21. JUEGO DE FUEGO

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Después de pasarse toda la tarde escogiendo algo con qué vestirse, Marinette se decantó por un look informal compuesto por un top color burdeos y una falda negra que le llegaba por la mitad de los muslos.

Se sentía sumamente nerviosa, no solo por esa especie de cita y lo que comportaba, sino también por no saber a ciencia cierta como iba a escaquearse de su castigo.

Tras acicalarse la melena y aplicar una fina capa de maquillaje en su rostro, la muchacha bajó las escaleras apresuradamente al oír que llamaban al timbre de casa; deteniéndose de sopetón al ver a su padre plantado en el recibidor.

- ¿Adónde crees que vas, jovencita?- inquirió el fortachón en un tono severo.

« ¿A convertirme en una mujer? Mejor me ahorro la respuesta. »

- Este... Había quedado con Luka.- se excusó con nerviosismo.

- Estás castigada, ¿o acaso lo has olvidado?

Ella se encogió sobre sí misma, sin poder contestar que el timbre volvió a sonar, haciendo que el mayor abriera la puerta con engorro y se encontrara con el sonriente rostro del guitarrista.

- Buenas noches, señor Dupain.- saludó el universitario con una sonrisa arrebatadora-. ¿Se ha hecho algo en el mostacho? Hoy luce estupendo.

« Oh, por dios... Dime que no acaba de alabar su bigote. »

- Pues sí, ¿se nota?- preguntó el panadero a la vez que acariciaba la zona.

- ¿Bromea? ¡Salta a la vista!- enfatizó adulador.

- Vaya, muchas gracias.- sacudió levemente la cabeza, tornando sus facciones más hoscas al obligarse a mantener la compostura-. En fin... Supongo que vienes a por Marinette.

- Sí, señor.- confirmó con total despreocupación-. Desde que estoy en la Universidad que no nos vemos demasiado y... Queríamos aprovechar hoy para salir y pasar el rato.

Tom se cruzó de brazos, echando un rápido vistazo a su hija con no demasiada benevolencia.

- Lo siento, pero está castigada.- argumentó el hombre con apatía.

- ¿Castigada?- repitió con fingida perplejidad-. Pero eso es... Terrible. ¿No podría hacer una excepción y dejarla salir hoy?

- No.

- Venga, solo hoy.- se acercó en una actitud conciliadora, rodeando por los hombros al castaño-. Además, sabe perfectamente que conmigo no tiene de qué preocuparse.

- Muchacho...

- Vamos, Tom... ¿Cuándo le he fallado?- disuadió mostrándose encantador, luego sonriendo de forma arrebatadora-. Le prometo que vigilaré a su pequeña en todo momento.

« Qué manía tienen todos con llamarme pequeña... »

El Dupain bufó no muy seguro, observando a la euroasiática guardar silencio mientras ambos varones debatían.

- No sé yo...

- Mírelo de esta manera.- animó el ojizarco con una expresión más granuja-. Si deja que Mari venga conmigo, usted puede aprovechar para salir con su esposa...- tentó en un tono provocador-. ... Y así lucir ese mostacho en una cita romántica.

El cabeza de familia se frotó la barbilla pensativo, sonriendo a los pocos segundos.

- Eso suena bien.- murmuró contento, enfocándose en su descendiente-. Supongo que... Podría levantarte el castigo por hoy.

Los ojos de la joven centellearon de alegría, luego abrazándose a su mentor con entusiasmo.

- Gracias, papá.- agradeció eufórica.

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