7. ODIOSA TENTACIÓN

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Ambos jóvenes se habían acomodado en el sofá de la sala de estar, sosteniendo los folios con el guion a recitar por cada uno. Apenas habían empezado con el ensayo, manteniéndose en un incómodo silencio mientras Adrien iba examinando de tanto en tanto a la fémina que se sentaba a una escasa distancia de él.

Ella resopló, intentando fingir que no se percataba de como el rubio la miraba, sin embargo, con el paso de los minutos terminó por cansarse de ser el centro de atención; afrontando a su compañero con un semblante inescrutable.

- ¿Tengo algo en la cara que me estés mirando todo el rato? - le instó en un tono hastiado.

- No, solo miro. - murmuró encogiéndose de hombros.

- Pues deja de hacerlo.

- Mm... No me da la gana. - replicó con una sonrisa sarcástica.

« Ya decía yo que lo de la tregua no iba enserio. »

- Maldito idiota prepotente... - masculló para sus adentros.

- ¿Qué has dicho, Morti?

« Que ojalá te caiga un piano encima... »

- Nada... Homero. - contestó sonriendo con falsedad.

- Querrás decir Romeo.

- No te mereces tal honor. - le reprochó con sus facciones no mostrando ningún tipo de aprecio ni misericordia.

- ¿Acaso tú eres digna de ser Julieta? - le reprochó inclinándose hacia ella.

- Vale, ya basta. - sentenció dejando el papel a un lado-. O empezamos a ensayar la obra, o me voy a mi casa.

« No he sido yo quien se ha puesto como a una loca histérica. »

- Ya va. - espetó a regañadientes, incorporándose para luego sostener la mano de la chica.

- ¿Qu-qué haces? - preguntó desubicada, contemplando el gesto del varón.

- Tengo que tomarte de la mano. - torció una sonrisa, luego tirando de la azabache para hacer que se enderezara y quedara plantada ante sus ojos.

- Intenta algo y...

- Lo sé, lo sé. - interrumpió con aborrecimiento-. Más me vale no pasarme de listo, o de mis pokeballs nunca saldrán Pokémon.

- Algo así.

El muchacho revoleó los ojos, inspirando profundo a la vez que alzaba gentilmente la mano de la que representaba que era su doncella; aclarándose la garganta al proceder con su papel.

- Si con mi mano he profanado tan celestial altar, perdóneme. - se aproximó con coquetería a ella, arrimando los labios a sus nudillos-. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso... Con un beso.

La euroasiática se quedó como a una estatua en primera instancia, pestañeando reiteradamente al ver el estado de ensimismamiento en el que había caído para retomar el hilo de la escena.

- El peregrino ha equivocado el sendero pese a que parece devoto... - representó con una sonrisa desafiante, como si las palabras proclamadas por el sujeto no le surtieran efecto-. El palmero únicamente ha de besar manos de santo.

- ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero? - persistió en un rol de galán.

- Los labios del peregrino son para orar.

- ¡Oh, es una santa! - exclamó denotando énfasis, sin borrar la sonrisa sardónica que surcaba su rostro-. Cambien pues de oficio mis manos y mis labios. - redujo la distancia con ella, adoptando una expresión más seria, usando un tono más disuasorio-. Ore el labio y otórgueme lo que le pido.

||+18|| ▪TURN ME ON ▪                  ➤ ADRINETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora