Episodio 15: Juan al Ataque

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1209 Palabras

En la casa de los padres de Anabelén, Hortensia le servía el desayuno a Juan, quien se había despertado temprano ese día y empezaba a sentirse hambriento.

—Se ve algo preocupado señor, ¿Será por su hija Ana?— pregunto Hortensia, mientras se servía una taza de té para acompañar a Juan.

—Obviamente estoy preocupado por ella, está tomando un mal camino y se está volviendo una muchacha sin respeto. — dijo Juan, poniéndose más rojo con cada palabra. De pronto, Alonso bajo las escaleras mientras escribía en su celular. Fue a buscar un paquete de papas fritas, y cuando se disponía a volver a su pieza, se resbalo con el piso, en el cual Hortensia había derramado un poco de agua al llenar el hervidor. El, quien cayó sobre su celular, se levantó como si nada hubiese pasado, y al inspeccionar su teléfono, se dio cuenta de que este no prendía.

—Papá, dame dinero para un nuevo celular. — dijo el sin preocuparse del daño.

—Claro hijo, toma. — dijo Juan entregándole más de lo que él iba a necesitar, muy enojado como para reparar en eso. —Ahora ve a tu habitación. —

El niño salió corriendo, subiendo las escaleras rápidamente, dándose cuenta de que no era un buen momento para estar con su padre.

— ¿Y usted que se cree? ¿Una bóveda de dinero? ¿Acaso se cree tan millonario como Rico McPato? Ni siquiera los puedo comparar a ustedes dos, El ama a sus sobrinos, mientras usted... ¡Usted ni siquiera ve a sus sobrinos!— dijo Hortensia, quien se puso a llorar de la frustración.

—No sigas Hortensia, no vas a lograr que te suba el sueldo. — dijo Juan tratando de calmarla.

— ¿Sabe? Tengo una idea para que conozca a Mortibel. Puede hacerse el amable y convencer a su hija de que hagan una cena familiar con ustedes, Alonso, Anabelén y Mortibel. — dijo Hortensia una vez que se había tranquilizado un poco. —Así sabrá sus debilidades, y como darles donde más les duela. — termino, y se sentó nuevamente a terminar su te.

— ¡Hortensia has tenido una excelente idea! ¡Sigue así y te subiré el sueldo!— dijo Juan emocionado. Y con eso, Hortensia comenzó a retirar los platos.

—Ahora si estas en problemas hija. — dijo Juan con una sonrisa de oreja a oreja cuando Hortensia había salido del comedor.

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— ¿Sigues tratando de conquistar a Cintia?— Pregunto Vicente, uno de los estudiantes de Carmelia, que estaba hablando con sus amigos en el patio a la hora del recreo.

—Sí. Aunque ella me odie, los sentimientos que tengo por ella siguen ahí. — dijo Emilio decepcionado.

—Teóricamente, tienes una de cuatrocientos veinte millones, seiscientos sesenta y seis mil, novecientos veintiuna posibilidades (420.666.921) de estar con ella. — dijo Hugo con su calculadora en mano. —No eres el tipo de persona que le gusta. Ella es la más bonita de la generación, y la más sociable, mientras que tú, no es por decirte feo, pero el más guapo no eres. Además, tu solo hablas con Vicente y conmigo. — dijo el poniendo su mano en la espalda de Emilio.

—Tus estadísticas de nerd no lograran nada, es mejor hacerlo a mi manera. Si no lo arruinaras todo. — dijo Vicente

—No puedo ni imaginar qué clase de plan tienes, que creas que lograra que Cintia se enamore de Emilio. — dijo Hugo suspirando. —Solo sé que no resultara. —

—Confía en el, después de todo, es lo único que tenemos, y siempre es mejor intentarlo que lamentarlo. — dijo Emilio tratando de convencer a Hugo.

Cerca de ellos, apareció Carmelia, su profesora. Quien estaba muy triste por los eventos recientes, pero quien no podía simplemente faltar a su trabajo. Emilio, quien noto que ella no estaba del todo bien, la siguió al salón de clases.

