Gianluca
Las palabras de Miranda habían dolido, de verdad que lo habían hecho. Pero eso no quita que no haya tenido la razón, tal vez por ese motivo es que duelen: porque sé que son ciertas.
Mi móvil sonó por quinta vez de nuevo, entorné los ojos cuando divisé en la pantalla la foto de Verona.
¿A caso no tenía algo mejor qué hacer?
No dudó dos segundos para enviarme otro mensaje:
"Si estás en algún bar, voy a matarte...¡te estás convirtiendo en un ebrio de lo peor!".
Resoplé, al mismo tiempo en que releí los mensajes de hace minutos a través de WhatsApp:
Verona Roperty [17:55 pm]
Amore, ¿dónde estás? Ya debemos ir a ver la iglesia. Tu asistente me dijo que estabas ocupado.No respondí
Negué.—¡Esa mujer me va a volver loco!—exclamé, histérico, el barman me observó, intentando descifrar mi vida y mis pensamientos en estos momentos... Créeme que no te juzgo, amigo. Yo estoy en lo mismo que tú.
El joven, cuyos años menor que yo podrían ser a lo máximo tres, se acercó a mí.—¿Desea algo más, señ...—no lo dejé terminar, cuando asentí:
—Tráeme la botella completa, vamos a ahorrarnos las molestias—miré en su pequeña placa dorada su nombre Paul Andrew.—Dime algo, Paul—me permití dirigirme a él por su nombre.—¿Crees que soy un ebrio?
El joven barman destapó la botella y la colocó encima de la barra, manteniendo su postura.
No respondió a mi pregunta, sólo me observó mientras me servía un trago de la botella.
Asentí.—Está bien, Paul. No tienes porqué decir nada...lo evidente ni siquiera se pregunta.
El asintió en respuesta.—¿Algo más, señor?
Negué.—Gracias, es todo. Puedes retirarte—respondí, tomando el vaso y dando un largo trago.
Aún intento recordar el momento en que la tranquilidad del bar, se esfumó.
Sólo recuerdo que luego de unos cuantos tragos muy seguidos, ya las luces estaban apagadas y pequeños rayos de colores bailaban por todo el lugar junto al tumulto de personas que estaban aglomeradas en la pista, moviéndose al ritmo de la música.
Algo mareado, tomé mi móvil y le marqué a Miranda.
Pero nada, no respondió a mi llamada.
Miranda...
Mientras más tomaba, más me acordaba de ella.
De esa noche en qué estuvimos juntos, de sus besos cálidos, de sus manos, de sus ojos claros mirándome y de su refrescante risa.Cómo me hubiese gustado que las cosas no hubieran sucedido así.
El sonido de mi móvil, me hizo salir de mis pensamientos:
Fabrizio.
Es la quinta llamada en toda la noche luego de que le conté que saldría a tomarme unas pocas copas.
Al parecer también adquirió el síndrome de Verona.
Tomé el teléfono y lo coloque encima de mi oreja.
—¿Qué quieres?—le gruñí instantáneamente.
Bufó.—Que amigable has estado últimamente...—escuché ruidos desde su línea.—Estoy en Cabbage.
Puse los ojos como platos.
—¿Qué diablos haces aquí?
En ese momento no me encontraba en mis mejores ánimos ni con la disposición mayor para entablar un diálogo con alguien.
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La organizadora ©
RomanceMiranda Bennet además de ser una joven escritora de Look Magazine, es una exitosa organizadora de bodas. Éxito que no es el mismo en el ámbito amoroso. Luego de romper una relación de cinco años y descubrir que su novio la engañaba con su mejor am...