Capítulo 13

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Un chillido que traspasó el móvil fue la primera reacción de Kira al decirle que había conocido a alguien. Un no te pases secundado después de contarle cómo lo había conocido y un te odio, Miranda Bennet, después de hacerme caer en cuenta que no tenía su número móvil.

Eso sí que logró incomodarme, es decir, si no me pidió mi número o no me dió el suyo es porque sólo me quería por un breve momento...para matar el rato.

—¡¿Pero cómo diantres no tienes su número, Miranda Bennet?!—interrogó, incrédula nuevamente.

Solté una bocanada de aire.
—Bien, no me pasó ni por un instante en la mente pedir su número móvil. Además, si él no pidió el mío es por la razón que ya debe haber maquinado tu mente al igual que la mía...¿o no?—respondí con desánimo.

Yo, por mi parte no había pensado ni un instante en su móvil, es decir, ni siquiera había recordado en ese tiempo junto a Luca que los móviles existían.

Y a veces es bueno estar con personas así, que olviden y nos hagan olvidar por así sea un instante que hay diálogos más importantes que los que se realizan mediante la tecnología.

Es sano dentro de toda está marea tecnológica que nos arropa a diario a todos, y más que arroparnos, nos sumerge.

Pero dudo que Luca hubiese sentido lo mismo que yo, tal vez para él sólo fui la diversión del momento y sí recordaba que tenía móvil, sólo que prefirió asumir lo contrario para no introducirse en una situación más comprometedora. Es decir, tampoco casarnos, pero sí conocernos más.

Pero no creo que ese sea nuestro caso.

—Miranda, pero según todas las mil doscientas cualidades que me has dicho del hombre...¿crees que se haya hecho el tonto para no pedirte el número?

Suspiré.

Es lo que pienso.

—Eso creo—respondí.—Aunque por un momento me gustaría pensar que también olvidó que tenía móvil por vivir el momento, tal como me pasó a mí.

—¿Y no sabes dónde está ahora?...¿si volvió a Italia o qué?

No lo sé, o tal vez sí.

Él antes de irse del aeropuerto, me dijo que seguiría en el hotel trabajando para el tal Gianluca D'Angelo.

—Me dijo que estaría en México, es la mano derecha o eso me dijo de tu señor glúteos de campeonato.

—No es mi señor glúteos de campeonato, por desgracia—bufó.

Reí un poco.

—Mejor cambiemos de tema—propuse y después de insistirle, finalmente aceptó.

—¿A qué no sabes quién está aquí?—pregunte.—El dolor de cabeza más insoportable existente en Nueva York y sus pasarelas.

—Verona Roperty—concluyó firme.

—Exacto, adivinaste. No entiendo a qué vino...

—No adiviné, y por lo visto Glenn no te ha dicho nada—espetó, dejándome hecha un mar de confusión.

—¿Decirme qué?

—¿A qué no adivinas?—tomó aire.—Acomoda bien ese trasero en tu silla, porque Verona Roperty alias Cruela de Vil, se casará en tres meses y unos días—respondió, dejándome absorta.

Pobre hombre, de seguro ha de ser un santo o algún domador de bestias para aguantar a Verona.

—¡¿Qué?!

—Pues sí, me enteré gracias al radio pasillo de la revista.

Wow, eso sí que no me lo esperaba.

La organizadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora