Forgiven

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La mente es el amigo más traicionero que alguien puede tener. Sabe nuestros más grandes deseos, nuestros oscuros secretos, lo que amamos y odiamos de nosotros mismos y del resto del mundo, y es cuando la noche cae que utiliza todo eso que somos y que deseamos no ser, todo aquello que anhelamos y que detestamos para torturarnos con ello. Así lo sentía Andrew siempre que se iba a la cama donde daba vueltas y vueltas pensando en esa caricia que Jerry le había obsequiado a la hora del almuerzo, o cuando lo ignoró por completo cuando el profesor de Matemáticas les pidió que trabajaran en parejas. ¿Le gustaba o no le gustaba? ¿Por qué jugaba con él de esa manera, como una avioneta que lucha por despegar pero sin nunca lograrlo?

Sin embargo, lo que más detestaba Andrew era que su humor y su felicidad estaban en las patas de alguien más, y que por mucho que quisiera ser feliz y enorgullecerse de sus propios logros, ninguno de ellos lo hacía tan feliz como pasar tiempo junto a Jerry, aunque fuera tan solo unos segundos, aunque lo ignorara por completo.

"Le daría mi corazón aunque lo rompiera, porque aunque esté roto, está en sus manos" pensaba Andrew mientras miraba, sobre el hombro de Brenda, la mesa del enorme venado, rodeado de sus amigos riendo y hablando.

-¿Tan siquiera me estás prestando atención? -preguntó Brenda con el tenedor a la altura de la cara, aun tenía un pedazo de lechuga al final.

-Por supuesto que sí, estás hablando sobre el chico del gimnasio, el búfalo... -contestó Andrew mirándola a ella, regresando al mundo real. Su plato estaba lleno de la ensalada del día. Súbitamente no tenía hambre.

-Pues ayer me enteré que se llama Jake. ¡Dios! Nos encontramos en el estacionamiento y se me quedó mirando luego de... ¿A quién tanto miras? -dijo volteando sobre su hombro.

-A nadie -contestó Adnrew volviendo su rostro a la ensalada. No quería hablar de Jerry con Brenda, en primer lugar porque no era ciego y sabía que a él le gustaba mantener un perfil bajo, no llamar la atención ni salir del clóset. No quería ser él meter la pata, mucho menos obligarlo a salir y esparcir un rumor. En segundo lugar... Brenda podía ser una verdadera hija de puta.

-¿Es en serio? ¿Jerry? No, Andrew, por favor no, no con el de los cuernos brillantes. Hay mil y un chicos más guapos que él y con mayor iQ, no te rebajes a eso, que la desesperación no te rebase.

-Baja la voz -le contestó el zorro, echando sus orejas hacia atrás. Parecía que Brenda lo hacía a propósito.

-Andrew, en serio, Jerry no es... no es para ti, tú eres de Venus y él de Marte, simplemente no van. Es como juntar la mostaza con el helado, es impensable. Además Jerry no es gay, está saliendo con esa pantera que se pavonea por los pasillos provocando a todos los hombres. No creo que prefiera cambiarla para intentar nuevas cosas... a menos -estaba por comerse al fin ese último pedazo de lechuga al final de su comedor cuando sus ojos se abrieron como platos, lo bajó hasta el plato y acercó su hocico a la cara de Andrew.- ¿Jerry es gay?

Andrew se revolvió en su asiento. Una cebra y un puma, sentados a unos metros de ellos levantaron las orejas y, discretamente las dirigieron en su dirección. Andrew se percató y se llevó un dedo a la boca para que Brenda se callara.

-¡Es que no lo puedo creer! Eso explica muchas cosas. No me sorprende que hubieras estado tras él, pegado como una mosca estas últimas semanas. Mira nada más...

-Brenda... en serio.

-Tienes que contármelo todo, no es posible que no me hayas dicho antes. Ese tipo de cosas se dice al momento. Pero aun así... esa actitud tan deportiva que tiene me parece tan de los noventas, es como de una película adolescente vieja. Y sigue sin gustarme para ti.

BORDERWhere stories live. Discover now