— ¿Cómo esta señorita Carmelia?— pregunto el inocentemente.

— ¿No deberías estar jugando con Vicente?— respondió ella de una manera fría y distante.

—él está entrenando para su partido de futbol, pero yo no puedo jugar porque a mi madre no le gusta que me ensucie las zapatillas. — le respondió Emilio.

— ¿Y que hay con Hugo? A él no le gustan los deportes, no te ensuciaras con él. — dijo ella esperando que la dejara sola.

—Él está estudiando para un examen y no quiere que lo molesten, ya que está muy nervioso. — dijo él.

— ¡Quiero estar sola! ¿Acaso no lo notas?— dijo Carmelia perdiendo la paciencia.

—pude notar que esta triste, así que vine con usted, ya que todos deberían tener a alguien para apoyarlos cuando lo necesitan. — dijo el sin prestarle atención a su tono desesperado.

—perdí a la única persona con la que quiero estar, una de mis mejores amigas. — dijo ella, cuando una lagrima cayó en una guia que tenía sobre la mesa.

—yo también me siento así a veces. Perdí a mi papá hace dos años, y cuando lo recuerdo, no puedo evitar extrañarlo y entristecerme. — dijo el tomando la mano de su profesora. —Está bien sentirse triste, pero no es sano el reprimir las emociones y pretender que uno está bien. A veces la mejor manera de desahogarse es llorar. — dijo Emilio. Y eso es exactamente lo que ella hizo, lloro.

—Gracias Emilio. — dijo ella entre lágrimas. —Gracias por hacerme sentir mejor. —

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Mientras tanto en el cuartel de policía, Anabelén se encontraba alimentando a Katsu, el gato que ella y Lápis habían adoptado. Tomo al animal entre sus brazos y lo acaricio. En ese momento alguien golpeo la puerta.

—tu papá viene en camino, y se ve desesperado.— dijo Luna, cuando Ana abrió la puerta, y salió de inmediato, dejando a Anabelén confundida. En ese momento, entro juan.

—te quiero a ti y a Mortibel, hoy a las 9 de la noche en la casa. Habrá una cena familiar. — dijo el severamente.

— ¿Porque debería ir a tu casa, donde está el diablo estúpido, la desesperante de mamá y la dramática de Hortensia, con Mortibel? Además, ¿cómo sabes de Mortibel?— dijo ella sorprendida.

—Pues, yo sé todo sobre ti, hija mía. — dijo juan, riéndose para parecer más amable. —Además, he cometido un error. — continuo el, dejando de reírse. —Me he dado cuenta de que tienes mucho potencial y el trabajo de policía te queda bien. ¿Porque no me das otra oportunidad? Quiero conocerte mejor, y también al hombre afortunado que te tiene de novia. —

— ¿no le harás nada a Morty? ¿No le harás daño como lo hiciste con Eduardo?— dijo ella sospechando de la repentina amabilidad por parte de su padre.

—Lo prometo mi niña, no le hare nada. — dijo el dulcemente. Ambos continuaron hablando de temas familiares pendientes, cuando Juan noto a Katsu y trato de tomarlo.

— ¿así que este es tu gato, Ana? es una ternurita, igual que tú. — dijo el abrazando al gato, el cual comenzó a maullar y a rasguñar a juan, tratando de escapar. Cuando finalmente lo soltó, el salió corriendo, desapareciendo rápidamente por la puerta.

—No sé qué le ocurre, el normalmente no es así. — dijo ella extrañada.

—bueno, me alegro de que nos llevemos bien. Se me hace tarde y aún tengo que preparar la cena. Adiós Anabelén. — dijo juan, saliendo del lugar.

—Al fin, mi plan está funcionando. — dijo juan cuando salió de la estación. —pronto Anabelén vera que nunca debió haber desobedecido a su querido padre. —

¿Quién mató a Policarpo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora