Capítulo 14: Malas intenciones.

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Gianluca

Agité mi mano a lo lejos mientras la veía marchar, ella me devolvió el gesto y me fue imposible no lanzarle un beso al aire.
Uno que no observó, debido a que la azafata a la par del avión la apresurara a abordar.

Miranda Bennet.
A mis años, hace tanto no experimentaba las sensaciones tan frescas y joviales que sentí a su lado éstos días.

Me gusta.

Y aunque suene extraño, loco y muy prematuro, me gusta.

Me gusta porque no es como las chicas con las que normalmente suelo codearme.
Ella no intenta verse bien ni pretende que vea las horas que se ha arreglado, porque lo hace para ella. Para darse la aprobación de verse hermosa ella misma, y no esperar a que otro le diga lo hermosa que está. No le incomoda que la vea en la ropa "no tan atractiva" que toda chica tiene. Y es que se me hace difícil no encontrarla igual de atractiva con cualquier vestidura.
Puede que me esté equivocando al pensarlo, pero creo que yo también fui más que un par de besos éstos días.
Lo pude percibir, y no pienso responder el por qué.

O por lo menos esperaba que así fuese.

Aunque es difícil y poco posible. Porque soy un idiota que prefirió dejarse llevar por la ira, la rabia y todos los sentimientos negativos ante ella...pero también tuve y tengo mis razones. Muchas personas que me conocen me admiran y desean codearse con Gianluca D'Angelo, y aunque suene egocéntrico, es la verdad. Nadie se interesa en las cosas que realmente me gustan y quien verdaderamente soy, porque sólo prefieren pasar una noche junto a mí en un lujoso restaurante cenando platillos finos, o, bebiendo champán en algún lugar prestigioso de la ciudad. Y en el caso de algunas chicas, porque lo viví ya, estar junto a mí sólo porque algún paparazzi nos puede fotografiar en cualquier momento y convertirlo en noticia.

En mi vida todo es un negocio, o así parece.

Por eso lo hice.
Porque me gusta estar con personas que no quieran pasar el rato con "Gianluca D'Angelo" el heredero, el empresario o el hijo que hace todo lo que su padre le pide, en el caso de mi padre y los Roperty.
Me gusta rodearme y conocer a una persona que no vea lo que pinta "el espejismo D'Angelo". Sino que vea a la persona que se oculta detrás de todo éste templete. Personas que les interese estar junto a mí bien sea en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, o, en cualquier parque o esquina comiendo un hot dog de alguna tienda ambulante.

O con suerte, conocer a alguien con quien tomarse un agua de coco con una pajilla sentados en la arena, sea tan agradable como si estuviera tomando el mejor licor en el Burj Al Arab.

Y que sea agradable de verdad sólo porque está conmigo.

En resumidas cuentas, me gusta que lo simple no sea simple para quien esté a mi lado.

Quizá sea pronto, pero siento que con Miranda puedo ser yo. Un yo que con otros debo dejar encerrado porque no quieren verlo libre, sólo quieren ver un yo impostor, a mi yo culpable...al dueño de la farsa de la cual he sido protagonista mucho tiempo.

Pero no todo puede ser tan fácil, o no para mí.

Toqué la puerta de la oficina de mi padre y tras su autorización, entré.

Para mi sorpresa, Leonardo se encontraba en su lugar.

—Hasta que te dignas a aparecer—espetó de espaldas, recogiendo con sus manos lo que parecía ser un sobre manila.

Aclaré la garganta y cerré la puerta.

—¿Qué querías?...¿Que agitara una bandera blanca y aplaudiera mientras tú y mi padre planean un compromiso del que yo no tenía ni idea.

La organizadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora