Kate me miraba con pena, y con desconfianza al doctor junto a mí. Su casa era bastante grande y cómoda. Tenía buena limpieza.
Después de mostrarle a Kate todo lo que a mí, ella siguió totalmente cabreada conmigo. Ella quería llamar a mi madre, pero le prohibí totalmente hacerlo. Y ella lo hizo, con el ceño fruncido, pero acabó por redimirse.
Está bien, yo estoy bien, pero parecía que por más intentara decirlo, menos me creían.Kate, por alguna razón, trajo ropa, incluso trajo algo de mi comida favorita. Ella, al recibir mi llamada, sabía que algo no estaba completamente bien.
Y ahora, mientras Haniel, el experimentado y genio doctor ante mí, comprueba todo lo que, en general, debería estar bien, tengo la sensación; de que poco a poco, la presencia que sentía de Doyle ya no está. Es algo que me aterra, mucho, por que si por fin estaba de acuerdo en aprender a querer de nuevo, ¿cómo puedo hacerlo si él no está? ¿Cómo puedo comprender todo esto sin él? Alguien que sin yo saberlo ha estado una vida entera junto a mí.
Ya no tengo una vida, por su culpa, y también por la mía. Antes tenía una madre, ahora ya no, antes no sabía lo que era el peligro más allá de los insultos o los gritos de mi padre. Pero, esta vez he sufrido daños físicos y mentales. He perdido a una madre, he perdido una vida, y ya nada volverá a ser como antes. No puedo volver a mi casa, a estudiar, oh, y ni siquiera puedo contarlo. La única persona que me comprende y ya no está.
—No llores. ¿Te duele? —Dice Haniel apretando varias partes de mi brazo. Él sabe que sí me duele, yo lo se también, y por supuesto, Kate lo sabe.
—Doctorzuelo, cuidado con mi amiga o te las verás conmigo. —Habla la chica de la cabellera rizada, con una cara de pocos amigos, y una actitud amenazante. Sonrío. Solo ella me queda de mi antigua vida. De lo que fue mi vida.
—Prometo que tendré máximo cuidado, que la trataré con manos de seda y con dedos hechos de plumas. ¿Te sirve? —Dice mirando a mi amiga, con una amable y radiante sonrisa.
—Tal vez. —Cesa ella, apartando su mirada y rostro sonrojado de la visión de él. Sacándole una sonrisa al joven hombre ante nosotras.
—Bien, yo no puedo recetarte medicamentos, por razones obvias. Pero tienes fiebre, el cubito roto y el radio posiblemente fracturado, no lo sabré con certeza sin una radiografía. —Niego con la cabeza, intentado hacerle saber que no me la haré. Y que por más que insista no voy a ir a un ningún hospital. Él suspira, posiblemente rendido y algo agotado, y me mira con una expresión que no consigo descifrar del todo. Una increíble mezcla entre confundido, apenado y enfadado. —Como médico, debo decirte que tienes que ir a un hospital, pero a juzgar por tus heridas y tu insistente manera de no querer ir a un hospital y que llamemos a tu madre, debo entender que esta no es cualquier situación, ¿no es así? —Asiento, aún sin decir palabra alguna. —¿Está bien si llamamos a la policía? —Mi piel se vuelve de gallina al escucharlo, y por la reacción de Kate, se que la de ella también.
—No, por favor. —Suplico. —De verdad que no quiero, no puedo, ¿no hay una forma de estar bien?
Él lleva la palma de su mano derecha a sus labios, rozando los dedos con la gruesa superficie de ellos. Observando atentamente, sus ojos profundos y gruesos labios, son bastantes atractivos, tiene las facciones suaves pero masculinas, y la piel morena, posiblemente por nacimiento o tocada por el sol. Y por la forma en la que Kate lo observa, ella también lo ve.
—Hay una opción. —Nos pide en silencio que nos acerquemos a él. —Hay personas que no pueden costearse nuestros servicios, y algunos médicos no estamos dispuestos a dejar pasar a esa madre sin la atención necesaria de sus hijos, o a ese amable señor que no puede costearse una revisión solo porque no tiene dinero. Y es ahí donde puedo tratarte, no es la gran cosa, solo, tenéis que prometer no decírselo a nadie, o mi carrera y la de otros buenos médicos estará en peligro.
Ambas asentimos, de forma unísona, mientras la dulce y seria mirada del chico ante nosotros nos recorre el rostro.
—Solo puedo llevarte a ti, Emma. —Me dice, y siento como el vello de todo mi cuerpo de pone de punta.
—De eso nada. —Afirma Kate, ella no lo iba a dejar pasar así como así. Y se lo agradezco, porque me cuesta sacar mi propia voz.
—No puedo llevarte allí si no estás enferma. —Habla el doctor. Dirigiéndose solamente a ella.
—¡Soy a la única que tiene en estos momentos! —Grita, acercándose de manera peligrosa al doctor. Alzando la voz, más allá de cualquier límite.
—¡Si digo, no, es que es no! —Grita Haniel, por primera vez en varias horas. Con voz grave, y amenazadora. Pero nada más lejos de asustar a Kate, le da el suficiente valor de acercarse aún más.
—¡Escúchame bien, doctorzuelo! ¡No te conozco, no la conoces, y ni mucho menos me conoces, no me digas lo que tengo que hacer!
Observo la forma en la que ambos pelean, la cabellera de Kate cayendo sobre sus hombros de forma violenta, cada vez que ella sacude su cuerpo eufórica. Las altamente atractivas facciones de Haniel, su ceño fruncido, y la respiración agitada que, si se me permite decir, es a causa de la satisfacción que le prometen los gritos de mi amiga. Y las pupilas dilatadas de ambos, quienes se miran con lujuria, enfurecimiento, enfado, y exaltación.
Me levanto a duras penas de la encimera, sostengo mi mal herido brazo, con un gran daño devudo a mi torpeza. Y ante ellos, me retiro, sin hacer ruido, oyendo aún los gritos, cada vez más desquiciados de ambos. Disparatados a su vez, y mientras mi cuerpo se recarga sobre el mullido sofá de la salita, escucho algo como.
—¡No me puedes controlar!
De los finos labios de Kate.
—¡No quiero controlarte!
De la seductora voz de Haniel.
—¡No eres mi madre, ni mi hermano, para decirme si debo, o no debo ir!
La encrucijada cada vez me tiene más enganchada, como una vieja novela de televisión.
—¡No pretendo, ni quiero ser eso!
Y entonces, el silencio.
Unos segundo de silencio, y agitadas respiraciones. De nuevo, el silencio.
Y entonces, un grito, en mi subconsciente, bastante reconocido para mí.
—¡Emma!
—¡Doyle!
Grito, incorporándome del sofá. Pero ya he perdido su voz.
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El ángel demonio Doyle Saint
Fantasía¿Qué es el demonio si no el hijo favorito de Dios? ¿Qué sería del bien sin el mal? ¿Y de la de luz sin la oscuridad? En coexistencia, el bien y el mal viven en cierta armonía dentro de Doyle, dentro de esos ojos que hacen cambiar a cualquiera. Para...