Capítulo 9

1.9K 122 6
                                    

Luego de finalizar la llamada con Glenn, regresé hasta la mesa donde había dejado a Luca, quien ahora observaba su teléfono con molestia.

Por mi mente se pasó la idea de preguntarle, pero en realidad a penas nos conocíamos como para tratar de ir más allá.

Por Dios Miranda, te acostaste con él...ya fuiste mucho más allá, me regañe.

—¿Todo bien?—pregunté al acercarme, provocando que él despegara la vista de su móvil y la colocó mí.

Se quedó pensativo para luego asentir.

—Todo bien—respondió.—¿Y tú?—espetó refiriéndose a la llamada que recibí hace unos instantes.

Asentí.—Todo bien.

Aclaró la garganta.—Aquí está lo que ordenaste—añadió dando un sorbo a una copa con lo que supuse era vino.

Lo observé con un gesto sorprendo y me senté.—Pensé que no volverías a ingerir licor luego de perder los papeles anoche, o por lo menos nunca imagine que tomarías eso en el desayuno—agregué, observando con escrutinio su copa.

Negó con la cabeza.—Tal vez  sea algo extraño porque se supone que la resaca debería estar crucificándome, pero soy aficionado al vino...

Asentí y di un sorbo al zumo de naranja que estaba de mi lado. Aún me costaba mantenerle la mirada a Luca, me sentía avergonzada de lo de anoche a pesar de todo.
La idea de que tal vez le fue infiel a alguien me ponía los vellos de punta, no podía aguantar más tiempo aun saber.

—¿Eres soltero?—pregunté algo exasperada, provocando que varias de las personas que ocupaban las mesas a la par de la nuestra me observaran impávidas.

Devolvió la copa a la mesa.—¿A qué viene ésto?—formuló, con el entrecejo fruncido.

Lo fulminé con la mirada.—A que anoche me acosté contigo y no sé nada de ti. No sé si fui objeto en una infidelidad, si eres soltero, viudo, divorciado, no sé ni tu edad ni nada...si eres mafioso o algo, no sé nada de ti—secunde, inquieta.—Aunque he llegado a pensar que eres mafioso por la forma en que todos nos miran.

Suspiró.

—Tienes razón, y por eso te pedí que vinieras. Vamos a conocernos—recordó.

Lo observé con cara de póquer, ésta sin dudar era la situación más extraña que había experimentado. Primero nos vamos a la cama y después nos conocemos.

Wow, Miranda, que protocolo. Me quejé mentalmente.

—Sé que tal vez suene extraño si tomamos en cuenta  lo que ya sucedió, pero es mejor tarde que nunca...¿no crees?—inquirió, haciendo un gesto con las manos.

Seguí pensativa unos instantes hasta que asentí finalmente.

—Oye, ¿sólo dime que no eres un mafioso o uno de esos hombres que aparecen en la lista de los criminales más buscados—condicioné, porque realmente era lo último que me faltaba en mi lista de desgracias.

Me observó confuso.

—Es que por Dios, todos me observan como si estuviera tomando un desayuno junto Barack Obama o Bin Laden—aclaré, exasperada nuevamente provocando que los que nos observaban desviaran la vista incómodos.

—¿Ves?—hice que mirase a nuestro alrededor.—No nos quitan la mirada de encima.

Negó con la cabeza.—Sí que eres exagerada, pero está bien. Tienes razón. Uno, no soy mafioso. La razón por la cual nos observan es porque trabajo aquí. Dos, por suerte no encabezo ni aparezco en ninguna lista que no sea las de pedir comida al delivery. Y tres, tengo veinticinco—aclaró.

La organizadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora