Bad Blood

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Las mañanas frías, donde el pavimento parecía exhalar vapor, donde la única luz era aquel resplandor gris que parecía brotar del mismo aire y donde la silueta de los árboles que crecían en las colinas de Middletown se recortaban contra un cielo aun estrellado, eran las favoritas de Jerry.

Con la mente aun embotada por el sueño y los pensamientos dispersos como la misma niebla a través de la que corría, avanzaba kilómetro a kilometro por la carretera, devorando las líneas blancas en el suelo.

Mientras corría, su mente estaba en paz, sus pensamientos se centraban únicamente en avanzar, en seguir adelante y eso le gustaba, eran pensamientos sencillos, sin ninguna complicación: adelante, rápido, no pares.

Sin embargo estos evolucionaban a medida que el sol iba saliendo por el este, devorando las estrellas y la luna a su paso. La niebla entonces se dispersaba y con ella, la magia que envolvía aquellos momentos de soledad para Jerry, quien sabía que era hora de volver a casa.

En cuanto cruzó el umbral de la puerta todo su buen humor se había disipado. Estaba harto de llegar a una casa sucia, pequeña y decadente, donde siempre olía a humo de cigarro, había platos sucios en el fregadero y había más cosas por arreglar que funcionales.

"Después de todo lo que hemos trabajado mi padre y yo... después de matarnos como bestias para ganar algo de dinero, todo sigue igual, ¿por qué, maldita sea? ¿por qué no podemos tener lo que tienen todos los demás?"

Aquella mañana se sentía particularmente molesto con todo el mundo. No quería ir a la escuela, no quería hablar con nadie del equipo de basquetbol, no quería ni siquiera ir a entrenar, que hasta entonces era lo único que lo motivaba a salir de la cama, no quería hacer ni ver a nadie.

Y es que Jerry, a diferencia de Andrew y Alex, no tenía un pasado al que recurrir cuando se sentía triste. No tenía recuerdos, no tenía lugar al cual recurrir en momentos así. Sin la memoria, la nostalgia es solo tristeza, y Jerry no se permitía estar triste nunca, tal como su padre le había enseñado.

Cuando era cachorro, había llorado mucho por no poder ver a su madre. La extrañaba y quería estar con ella, verla, abrazarla. No entendía porque de un momento a otro había desaparecido. No sabía porque una mañana había salido a trabajar y por la tarde no había vuelto, como hacía todos los días. No entendía porque su padre golpeaba la pared después de colgar el teléfono, ni porque lloraba al hacerlo, pero sabía que algo estaba mal. No entendía que podía ser tan malo que hiciera a su padre, su héroe, la persona más fuerte que conocía, que levantaba troncos con una sola mano y nunca lloraba cuando se pegaba con el martillo, llorar mientras daba vueltas a un lado y otro de la sala, chocando sus astas contras las paredes, derribando los cuadros.

-Se ha ido... se fue y nos abandonó aquí a ti y a mí. ¡Nos dejó solos! -dijo después de largo rato sin dirigirse directamente a Jerry. Al parecer ni siquiera había notado la presencia del cachorro.- ¡Pues que se largue! No la necesito, no la necesitamos. No necesité a nadie en toda mi vida y ahora no será el momento.

Jerry estaba tan asustado que comenzó a llorar. No entendía qué pasaba, quien se había ido, ¿por qué su mamá no había llegado aun? Ya se había hecho oscuro y ella no había llegado, ¿y si algo malo le había sucedido? La quería a ella, quería preguntarle que tenía su papá, por qué estaba tan molesto, pero la puerta permanecía cerrada, y eso solo lo hacía sentir peor, lo que provocó que llorara con mas amargura.

-No te atrevas a sentirte triste. Ella nos dejó, se fue como una cualquiera con un cualquiera. No se merece nuestras lágrimas, hijo.

-Papi... quiero a mamá, ¿dónde está mamá?

-¿Qué no entiendes? ¡No dejó! Mamá no va a volver, no va a volver nunca y si lo intenta créeme que deseará no haberlo hecho -su padre encendió un cigarrillo y el televisor. Puso un juego de baseball grabado en VHS y tomó la botella de whisky que estaba debajo del televisor. El humo llenaba la diminuta sala mientras él se dedicaba a vaciar la botella trago a trago, con los ojos rojos y los labios en una mueca de despreció.

BORDERWhere stories live. Discover now