame —alzo una mano dramáticamente—. Para eso me secuestraste.

Se ríe.

—Lo haría con gusto, pero alguien está enfadada—se pone sobre mí. Paso un brazo sobre mis ojos, aún estoy mareada. Estoy viendo colores en mis ojos cerrados—. Ni siquiera te has acercado a darme un beso.

—No seas tonto—farfullo—. No esperes que te de un beso si llegas con otra mujer.

—Ohhh estás celosa—suena feliz por algún motivo—. Eres tan tierna.

Lo miro con seriedad. ¡Lo está haciendo a propósito! Quiere ponerme celosa por alguna razón estúpida. Ojalá yo conociera algún hombre con el que pudiera ponerlo celoso, pero no tengo muchos amigos hombres. Maldita sea mi suerte.

— ¿Por qué viniste con ella?

—Me sorprendes—se echa para atrás—. Tú eras la que siempre decía que era tu amiga y esas cosas.

Desvío la mirada con incomodidad. Una cosa es que sea mi amiga y otra es que se pegue tanto a mi novio, quien por cierto es su exnovio con el que iba a casarse y tener una hija. Perdón si estoy sobre reaccionando. Pero de repente me pongo a pensar. ¿Estaré reaccionando de más? Es que me cogió por sorpresa. Conozco a Adriana, demasiado bien por desgracia. Tiene ese talento para ganarse a la gente con rapidez que a mí me falta. Tengo mis razones para desconfiar.

— ¿Por qué vino? —pregunto con menos agresividad esta vez—. Quiero decir, pensé que no te caía bien.

—Bueno...—se rasca la cabeza con nerviosismo—, ¿recuerdas que fuimos juntos a Nueva York? Tal vez hablamos un poco y acordamos tratar de hacer las paces. Está tratando de recuperar su vida, algo por lo que yo también tuve que pasar. Solo le estoy dando una mano.

— ¿Pero por qué aquí? —pregunto frustrada.

—Blair—me pone una mano en la mejilla—. Hasta que todos no superemos esto no podremos dejarlo atrás. Eso incluye a Alice, a Melanie e incluso a ti. Todo lo que pasó del libro fue una consecuencia indirecta de eso. Si no hubiera sido tan inmaduro nada de esto habría pasado.

—Eres muy bueno—murmuro—. Demasiado.

—Lo sé, estoy bien bueno.

— ¡Alex! —lo golpeo en el hombro. Él se ríe—. Sabes que no me refiero a eso.

—Pero igual estoy bien bueno.

Ruedo los ojos. A veces pienso que pasó de tener casi nada de autoestima a tener demasiada. Sí, está bien bueno, pero no voy a decírselo.

— ¿Entonces por qué has estado evitándome todo el rato? —me cruzo de brazos.

—Precisamente por esto—Me pellizca la nariz—. No sabía cómo ibas a reaccionar.

—No pudiste, no sé, ¿decírmelo y ya? ¿Tenías que armar todo este complique y secuestrarme de paso? Incluso te sentaste con ella en el auto—le recrimino, enfurruñada. Trato de quitármelo de encima—. Mejor quítate que nos están esperando.

Corazón de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora