24 [Yugyeom]

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Cuando llego a la puerta de la Capilla Blanca, las ventanas explotan. Parece que el mundo está hecho de cristal, y se está acabando.

Espero que no sea demasiado tarde.

Para detener lo que sea que necesita ser detenido.

Para ayudar a quienquiera que necesita ser ayudado.

Corro dentro de la Capilla, detrás del púlpito. Entonces pienso en el Hechicero, enseguida encuentro mi camino a una habitación en la parte trasera, con una trampilla que cuelga abierta del techo. Bato mis alas —todavía las tengo—, agarro el borde de la abertura, y me impulso hacia arriba.

Es una sala redonda, arruinada ahora, y El Hechicero está de rodillas en el centro, con los ojos cerrados y los hombros agitados. Hay alguien tirado en el suelo debajo de él: por un aliento, yo creo que puede ser Jin. Pero Jin fue con los cenutrios; Yo sé que lo hizo.

Quienquiera que está en el suelo, significa que todo comenzó.

Me aclaro la garganta y descanso mi mano en mi cadera. La espada aparece sin el encantamiento. Es como si todo el mundo está solo reaccionando a mí.

Ni siquiera tengo que pensar.

Yo no tengo que pensar.

El Hechicero tiene sus manos en el pecho de la persona. Hay una nube de profunda magia a su alrededor, y él está diciendo un cántico. Me toma un minuto para reconocer la canción...

Fácil viene, fácil se va. Poco alto, poco bajo.

Doy un paso hacia adelante, no quiero interrumpirlo cuando recita. Mucho menos cuando trata de revivir a alguien.

Continua, continua. —canta El Hechicero.

Un paso más en silencio, y veo que es Baek debajo de él: chillo, no puedo evitarlo.

La cabeza del Hechicero gira, sus labios todavía murmurando letras de Bohemian Rhapsody.

—¡Yugyeom! —dice, tan sorprendido que aparta sus manos.

—No se detenga —le digo cayendo de rodillas—, ayúdelo.

—Yugyeom... —repite.

La sangre sale a borbotones del pecho de Baek.

—¡Ayúdelo! —le grito—. ¡Se está muriendo!

—No puedo —dice El Hechicero—. Pero, Yugyeom. Estás aquí. Todavía te puedo ayudar.

Él llega a mí, con las manos mojadas con la sangre de Baek. Y yo sé que tengo que decirle ahora. Me paro bruscamente, alejándome de él.

El Hechicero coge su espada —también ensangrentada— y se pone de pie. Tiene una brecha abierta en la cabeza, sobre la oreja, de la que brota sangre a su cuello y hombro.

—Estás herido, señor. Puedo ayudarlo.

Sacude la cabeza, mirando un poco más allá de mí. Creo que está enloqueciéndose por mis alas, pero no estoy seguro de que pueda guardarlas ahora.

—Estoy bien, Yugyeom —él dice.

Es demasiado tarde, ya he pensado acerca de hacerlo mejor: La herida por encima de su oreja se cura desde afuera hacia adentro, zurciéndose.

Su mano se sube a la cabeza. Sus ojos se abren.

—Yugyeom.

Mi barbilla empieza a tambalearse, y aprieto la empuñadura de mi espada hasta que la oscilación se detiene. Trato de pensar en mejorar a Baek —creo que he estado pensando en ello todo el tiempo—, pero todavía se encuentra allí, sangrando.

Moriré besando a Kim Yugyeom ► jingyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora