Fire on Fire

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Alex pocas veces se ponía nervioso. Muy pocas cosas le preocupaban de verdad y un partido de football no era precisamente una de ellas. No le temía a los golpes que pudiera recibir, ganar o perder no era tampoco algo que le quitara el sueño y, sin embargo, mientras se ajustaba el casco aquella mañana, notó que sus dientes castañeaban.

Estaba junto a su equipo en la orilla del campo. El sol estaba en su cenit y el aroma a pasto recién cortado inundaba el ambiente. Ambas gradas estaban llenas de los padres, los amigos y las novias de los jugadores que gritaban emocionados, esperando a que iniciara el juego.

El entrenador, completamente concentrado explicaba las jugadas que harían ese día, las variaciones de los pases y por donde debían correr. Era demasiada información que procesar y Alex, quien siempre entendía todo aquello, se sorprendió al darse cuenta que no estaba reteniendo nada y que como arena, las palabras del entrenador se colaban entre su memoria.

Miró a sus compañeros, pero todos asentían a las palabras del entrenador, incluso hacían preguntas y sugerencias, lo que demostraba que de verdad estaban entendiendo y que no estaban fingiendo.

Alex en ese momento se sintió fuera de lugar, aislado de todo. Era el mismo sentimiento que había experimentado dos años atrás, cuando apenas empezaba a jugar football y que, al no prestar atención a una jugada, se quedó solo en el campo, del lado contrario de aquel donde corría la pelota. Aquella vez el receptor del equipo contrario atrapó el balón y, sin ninguna preocupación, llegó a la zona de anotación, pasando frente a Alex, quien por más que corrió no logró alcanzarlo.

Recordar aquello le erizó el pelaje de la nuca. Las miradas de decepción de sus compañeros, el silencio de su tribuna, y los gritos del entrenador... no quería volver a meter la pata de esa manera, pero ese sentimiento de estar fuera de posición no lo abandonaba por más que tratara de concentrarse.

-¿Estás bien?- le preguntó Mat, tomándolo del brazo y alejándolo del resto del equipo.

-No me siento bien... estoy pensando muy rápido y... tengo el presentimiento que voy a cagar todo.

-Tranquilo, no lo vas a hacer. Es un equipo medio, no son excelentes y ellos también están nerviosos, mira -ambos chicos dirigieron sus miradas al lado contrario del campo, donde el equipo de la preparatoria Santa Fe practicaban sus pases largos. Intentaron cinco de los cuales solo se lograron dos.- Entre menos quieras cagarla más lo vas a hacer. Deja de pensar y sólo disfruta el partido.

-No puedo hacerlo. Tengo tanto en la cabeza en este momento -los ojos de Alex brincaban de derecha a izquierda, fijándose en todo sin observar nada realmente-. El partido, el equipo, tú... todo lo que estoy viviendo por última vez. ¡Puta madre, siento que no lo estoy aprovechando al máximo como debería!

-Pues es que no lo estás haciendo. Carajo, Alex date un respiro. Sólo haz lo que sabes hacer y ya -Mat parecía desesperado y preocupado. Su rostro era el de alguien que tiene dos minutos para terminar un examen y que sólo lleva la mitad. Respiró profundamente y se pasó la pata por el pelaje entre las astas-. Mira, imagina que no tienes memoria, ¿cómo estarías pasando este preciso momento?

-¿Cómo?

-Olvida todo lo que ha sucedido hasta este mismo segundo. Tíralo todo, aunque sea por un momento, pregúntatelo si es necesario ¿cómo estaría viviendo este momento si no tuviera memoria?

Alex empezó a hacerlo cuando el silbato del árbitro sonó a la mitad del campo.

-Ay no... -dijo mientras echaban a andar hacia donde estaba el resto del equipo.

-Todo va a estar bien, yo te voy a echar una pata -murmuró Mat antes de irse al centro del campo a tirar la moneda. Caminó erguido y seguro de sí mismo. Alex lo miró de espaldas: sus astas reflejaban la luz del sol y sus músculos se asomaban incluso debajo del uniforme. Tenía tanta suerte de haberlo conocido, de que era su novio... y ese pensamiento hizo que los ojos se le enturbiaran.

BORDERWhere stories live. Discover now