1. UN PAR DE BOBOS

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Habían pasado ya dos semanas desde el inicio del curso escolar, no habiendo más novedades que el los tediosos deberes que encomendaban los profesores y la exasperante monotonía.

Adrien ya se había dado por vencido en sus intentos de volver a sentarse con Nino, teniendo que conformarse con su sitio al lado de aquella chica de cabellos oscuros y mirada azul cielo.

No sabía porqué, pero la muchacha poseía algo que hacía que los muros que había construido alrededor de su corazón se tambalearan; causando que su habitual flema se viera amenazada por la inquietud que ella le provocaba.

Ese sentimiento de vulnerabilidad era algo que detestaba, hecho por el cual ni siquiera se molestaba en relacionarse con ella si no era estrictamente necesario.

En uno de los días, el profesor de primera hora se ausentó, a lo que los alumnos aprovecharon para distraerse, conversando animadamente mientras se recogían con sus amistades.

Adrien estaba sentado sobre su mesa, charlando despreocupadamente con Nino, obviando por completo la presencia de Marinette junto a su mejor amiga a pocos metros de distancia.

- Creo que me he enamorado. - confesó el moreno, soltando un largo suspiro al posar sus luceros en la fémina que socializaba con la azabache.

Los ojos del rubio se dirigieron donde su camarada se enfocaba, soltando una risa incrédula al volver a encararlo.

- Olvídalo, tío, no te conviene.

- ¿Por qué no? - protestó sin apartar la vista de su objetivo-. Parece un ángel.

- Un ángel endemoniado. - contestó con sequedad-. Las mujeres son unas falsas; son el mismísimo diablo en persona. - sonrió apesadumbrado, apoyando las manos en la superficie de la mesa-. Te enamoran y, a la que te das cuenta, ya te han cambiado por otro, y todo ese amor que decían sentir por ti, se convierte en una vil patraña para tenerte a sus pies hasta que se cansan de tenerte a su lado.

El joven de lentes examinó con pesadumbre al que era como su hermano, resoplando en una expresión más alicaída, cruzándose de brazos.

- Nunca cambiarás, ¿eh? - el aludido no contestó, mirando hacia el techo distractoramente-. Que tu madre le hiciera eso a tu padre, no significa que todas las chicas sean igual.

El varón Agreste clavó sus gemas en las de su compañero, su mirada corrompida por el dolor y la rabia.

- Perdona, ya no vuelvo a tocar el tema.

El sonido de las risas de Marinette y su amiga hicieron que ambos jovenzuelos callaran, observando como se acercaban a ellos y se detenían frente suyo.

La ojizarca puso los brazos en jarra al ver como el arrogante de mechones dorados acaparaba parte de su pupitre en una postura relajada.

- Quítate, estás ocupando mi mesa. - instó con voz autoritaria.

« Ya estaba tardando en venir a fastidiarme. »

Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios del insolente, rotando su cuerpo, de manera que sus piernas quedaron completamente extendidas en ambas mesas.

- ¿Te molesta, bichito? - cuestionó en un tono vivaracho.

- Si no me molestara, ahora mismo no estaríamos teniendo esta conversación.

- Claro, bien visto. - ella aguardó inamovible, viendo como él ensanchaba más su arrogante sonrisa-. Pues... Buena suerte.

« ¿Y éste quién se cree que es? »

Ella abrió los ojos de par en par, frunciendo el entrecejo al arremeter contra el rubio en una actitud más impetuosa.

- Adrien, sal de mi mesa. - advirtió a regañadientes, dando un paso hacia él.

||+18|| ▪TURN ME ON ▪                  ➤ ADRINETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora