California

111 13 0
                                    

Aquel día Andrew se levantó lleno de energía. No recordaba cuando había sido la última vez que se había sentido tan motivado una mañana. Se arregló y desayunó antes de salir de casa. Sus padres, ajenos a su felicidad, continuaban con su perezosa e incómoda rutina de todas las mañanas. Andrew no le prestó atención al mal humor que emanaban.

Tomó el autobús y miró por la ventana. Afuera el día parecía ser mas brillante, más claro a pesar de ser igual de nublado que los días anteriores. El aire era menos denso, el frío menos violento, de pronto el mundo parecía tener una red de seguridad a la cual era seguro caer.

El celular de Alex no encendió a pesar de todos los intentos del día anterior. El agua lo había estropeado de verdad. Sin embargo, habían acordado verse en la estación de autobús frente a la escuela antes de entrar. Había sido idea de Alex y Andrew, con mucha emoción había acordado seguirla.

Y al bajar los escalones del autobús, con una multitud de chicos a su alrededor, Andrew volvió a sentir esa emoción que aprieta el corazón. Respiró profundamente, preguntándose por qué se ponía tan nervioso nuevamente.

"Quizás porque así pensé que sería la primera vez. Quizás porque así pensé que serían las cosas con Jerry."

Su cola se enrolló a su pierna y sus orejas se aplanaron sobre su cabeza. Aquel nombre seguía produciendo en él una reacción difícil de asimilar, como si por su sangre corriera ácido de pilas. Pero al levantar la mirada, aquella sensación se desvaneció como la niebla bajo el sol. Agitando la pata sobre su cabeza estaba Alex, sonriendo. Echó a andar hacia Alex.

-Buenos días, ¿cómo dormiste ayer? -preguntó el coyote. Alex lo miró hacia arriba, sonriendo. Deseaba poder ver esos ojos marrones por largo tiempo.

-Muy bien, gracias. ¿Tu llegaste bien a casa? Me preocupaba un poco dejarte en la noche. Espero que tus tíos no se hayan molestado -la multitud a su alrededor comenzó a disiparse, unos hacia la escuela y la puerta principal, otros hacia las bancas, uniéndose a otras multitudes más pequeñas, como células que se dividen creando nuevos organismos.

-Estaban bastante preocupados. -río Alex- Dijeron que me marcaron todo el día y que mi celular no daba tono. Les conté que se había caído a un charco y que me empape en la lluvia. Les dije que tú me ayudaste -puso su enorme pata sobre el pecho del zorro, quien se estremeció un poco al sentir la presión de sus dedos.

-¿Les contaste... de mí?

-Sí, ¿tiene algo de malo?

-No, nada, nada es sólo que... bueno, no sé. Creo que es lo justo, mis padres te conocen ahora también.

-¿Les caí bien? Espero haberles caído bien.

-Claro, si no, no hubieran dejado que te quedaras anoche -o por lo menos eso era lo que Andrew pensaba. Al regresar a casa, luego de dejar a Alex, los encontró en su habitación con la puerta cerrada. No quería que nada arruinara aquel día, así que se dirigió a su propio cuarto para estar en paz-. Oye, ¿y les contaste lo ocurrido con... en el gimnasio?

-No -Alex negó con la cabeza rápidamente y desvió la mirada-. No quiero preocuparlos con algo así, además ¿ellos que pueden hacer? Ya no pueden venir a defenderme, esos días ya quedaron atrás... para bien o para mal.

-Pero... bueno, no sé si sea algo que deban saber. No quiero entrometerme en esos asuntos ni mucho menos, pero... -Andrew dejó la oración sin terminar.

-Entiendo lo que dices. Pero no te preocupes -el coyote sonrió. Andrew percibió que su cola se balanceaba de un lado hacia otro, igual que la suya. Se sentía contento de estar ahí.

BORDERWhere stories live. Discover now