Digo la verdad cuando miento. E intento mentir cuando digo la verdad.
Miro recelosa hacia Doyle, no sé que es lo que pretende hacer. Mis manos están atadas, tras mi espalda, mientras que mi cuerpo descansa en una esquina de este solitario lugar. Los pasos lentos de Gabriel se aproximan hacia el ángel de alas quemadas. Durante un momento, no vi nada, solo oscuridad, pero podía oír los gritos de un ángel siendo calcinado.
—¿Prefieres quemada o cortada, hermano? —Dijo con una sonrisa torcida antes de hacer elegir una tortura a su propio hermano.
Mientras él se colaba en mi mente y con una sonrisa en su rostro, me dijo, “Tranquila”.
¿Pero como podía siquiera hacer eso, cuando las lágrimas no paraban de emerger de mis negros ojos? Agradeciendo perder la visión, pero no el oído. Solo quería llorar contra él y volver a susurrar un... lo siento.
Y ahora, mientras lo veo de rodillas, cabeza gacha, y manos al frente, con sus alas reducidas, deseo volver atrás.
—¿Satisfecho? —Susurra Doyle levantando su vista, dejándome ver sus iris, rodeados por círculos rojos, conteniendo varias lágrimas que amenazan por salirse de sus preciosos ojos claros.
Gabriel sonríe. Si es todo lo que dice cierto, y mi padre era el ángel más ruin y despreciable del cielo, ¿entonces dónde queda él?
Por un momento siento su sonrisa, y sus ojos en mí. Me estremezco, pero mantengo mi vista sobre él, lanzando cuchillos.—No. —Sonríe de lado, una sonrisa maliciosa y a la vez con un toque de picardía, mientras a pasos lentos se acerca de nuevo a mí.
—¡No te acerques! —Prácticamente ladro hacia él.
Él suelta una carcajada.
—Ella me gusta más que la anterior, recuerdo como ella murió, y su hijo... —Hace una expresión falsa de sorpresa. —Oh, bueno, vuestro hijo. ¿no es así, hermano?
—Gabriel, ¿qué demonios quieres? —Espeta Doyle intentado hacer un esfuerzo para ponerse de pie. Falla.
—No lo intentes, sabes como estuviste la última vez. Es una pena que no puedas morir, pero te aseguro, que si no fuese así, ya estarías muerto. —Gabriel vuelve su vista hacia mí, de nuevo, aproximándose. Quedando tan solo un par de pasos entre nosotros.
Respiro rápido, pero con dificultad. Intentado zafar las cuerdas atoradas en mis manos, rozando entre sí y produciendo quemaduras en mi piel. Siento como mis mejillas queman, y la sangre comienza a arder bajo mi rostro.
—No te acerques, te lo advierto.
—¿Y qué va a hacer la hija de un ángel, que ni siquiera es capaz de volar? ¿Crees qué tu novio, el que está allí, de rodillas, va a detenerme? —Se carcajada, yo solo muerdo el interior de mi mejilla con fuerza. Reduce el espacio entre nosotros, y de rodillas, se pone a la altura de mi ojos.
Su cabello rubio reluce con unos cuantos rayos de sol que entran por las tapiadas ventanas, sus ojos verdes me observan con malicia, mientras yo observo la manera que tiene su mandíbula de tensarse. Realmente es atractivo, mucho; aparenta unos veinte años, pero quizás tenga mucho más que esos.
Su mano se acerca hasta tocar una de mis mejillas, sigo con una mirada de rencor sobre él. Su rostro de aproxima al mío, su palma cubre toda la parte inferior de mi pómulo, observo sus labios. Son color rosa pálido, carnosos de abajo y estructurados de arriba. En un tosco beso, junta los suyos con los míos. No permito moverme. ¿Qué es lo que intenta?
Junta nuestros cuerpos de forma brusca, su mano deja su lugar y la desciende suavemente hasta la parte trasera e inferior de mi cuello, acariciando de forma delicada la piel hasta él. Me estremezco ante su tacto, sus labios de presionan contra los míos, pero yo me abstengo de moverlos. Tal y como él quiere. Su boca captura mi labio inferior, haciéndome soltar un gemido de dolor, que él intenta calmar chupando la zona dañada.
Se me corta la respiración.
Noto una sonrisa contra mi cuello, mientras deja besos húmedos a su paso.
Abro los ojos y miro hacia Doyle, pero él mantiene la cabeza gacha, quedando inmóvil en su lugar. Sin intentar hacer algo para detenerlo.
—¿Él te ha dicho que te quiere? ¿Qué le gustas? —Susurra Gabriel en mi oído, haciéndome estremecer; con su mano izquierda rozando mi cadera. —Seguro que te lo ha dicho. —Gesticula una media sonrisa. —¿Entonces por qué no hace nada? Tengo entendido que puedes oír su voz, y si no me equivoco él no te está diciendo nada. —Aún cuando su respiración la noto en mi cuello, no me doy cuenta cuán alocada e irregular está la mía. —Es mejor que desaparezcas. —Dice guiñando un ojo antes de hacerme desmayar.
...
Me despierto tras una puerta, con ambas manos doloridas y el corazón a mil. Abro los ojos poco a poco, mis iris se acostumbran a la poca luz de la habitación y entonces puedo ver que se trata de la mía propia. Confundida, me incorporo, e intento recuperar de forma fallida un par de veces el equilibrio. Llevo una mano a mi frente, notando cuán ardiente está. La cabeza me da vueltas, el estómago también, y mis pies no son capaces de mantenerse en su propio eje.
Contemplo mi cama deshecha, con las sábanas revueltas y tibias. Miro el reloj de la mesita, las once treinta y un minutos de la noche, de un viernes, dos de marzo. Han pasado dos meses desde que empecé mi último curso, y ya lo llevo atrasado.
Esto nunca me ha pasado, a decir verdad, nada de esto me ha pasado jamás. Y al recordar todas las palabras de Gabriel, y las de Doyle, o Aiden, o como quiera que se llame en verdad, siento unas terribles ganas de vomitar.
Me acerco a las escaleras, abriendo la puerta de mi habitación todo lo silenciosamente posible que pueden mis manos temblorosas. Ya que no tengo idea de como, cuando, o con quien se supone que he llegado aquí.
Una mezcla de dos voces se oyen desde la planta inferior, una masculina y otra femenina, que bien podría ser de mi madre. Ellos enzarzan una disputa agitada, pero entre susurros a su vez.
—Ella debe saberlo. —Dice la voz masculina.
—No, nunca. Quiero protegerla, no que pase por algo como esto. —Contraataca mi madre, seguramente con los brazos cruzados.
Hablan de mí. Estoy segura.
Me siento sobre el suelo, se siente frío sobre mis muslos desnudos, y ahora no recuerdo haberme puesto este pijama. La voz masculina habla.
—Lleva dieciocho años sabiendo más sobre lo que tú crees que no debería saber. Esa chica ya no es una niña, ni tú eres su madre para decirle lo que debe o no debe hacer.
![](https://img.wattpad.com/cover/144618255-288-k329806.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El ángel demonio Doyle Saint
Fantasi¿Qué es el demonio si no el hijo favorito de Dios? ¿Qué sería del bien sin el mal? ¿Y de la de luz sin la oscuridad? En coexistencia, el bien y el mal viven en cierta armonía dentro de Doyle, dentro de esos ojos que hacen cambiar a cualquiera. Para...