14. Un sentimiento que escapó por accidente.

1.1K 118 42
                                    


La cena fue maravillosa. La sensación de tener con quien salir y confiar plenamente es algo que no tiene precio. Me hace entender por qué los personajes de mis libros sufren tanto cuando no tienen esa sensación, más bien yo los hago sufrir. Alex no es solo mi novio sino que también es mi mejor amigo, y esa es la mejor cosa del mundo. E incluso cuando me puse toda estúpida y me cagué del miedo, no perdió la paciencia conmigo y fue muy comprensivo. A veces si sentía que era una carga para él, pero al parecer él no lo veía para nada de esa forma y yo no sabía qué pensar de eso.

Terminamos de cenar cerca de las nueve de la noche, pero no me quiero separar de él. Siento ganas de pasar con él todo el tiempo que pueda, me hace sentir cómoda y feliz. Probablemente es una estupidez, ¿por qué me hago rogar tanto? ¿No sería más fácil venirme a vivir con él? ¿Pero y si terminara arrastrándolo a algo malo por culpa de las amenazas? Estoy muy confundida. Tengo miedo de que me hagan daño, pero también me da miedo que él salga afectado en medio.

Cuando llegamos a la habitación, Alex se quita la camiseta. ¡Madre de Dios!

Se voltea a mirarme y pone esa sonrisita de «Soy demasiado sexy y sé que te encanta».

—Hora de que pagues con tu parte.

No puede ser. ¿Quiere que le pague con mi cuerpo? No, ¡no!, ¿Qué era lo que le dije antes de irnos? ¿Le prometí algo? Sí, un masaje, era eso. Sonrío con nerviosismo, ¿en qué problema me he metido?

— ¿Vas al gimnasio o algo así? —le pregunto, mirando su torso. Siento el rostro caliente—. La última vez que te vi parecías un palillo.

No es un mastodonte pero puedo ver sus músculos. Dan ganas de que me abrace y nunca me suelte. Es tan lindo, cariñoso y ahora resulta que está más bueno que el pan. ¿Estoy en el cielo?

—Sí, voy al gimnasio en ocasiones—dice, seductor. Se acerca a mí—. ¿Me dijiste palillo?

—A ti no, a tu versión del pasado.

—Eso es igualmente ofensivo—se cruza de brazos, sonriendo.

— ¿Qué querías? ¿Estar como lavadero estando todo el día tirado en la cama? Más bien parecías tabla de planchar.

— ¿Me estás diciendo tabla de planchar? —frunce el ceño.

—Me pregunto por qué nunca se me ocurrió pedirte que me dejaras planchar la ropa sobre ti —me burlo.

—Mira quien habla de tabla de planchar—me dice, mirando hacia abajo.

Abro la boca, indignada. ¡Qué descarado!

— ¡Oye! —me cubro con mis brazos—. Estoy bastante bien, para tu información.

—Pues...

— ¡Alex!

Se ríe y me abraza. ¿Me acaba de decir pecho plano? Ni porque él los tuviera más grandes que los míos. No, bueno, creo que eso sería preocupante. Arropándome con sus brazos, murmura en mi oído.

— ¿Vas a darme el masaje? Me gustaría sentir tus manos sobre mí.

Ay madre.

—Eso es muy sugestivo.

Y me encanta. Es raro, pero ya no me da tanto miedo la idea de estar cerca de él de forma íntima. Aunque lo más cercano haya sido verme en traje de baño, me gustaría compartir más con él de esa forma. Estar más cerca. No puedo evitar que la idea me venga a la cabeza, y me da miedo porque soy una total inexperta en el tema. Pongo una mano en su espalda y me recuesto en su pecho. Es él, es el correcto. Sé que puedo confiar.

Corazón de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora